El último campo de batalla de la guerra fría EE.UU.-China
El Mar de China Meridional se ha convertido en las últimas semanas en un escenario de tensión militar entre las dos superpotencias. El Sudeste Asiático mira con preocupación los numerosos conflictos entre ambos países.
EFE/EPA/MC2 Samantha Jetzer
El disputado mar de China Meridional se ha convertido en el último campo de batalla de la guerra fría entre Estados Unidos y China, donde ambas potencias han desarrollado recientemente maniobras navales desatando una nueva escalada de tensión militar y dialéctica que amenaza con desestabilizar el Sudeste Asiático. Esta semana Washington envió incluso dos portaaviones a la zona.
La guerra comercial, las sospechas sobre el covid-19 o la polémica ley de seguridad de Hong Kong han enrarecido la difícil relación entre las dos superpotencias, que en las últimas semanas han convertido ese mar en su nuevo escenario de hostilidad.
Mientras el gobierno de Donald Trump ha dicho que el gigante asiático está sosteniendo una campaña relámpago para ubicarse como la primera potencia mundial, el presidente del Brower Group Asia, Murray Hiebert, dijo esta semana que "el Sudeste Asiático está moviéndose en la creciente competencia entre EE.UU. y China. Sus naciones no se han decantado aún porque se han beneficiado de los dos mundos al construir relaciones económicas con China y mantener fuertes lazos militares con EE.UU.".
Según Hiebert, "el éxito de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) dependerá en gran medida de que EE.UU. y China superen sus diferencias y construyan cierto nivel de confianza mutua para mantener un orden pacífico y estable en la región".
El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, emitió el lunes un comunicado en el que calificaba de "totalmente ilegales" los reclamos de China en casi todo ese mar y reconocía la titularidad sobre parte de esas aguas de las naciones del Sudeste Asiático, particularmente Filipinas y Vietnam.
Pompeo acusó a China de usar la "intimidación" contra otros países y de socavar el derecho internacional en un comunicado insólito, ya que hasta ahora EE.UU. había evitado tomar partido en estas disputas marítimas.
La respuesta de China no se hizo esperar y su embajada en Washington se apresuró a tildar de "injustificadas" las acusaciones de EE.UU. y le recriminó "incitar la confrontación en la región".
"La declaración de Pompeo es la continuación de las crecientes críticas de EE.UU. a China sobre cuestiones como Hong Kong, los abusos a la minoría uigur o el coronavirus, como parte de la retórica anti-China de cara a las elecciones", señaló el profesor emérito de la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia), Carl Thayer.
Según Thayer, experto en el Sudeste Asiático, las palabras de Pompeo también "buscan apuntalar en el plano retórico los últimos ejercicios militares de EEUU en el mar de China Meridional, como muestra de apoyo más activa a los países de la región".
Maniobras militares
Antes del enfrentamiento verbal, ambas potencias se trenzaron en provocaciones militares con maniobras navales en ese mar: EE.UU. desplegó el 4 de julio a sus buques de guerra USS Ronald Reagan y USS Nimitz, una inusitada exhibición de fuerza en el Día de la Independencia.
China, por su parte, hizo maniobras entre el 1 y el 5 de julio con su nuevo equipamiento militar -destructores de misiles guiados Tipo 052D y fragatas de misiles Tipo 054A- en los mares del Sur de China, de China Oriental y Amarillo.
Esas maniobras incluyeron las islas Paracel, disputadas con Vietnam, lo que provocó una nueva protesta diplomática del Gobierno vietnamita, que acusaba a China de "violar su soberanía y afectar a la paz".
Además de Vietnam, Filipinas, Malasia, Taiwán y Brunei reclaman partes de este estratégico mar -por el que circula el 30 % del comercio global y que alberga el 12% de los caladeros mundiales, además de yacimientos de petróleo y gas-, aunque China se atribuye la soberanía del 90% de esas aguas en base a "derechos históricos".
Tribunales
La escalada de tensión coincide con el cuarto aniversario del fallo del Tribunal de Arbitraje de La Haya, que el 12 de julio de 2016 atribuyó la titularidad de parte de las islas Spratly y del atolón de Scarborough a Filipinas, único país de la región que cuenta con un fallo internacional que avala su postura, aunque Pekín no lo reconoce y prosigue su expansión.
El secretario filipino de Defensa, Delfin Lorenzana, pidió el martes a Pekín que respete el derecho internacional en un mensaje que contrasta con la tibieza del presidente Rodrigo Duterte, quien orientó la política exterior hacia China a cambio de inversiones.
El presidente del Instituto Stratbase, Albert del Rosario -excanciller filipino- instó al actual Gobierno filipino a que lleve su triunfo en La Haya a la próxima Asamblea General de la ONU para lograr apoyo multilateral a la disputa marítima con China, ya que la libre navegación beneficia a otras potencias, como Japón, Australia, India o la Unión Europea.
Del Rosario también opinó que el resto de países de la ASEAN, también afectados por la expansión del "gigante asiático" en sus aguas, deberían denunciar a China en los tribunales internacionales para presionarla por "la destrucción ambiental desenfrenada y sistemática".
un avión se acerca al USS Ronald Reagan en el mar del sur de china.