"¿Y los otros?"
Si bien las intenciones detrás del proyecto por el posnatal de emergencia pueden ser muy nobles, una política pública también debe juzgarse por la efectividad de sus resultados. En ese sentido, el proyecto planteado es regresivo, pues estaría asignando los escasos recursos que posee el país en financiar solo a algunas familias en desmedro de aquellas más vulnerables o con trabajos informales.
Recordemos que entre las mujeres asalariadas del primer quintil de ingresos sólo el 41% tiene contrato. Y de los 20 mil bebés que nacen en un mes, el posnatal solo cubre aproximadamente a 7 mil. ¿Qué hacemos con los demás? Porque este proyecto no se hace cargo.
En este sentido, la propuesta del Ejecutivo, de integrar a la ley de Protección del Empleo a madres y padres que tengan bebés, daría más luces de inclusión hacia las familias más vulnerables. Se podrán discutir los matices del proyecto, pero una cosa es clara y es que los trabajadores informales no pueden quedar fuera.
Bárbara Haas
Menor movilidad
Las últimas semanas las grandes plataformas han entregado reportes de movilidad; Waze informó una caída del 60% de los kilómetros recorridos a nivel mundial, mientras que Google indicó que en Chile el desplazamiento al retail o recreación bajó un 73%. A raíz de esto, dos aseguradoras en EEUU devolvieron más de 800 millones de dólares a sus clientes, ya que sus tasas de siniestros registraron bajas históricas debido a que las personas no están usando el auto.
Esto evidencia que el contexto en el que nos encontramos sin duda está generando constantes cambios en la forma en que vivimos y ha impactado en diversas industrias tanto negativa como positivamente. Lo importante es acoger estos cambios tomando decisiones inteligentes, las cuales se hacen más factibles gracias a la transformación digital y el IOT (Internet of Things), que proporcionan datos en tiempo real con una perspectiva sobre lo que está sucediendo frente a lo que estaba previsto.
Rodrigo Labbé
La mirada perdida
"¿Se escucha?, ¡sí profe, se escucha!, ¿ven bien la presentación que compartí?", han sido frases muy repetidas en el actual contexto de pandemia, específicamente, en la educación online.
En esta nueva modalidad de docencia a través de plataformas digitales, también se ha vuelto recurrente ver situaciones que restringen la interacción entre estudiantes y profesor: pantallas en negro, micrófonos apagados, entre otras.
Al principio de esta modalidad, estas frases y situaciones se podían entender en la adecuación a la forma emergente de impartir docencia, pero con los días se fue configurando en un escenario repetitivo, habitual e incluso incómodo, aunque en ningún caso generalizable.
Pero, ¿por qué la mayoría de las dinámicas comunicacionales de clases online están ausentes de vista en cámara?, o en simple, ¿por qué evitamos mostrarnos o mirarnos?
En algunos casos, se puede entender que las condiciones de espacios o infraestructura convengan la opción de no mostrarse. Pero ¿qué ocurre con aquellos que pueden mostrarse y con ello mirarse en una comunicación digital, no obstante, lo evitan?
Situaciones como estas dejan no solo a los docentes, sino también a los alumnos y a los procesos formativos, sumidos en una comunicación distópica, con ribetes ficticios, sin certezas de bidireccionalidad comunicativa, como hablando sin lenguaje a un espacio-pantalla, un cuadro inerte, con solo nombres o imágenes, a sabiendas que el botón "record" avala el tiempo transcurrido.
¿Entonces, cómo resignificamos y recuperamos la mirada online en el contexto educativo?
Debiésemos recordar y cultivar que un signo de respeto es mirar a quien nos habla, que el mirar también permite acompañar, contener, que mirarnos también emociona.
Finalmente, no extraviemos el sentido que escucharnos, respetarnos, mirarnos, es parte del tratarnos.
Boris Cajas , Académico UDLA
Competitividad global
Buenas noticias ha recibido esta semana nuestro país tras la publicación del Índice de Competitividad Global que mide principalmente cuatro áreas: desempeño económico, eficiencia del gobierno, eficiencia de los negocios e infraestructura, en base a ello se calcula la competitividad y posicionamiento en el ranking.
En el caso de Chile se alcanzó el lugar 38 recuperando cuatro posiciones respecto al año pasado, lo que a su vez le permite mantener la tendencia de los últimos años situándolo como el líder de América Latina, sin embargo, se debe tener en consideración que esta subida en el ranking se debe a la baja de otros países y no necesariamente a una mejora de los factores antes descritos, ello plantea un enorme desafío respecto a la próxima medición, principalmente con aquellos efectos que traiga consigo la pandemia del coronavirus.
Francisco Santibáñez Soto