"El racismo es como un virus, se requiere una actitud que lleve a su progresiva eliminación"
El político analiza la ola de protestas luego del crimen de George Floyd. Sobre la situación política en nuestro país, advierte que "el único pacto es el acuerdo de un plebiscito para determinar si se da curso a una nueva Constitución".
"El racismo es como un virus", dice el ex embajador de Chile en Estados Unidos, Juan Gabriel Valdés. En mitad de una de las pandemias y una de las crisis económicas más graves en décadas en todo el mundo, en Estados Unidos tienen lugar protestas contra la violencia racial cuya gravedad también puede comparase a lo ocurrido en mucho tiempo: a los años sesenta, según algunos, aunque Valdés cree que la comparación se queda corta y su dimensión es parecida a la de la guerra civil.
Juan Gabriel Valdés tiene un conocimiento de la realidad de ese país que incluye no sólo su experiencia diplomática, sino una anterior y posterior a ese período: ha vivido allí como estudiante en la Universidad de Princeton en los años setenta y más recientemente como profesor en la Universidad de Columbia en Nueva York, además de su labor asesora en las Naciones Unidas. Su interés por la relaciones internacionales (ha sido canciller de Chile y también embajador en diversos países) le permite opinar con propiedad sobre lo que allí ocurre y su incidencia electoral y social. Pero la atención de Valdés no sólo está en el ámbito internacional y sus preocupaciones no se desentienden de la actualidad política chilena, en que la pandemia y la crisis económica que ella ha generado han logrado alterar no sólo el curso de la crisis social anterior, sino también las respuestas a la misma, incluido el calendario del proceso constituyente.
-La pandemia ha planteado un desafío importante al sistema político. ¿Cómo cree que se ha respondido en Chile desde el gobierno?
-Pienso que tras el estallido de octubre la pandemia encontró al país con un grado muy alto de desconfianza en las autoridades y en general en las instituciones políticas. Y el gobierno no hizo mucho por reconstituir las confianzas. Aquí hay un hiperpresidencialismo sin empatía y la política del cuenta gotas no alcanza. El gobierno no apreció que había que jugarse entero, gastar
ahorros, endeudarse porque se estaba en condiciones de hacerlo. No lo digo yo. Lo dijeron ex presidentes del Banco Central, una lista de los economistas más distinguidos del país. El gobierno apostó a una salida fácil y rápida de la pandemia. Y eso falló. Indujo a la gente a equivocarse. Luego vino lo que todos suponíamos: la cuarentena no funciona si no se otorga a la gente condiciones de vida digna para un encierro en que no puede trabajar.
-¿Y desde la oposición?
-Las oposiciones -porque no hay una sola- han actuado en forma confusa y a veces muy torpe, como cuando perdieron la Presidencia de la Cámara. Valoro a quienes -a pesar de todos los errores y chambonadas del gobierno- siguen acudiendo al dialogo y están dispuestos a generar consensos para salir de la actual tragedia. Necesitamos afirmar ante todo que la vida de los chilenos es más importante, y que a nadie le sirve destruir instituciones y cerrar las puertas a una conversación en medio de un cuadro como el actual. Hay una oposición con visión de país que debe darse cuenta que deberá gobernar, porque el país no puede seguir con un tipo de gobierno como este tras la próxima elección presidencial.
-La pandemia y sus efectos seguramente también influyen en las protestas de Estados Unidos…
-Estados Unidos tiene más de dos millones de infectados y 120.000 muertos por el coronavirus. Es un fracaso colosal del país más rico y más poderoso del mundo. El gobierno negó inicialmente la importancia de la pandemia, lo que junto a la ausencia de salud pública dejó al país a la disposición del virus. Esto ha aumentado el sentido de pérdida de poder que tienen muchos norteamericanos. Hoy hay 20 millones de desempleados y los despidos siguen cada día. Sin duda que la pandemia y sus consecuencias han aumentado la crispación y la polarización a la que ha conducido el gobierno de Trump.
-¿Era previsible que pudiera ocurrir algo como estas protestas raciales en ese país?
-El tema racial es una herida abierta en los Estados Unidos y las manifestaciones de protesta de los afroamericanos se han expresado de distintas maneras desde hace mucho tiempo, ya sea a través de manifestaciones en la calle, de la producción intelectual en las universidades, o en las expresiones culturales, como en el cine de autores negros o el arte callejero. El racismo está también dirigido contra los latinos, un grupo al cual Trump ha tratado con desprecio. La brutalidad policial es visible, y sigue siendo impresionante saber que un afroamericano tiene 2,5 más posibilidades de ser muerto por la policía que un blanco. El asesinato de Floyd colmó la paciencia y ha provocado furia e indignación en todo el país.
