Hambre e inequidad social
La fragilidad de un país no se muestra en los grandes promedios ni en las reservas monetarias, se muestra en la angustia escondida tras los muros de la exclusión social, donde la salud es un privilegio, en que la escuela es un refugio, no solo del conocimiento, sino de las balas y del hambre.
Es en medio de esta realidad, como sin misericordia ni descanso azota la pandemia, difícil imaginar algo peor a lo que son sus vidas. Sin embargo, llega con fuerza y arrebata, desangra de dolor siquiera imaginar no tener que dar de comer a los hijos, esperan una ayuda que no llega, insuficiente y en medio de la discusión reciben de golpe la mirada miserable de quienes jamás han sentido parte de sus dolores. Esta es la sociedad que hemos creado, la que aparta, la que esconde en una cuarentena permanente y total a la pobreza, una sociedad incapaz de entender que somos todos o ninguno.
Hay ancianos, hay niños, hay mujeres y hombres que ruegan por una oportunidad, por un trabajo en que ni siquiera cuestionan su precariedad, por un lugar en una escuela donde estar seguros y comer la ración diaria, jugar con los amigos y tener un profesor que los cuide. Un lugar donde no mendigue sus remedios ni camine horas al consultorio. Esa sociedad la podemos construir, pero no desde el café de nuestras terrazas, sino llevando los márgenes al corazón de la política pública. Hoy se discute en el Parlamento una nueva institucionalidad de Infancia, a más de 30 años de ratificada la convención. Han pasado más de 2 generaciones sin cumplir con nuestros niños y niñas y aún no contamos con una Ley de Garantías que construya desde la base esta nueva Sociedad. Un lugar donde ellos crezcan y se desarrollen positivamente como sujetos de derecho, donde haya acceso a la salud física y mental de todos, que puedan aprender en sus escuelas, que vivan en familia y que si algún día necesiten, puedan contar con quien los proteja y los represente, los Derechos de los Niños son los pilares de una sociedad más justa que rompa las barreras de la exclusión social, aquella donde los adultos que hoy gritan de hambre por ellos y sus hijos, crecieron como niños sin oportunidades y abandonados por nosotros.
Marcelo Sánchez, Fundación San Carlos de Maipo
Cuidarse y confiar
Gran alarma ha generado en la opinión pública la falta camas para pacientes con coronavirus. Sin embargo, el manejo que ha tenido el Gobierno hasta el momento no debiese hacernos desesperar todavía.
El covid-19 ha significado para todos los países ingresar en un área de incertidumbre y prueba, donde incluso los aparentes éxitos están signados por la precariedad que supone el permanente riesgo de rebrotes.
En ese contexto, y considerando que la Región Metropolitana es la que está más exigida dada por la contingencia por el covid- 19 y que en Santiago se concentra la mayor cantidad de clínicas, es que la autoridad sanitaria elaboró un documento que exige a las clínicas del sistema privado aumentar al doble su número de camas críticas antes del 15 de junio.
Esto debido a la alta ocupación hospitalaria que registra el país, la cual llegó al 81% según el último balance, mientras que en la Región Metropolitana llegó al 93%.
Las autoridades chilenas han basado sus decisiones en la evidencia existente, procurando -incluso con mucha anticipación a la aparición del virus en el país- maximizar las capacidades del sistema y calibrar la velocidad de los contagios.
No desesperemos, debemos confiar en las instituciones, pero sobre todo debemos cumplir con las recomendaciones de cuarentena, solo así lograremos salir airosos de la pandemia.
Juan Luis López
Un poco de esperanza
Frente a la advertencia de algunos alcaldes sobre un posible aumento de las protestas, no se puede pretender deslindar en el Estado toda la responsabilidad en el control de la pandemia; la contribución de los ciudadanos es lo más decisivo, y es allí donde la sociedad civil debe jugar su papel.
En octubre pasado era el "estallido"; hoy, es el virus. El coronavirus, y la paralización económica que conlleva, llegó con fuerza a mostrarnos que el bienestar social y económico no es un dato de la naturaleza: se construye día a día con el trabajo y la creatividad de todos. No se pueden lograr mejores condiciones para la población simplemente pasando recursos de un bolsillo a otro, el dinamismo de la actividad es el camino para lograr bienestar social y es muy difícil lograr congeniar ambas situaciones cuando además se vive con coronavirus.
Sé que es difícil para algunas familias, pero lo mejor es no generar más dificultades. En algunas semanas las personas que en verdad necesitan ayuda del Estado recibirán beneficios como una canasta de alimentos, un ingreso familiar por la emergencia o apoyo de los municipios y en algunas semanas mas o meses, podrán trabajar para recuperar juntos este país.
La situación se ve difícil, pero lo es aún más cuando agregamos protestas y destrucción.
Valentina Ramírez