Para la fe, no hay cuarentenas
Hemos comprendido y experimentado, cuál es la manera que Dios tiene de hacerse ser humano.
Mucho se ha escrito y comentado de que esta pandemia afecta a todos por igual, que no entiende de clases ni de fronteras, pero no es verdad. Esta pandemia ha puesto de manifiesto nuestras desigualdades, nuestras injusticias y nuestros egoísmos, hasta los más mínimos que pensamos que se quedan en casa y nadie los ve.
No es lo mismo pasar la cuarentena en una casa grande con jardín, que hacerlo en un departamento pequeño, que además de no tener una zona exterior, hay que compartirlo con otra familia, y entre otras circunstancias, vivirlo en una tierra extranjera. Y esto dicho así por encima, sin caer en los detalles.
Muchos, creyendo o no, se preguntarán que dónde está Dios o que porqué la Iglesia cerró sus puertas. Pero si ustedes miran sus manos, o escuchan su corazón, verán las manos de Dios y escucharán su latido sufriendo por sus hijos más vulnerados en sus derechos. Y las Iglesias están abiertas, hay una en cada hogar donde una familia reza, o donde un anciano sólo ora en silencio. Esta es la parte celebrativa y orante abierta en corazones y hogares, a la espera de poder volver a encontrar a esa comunidad más grande a la que cada uno pertenece. La parte más activa de nuestra fe, nuestras obras, tampoco saben lo que es la cuarentena.
La Iglesia ha estado abierta en ése joven que pasó a preguntar a su vecina que vive sola qué quería comprar, o en esa familia que ha incrementado su lista de alimentos "para partir el pan" con los que más necesitan, o en esa llamada que "escucha y acompaña", o en esas manos que acumulan horas de trabajo con bata y mascarilla y que "cuidan y acarician" al enfermo o al que parte solo de este lado de la vida. O simplemente aguantando, quedándonos en casa y siendo responsables la Iglesia está abierta. Y podríamos citar muchos ejemplos más de como Dios se hace ser humano, incluso sin nosotros saberlo, para salvar a todos, y ahí sí, sin diferencias.
Durante esta pandemia hemos celebrado muchas Navidades y no sólo la Pascua, porque hemos comprendido y experimentado, cuál es la manera que Dios tiene de hacerse ser humano, y de salvar a través de la entrega. Y eso es la fe.
No se trata de demostrar qué es lo que la Iglesia ha hecho o dejado de hacer, porque no vamos a entrar en competición de nada, ni vamos a convencer a nadie de nada. Y no obtenemos nada con sacar a la luz lo que hemos hecho o dejado de hacer, porque eso no salva vidas.
Pero sí puede sernos de mucha utilidad, recordar que la fe no sabe lo que es la cuarentena, que Dios sigue presente en el corazón cuando queramos hablar con él, que su Palabra la podemos escuchar en la vida.
Hermana Marta García, religiosa