-Usted ha vivido en Estados Unidos en distintos momentos: estudió allí, fue embajador de Chile en el país y también ha sido profesor. ¿En todos esos momentos el problema racial persistía?
-El problema racial es evidente para cualquiera que está en Estados Unidos y la historia de la esclavitud está aún demasiado presente. Lo viví como estudiante cuando veía en clase a los estudiantes negros sentados todos juntos en un lado distante de sus compañeros blancos, o cuando visité en los antiguos edificios de Princeton los lugares donde se hacía dormir a los esclavos que atendían a los alumnos en el siglo XVIII o XIX. Como embajador estuve presente en una misa en la iglesia de la Universidad de Georgetown en Washington, en la que los jesuitas que la dirigen, pidieron perdón a los descendientes de los 272 afroamericanos que la Universidad vendió como esclavos a plantaciones del sur para pagar la renovación de sus edificios. Fue una escena conmovedora, pero incluía al mismo tiempo una pregunta muy compleja: ¿cuánto le debe en reparaciones la Universidad a los descendientes de esas personas que fueron tratadas como animales?
-¿No hubo cambios significativos después de haber elegido a Obama?
-Obama generó un momento de enorme fuerza cultural y política en el mundo afroamericano y en general en el mundo progresista. Hubo sin embargo mucho de ilusión. La condición laboral y el nivel de sueldos mejoraron y la pobreza decreció en la población negra, pero no el racismo. El solo hecho que un individuo llamado Donald Trump financiara y dirigiera una campaña para mostrar que el Presidente no era norteamericano -que había nacido en África, y era por lo tanto un usurpador- le muestra a uno el profundo sentimiento de racismo conque una parte del país acogió la elección de un afrodescendiente en la presidencia del país. El racismo es como un virus. Se requieren leyes y Obama las hizo, pero también una actitud de la gente que lleve a su progresiva eliminación. Y eso no ha ocurrido todavía en los Estados Unidos.
-¿Cree que durarán mucho estas protestas?
-La protesta por el racismo durará lo que dure el racismo en los Estados Unidos, pero es una ola que va y viene, y la que vemos hoy dependerá mucho de la capacidad de las instituciones policiales de castigar los actos racistas de sus policías y de reformarse. No es fácil que esto ocurra, en particular en ciertos estados del Sur, sobre todo si vemos la actitud de un Presidente y de un partido Republicano que no sólo se resisten hasta ahora a condenar la causa de los estados esclavistas en la guerra civil, sino que ven toda protesta racial como la obra de "anarquistas" y criminales.
-La actitud de Trump y sus declaraciones, como que cuando comienzan los disturbios comienzan los balazos, no ayuda mucho a calmar las cosas. ¿De qué manera afecta la política de Estados Unidos todo esto?
-Tal como dijera hace una semana el general Mattis, ex secretario de Defensa de Trump, la peor amenaza a la Constitución de los Estados Unidos es el Presidente. Mattis tiene razón. En tres años Trump ha dividido el país como nunca estuvo dividido desde la Guerra Civil. La comparación que se hace frecuentemente con la división de los años sesenta a mi juicio queda corta. Las divisiones de entonces se debían a un hecho concreto: la guerra de Vietnam. Hoy, la fractura es general, incluye no solo una visión de la economía y la política, sino de la cultura y las normas esenciales de convivencia. No debe olvidarse además la sensación de regresión que existe en un país imperial que ve su centralidad global amenazada por el surgimiento de China. Eso, más el uso perverso de las redes sociales, aumenta una crispación difícil de medir, pero sin duda determinante. Trump sólo exacerba lo peor en las reacciones frente a todos estos cambios y amenaza con una ruptura institucional, algo inédito en el país desde hace más de un siglo.
-La actual situación ¿ayuda o perjudica la reelección de Trump? Ya hay algunas figuras republicanas que dicen que no apoyarán a Trump…
-Pareciera que sus últimas acciones de violencia verbal y de abuso mediático comienzan a costarle caro. Tengo la esperanza que el personaje comience a desmoronarse. Lo deseo por el bien del pueblo norteamericano, pero en general por el sistema internacional y por la vigencia de la democracia en el mundo. Trump amenaza a la seguridad global. Los Estados Unidos no merecen tener un presidente así. Pero tiene quienes le apoyan, entre los pobres y entre los más ricos, y su reelección no es imposible. En todo caso es muy impresionante que hayamos llegado a un punto en que Biden -el candidato opositor- dice públicamente que si es necesario las Fuerzas Armadas deberán sacar a la fuerza a Trump de la presidencia en el caso (que él considera probable) que Trump no acepte su derrota electoral. Si esto hubiera ocurrido en un país latinoamericano, ¡el embajador de Estados Unidos habría llamado de inmediato al ministro de Relaciones Exteriores para manifestarle su preocupación!
