Las estafas telefónicas y los llamados con el "cuento del tío" se han hecho cada vez más frecuentes y afectan sin distinción a todo tipo de personas. Muchas familias del país aseguran haber recibido llamados donde les indican que tienen secuestrado a uno de los hijos y exigen un rescate, que algún integrante del grupo ha sufrido un accidente y hay que pagar una fianza, o que el dueño de casa envió a alguien a retirar artículos de valor.

En los últimos días, a raíz de la aprobación de la reforma que permitirá a los cotizantes de las AFP retirar el 10% de lo ahorrado en los fondos previsionales, se han conocido intentos de estafas en que personas llaman supuestamente a nombre de la AFP, y se pide a los trabajadores que entreguen sus claves para que se les haga el depósito correspondiente al retiro.

La delincuencia es cada vez más sofisticada y utiliza metodologías osadas que ya no sorprenden. Las bandas operan incluso desde las cárceles y pese a que el reglamento penitenciario lo prohíbe, los celulares son de uso frecuente, porque son llevados desarmados por los familiares, hasta que los reclusos rearman las piezas. Es un claro reflejo de que la organización delictual no se extingue con la reclusión de sus integrantes y que, por el contrario, recurren a la tecnología para seguir delinquiendo desde el interior, con la seguridad de que esto no aumentará su castigo, sino que tendrán sólo una sanción administrativa.

Las instituciones policiales han advertido a las personas que no deben creer inmediatamente en este tipo de llamados, a tener otro teléfono para verificar dónde se encuentra el familiar y verificar si está bien, a no entregar ninguna información del domicilio, nombres, ni decir con quién están. Los delincuentes se nutren de datos que obtienen en la guía telefónica o de internet, sobre todo de redes sociales, pero también de la misma información que van entregando sus víctimas.

Por eso, es necesario que estos temas sean conversados en la familia, para establecer un protocolo de prevención, advirtiendo especialmente a los niños, que suelen ser los que proveen más información en el caso de esos llamados

Juan Gabriel Araya Grandón (Iquique 1937), académico, escritor e investigador. Estudió Pedagogía en Castellano en la Universidad de Concepción. Posteriormente se perfeccionó en Colombia y Estados Unidos. Hijo de Pedro Araya Riveros y de Marta Grandón Lezana. Viudo de la profesora, María Rosa Ferriere Bornard con quien tuvo tres hijas.

El profesor Juan Gabriel Araya, radicado en Chillán desde 1969, es actualmente, el único miembro en la región de Ñuble, perteneciente a la Academia de la Lengua, desde el año 2007. Su nominación se produjo tanto por su quehacer creativo como investigativo, sus aportes a la educación superior y su influjo académico.

Profesor de las cátedras de Literatura Chilena e Hispanoamericana en la Universidad del Bío - Bío. El profesor Araya pertenece al grupo de intelectuales sobresalientes de la capital cultural. Parte de sus investigaciones y obras tienen contenido el paisaje, los personajes y la identidad relacionada a Ñuble. Su vida laboral y su acervo cultural ha sido depositado en esa tierra. Entre sus publicaciones encontramos varios géneros. De sus obras de poesía podemos mencionar: Referencias (1979); Memoria del tiempo (1983) y Volcán Chillán (1989); en el género dramático: Detrás de los árboles, en coautoría (1985); entre sus libros de género narrativo destacan: Iniciaciones y Fantasmas (cuentos 1985); 1891: Entre el fulgor y la agonía (novela 1989). Primer Premio de la Cámara Chilena del Libro, Tragar saliva (1996) y Primera Dama (novela histórica 2005); Doña Isabel Riquelme (biografía 1997) y Nicanor en Chillán (investigación 2000). Además de numerosos artículos publicados en revistas especializadas y en la prensa nacional. En 1995, obtuvo mención honrosa en Concurso de Cuentos de El Mercurio con "Borges: el muy pícaro Borges". Además fue galardonado con el Premio Municipal de Arte y Extensión Cultural de Chillán (1991).

Le pregunté a unos de sus ex alumnos, qué recuerdos tienen del profesor Araya y esto me respondieron: Pamela Valdés Ulloa, profesora de Lenguaje, trabajando en Parral, manifestó: "Juan Gabriel Araya, es un distinguido y admirado profesor de asignaturas relacionadas con la narrativa y poesía latinoamericana. Recordado por su inteligencia, carisma y calidad humana. Un inspirador. Un orgullo haber tenido la oportunidad de estar en las aulas con docentes como él". Por su parte, José Patricio Chamorro Jara, profesor de Lenguaje, desempeñándose en Copiapó señaló: "Nuestro profesor Juan Gabriel sin duda está presente en la memoria de todos quienes hemos sido sus alumnos. Sus recuerdos en el aula y actividades culturales despiertan esa pasión de vida hacia el cultivo de la literatura, que solo vivencian quienes han entregado su vida no solo al conocimiento, sino que ha descifrar los misteriosos caminos de ese vaivén de historias, paisajes y poemas encarnados a través de un diálogo con la palabra, trazando así la aventura de tantos docentes que han llevado su legado de mar a cordillera a lo largo de diversas generaciones en nuestro país".

Arraigado en la ciudad de Chillán, con una trayectoria de más de cincuenta años dedicados a la docencia y las letras, han llevado al profesor Juan Gabriel Araya, a trazarse un camino sin fin, a través de sus alumnos y de su legado literario.

Alicia Romero Historiadora

Esta pandemia, es sin lugar dudad es desafío más grande para esta generación de los seres humanos del mundo. Dicho eso, nuestros preceptos e instituciones están con solicitaciones para los cuales nunca se habían preparado ni siquiera en un mal sueño.

En ese contexto la construcción, y su gran participación en el proceso económico del país, se encuentran en un momento de inflexión historia respecto a sus paradigmas de desarrollo.

Si bien la pregunta, hasta hace un tiempo era como mejoramos la productividad casi como un mantra; la pregunta actual, a mi juicio, es como construimos con la mejor productividad posible, manteniendo las nuevas medidas sanitarias para nuestro personal y para la ciudadanía.

Este desafío no es menor, ya que tanto la presión por terminar las obras, cerrar los contratos y por supuesto hacer frente a los pagos de proveedores y contratistas, debe ser en un contexto de cuidado, distanciamientos y sanitación de nuestra labor.

Si bien las obras de construcción, debido a la naturaleza e implementación de los protocolos de calidad y seguridad laboral, no deberían estar ajenas o ser un cambio cultural muy fuerte, la verdad es que más que los protocolos y medidas, es necesario un cambio de la matriz valórica de la organización, con una relevancia en equipo humano, hacia sus relaciones y sobretodo en las confianzas.

Es peculiar que esta pandemia, obligue al sector a ser has horizontal y cercano entre sus distintos actores, pero es la forma en que se puede salir adelante. El cumplimiento de las medidas y protocolos es un acto de respeto al equipo en su máxima expresión, más que una obligación coercitiva para cumplir. Es un ejemplo de pertenencia, de respeto, de colaboración y de responsabilidad compartida. La construcción requiere de una nueva forma de administrar sus obras, donde la colaboración, el trabajo en equipo y la responsabilidad colectiva sean el eje. Por último, hay buenas prácticas y protocolos que las mutualidades ya han hecho llegar con medidas de sanitación, gestión y control de equipos, tratamiento de contagios sintomáticos y asintomáticos, ninguna de ella será la solución por sí misma.

Carlos Aguirre Director Escuela de Construcción Universidad de Las Américas.