-¿Pueden los organismos internacionales sobre derechos humanos pronunciarse sobre lo que ocurre en Estados Unidos y qué tanta incidencia pueden tener?
-Hace un par de días Estados Unidos amenazó con penas económicas a los jueces de la Corte Penal Internacional por investigar los crímenes contra la humanidad cometidos en Afganistán durante una guerra que lleva casi veinte años y ha costado centenares de miles de muertos. Hace dos semanas cortaron el financiamiento de la Organización Mundial de Salud (OMS). El maltrato de Trump hacia el sistema de Naciones Unidas que los propios Estados Unidos ayudaran a crear hace sesenta años es brutal. Me cuesta creer que permitirían una investigación de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos. Lo que no quita que esta pueda iniciarse.
-Ahora, si la ebullición social fue unida a la pandemia en Estados Unidos, en otros países de nuestra región ella parece haber calmado la que existía (Venezuela, Argentina, Bolivia o Ecuador). ¿Podría regresar allí la protesta?
-Cada uno de esos casos es distinto y evolucionará con sus particularidades. No hay dudas que la protesta social en la región y en el mundo es contra un sistema económico concentrador de la riqueza que promete a las mayorías un desarrollo que no entrega. Y eso continuará. Los que protestan no son aquellos que nunca vieron la posibilidad de progresar, sino los que creyeron que estaban invitados a una fiesta a la que después no se les dejó entrar. En algunos casos podrá canalizarse institucionalmente y en otros no. Las consecuencias de la pandemia puede agudizar la movilización pero cada caso es distinto. Lo que es importante es que todos comprendan que la violencia sólo ayuda a los sectores reaccionarios que desean tener la oportunidad de imponer por la fuerza el statu quo.
-Volviendo a Chile, ¿qué opina de la idea de un pacto gobierno oposición que se pretende crear para enfrentar la pandemia?
-Entiendo que no hay una propuesta de pacto político, sino un diálogo entre el gobierno y la oposición para acordar una serie de medidas económicas que permitan ayudar a los sectores más afectados a atravesar esta gravísima situación, estableciendo un piso de gasto de 12.000 millones de dólares y subiendo el ingreso familiar de emergencia. El gobierno ha cometido demasiados errores esta semana. El instructivo publicitario de promover al Presidente junto a las cajas de comida es una vergüenza. Es demasiado grave lo que sucede como para que el gobierno intente obtener ventajas pequeñas. Por eso espero que acepte la propuesta de los economistas y de la oposición dialogante. El país lo pide. Pero no nos confundamos, este no es un acuerdo político. Aquí el único pacto político que tenemos es el acuerdo de un plebiscito para determinar si se da curso a una nueva Constitución para Chile.
-¿Piensa que será posible alterar nuevamente el calendario del proceso constituyente?
-Espero que no. Pero se requiere de una extrema responsabilidad de en esta materia. Figuras de la extrema derecha comienzan a agitar una suspensión o cancelación del plebiscito y es necesario que se responda con firmeza. Hay que ser muy ciego para no darse cuenta de que el país requiere de una salida institucional a una situación de crisis política como la que hemos atravesado el año pasado, agravada además por una pandemia y una crisis económica de cuyas consecuencias nadie se atreve a hacer una predicción. Hoy es necesaria la generosidad para dialogar y hallar acuerdos ante la emergencia, pero que no se confunda eso con un reblandecimiento de la demanda mayoritaria por el cambio en nuestras formas de organización económica, de participación política y de convivencia o más bien de la "inconvivencia" que caracteriza a Chile. El costo de impedir la participación de los chilenos en un acto de ciudadanía democrática puede tener consecuencias imprevisibles.
memorial en la esquina donde fue asesinado george floyd.
"La protesta por el racismo durará lo que dure el racismo en los Estados Unidos, pero es una ola que va y viene, y la que vemos hoy dependerá mucho de la capacidad de las instituciones policiales de castigar los actos racistas de sus policías y de reformarse".
"El problema racial es evidente en EE.UU. y la historia de la esclavitud está aún demasiado presente. Lo viví como estudiante cuando veía en clase a los estudiantes negros sentados todos juntos en un lado distante de sus compañeros blancos".
CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO
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(AP Photo/John Minchillo