Independencia judial
Revuelo ha causado la presentación de la acusación constitucional contra la ministra de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, Silvana Donoso, a raíz de la libertad condicional de Hugo Bustamante. El problema que subyace a esta vorágine punitiva es que la Constitución y las leyes ya establecen mecanismos para impugnar resoluciones judiciales -por medio de recursos- y la Corte Suprema posee superintendencia correccional y directiva respecto de todos los tribunales (en especial de los propios magistrados). Si cada vez que existe un fallo polémico que cause revuelo y no se ajuste a lo que el Poder Ejecutivo o Legislativo consideren correcto, amenazando con ejercer acusaciones constitucionales a los jueces, habremos sepultado la independencia del poder judicial, algo inaceptable en un Estado de derecho.
Como señaló el Colegio de Abogados en una declaración unánime, "confiamos que un Poder Judicial independiente y jueces imparciales, dictando resoluciones fundadas, permitirán prontamente castigar, en forma racional y justa, a quienes realicen conductas que atenten en contra de nuestros niños/as y mujeres".
Jose Luis Trevia Fundación para el Progreso
Plebiscito
¿Es razonable insistir en el plebiscito del 25 de octubre en medio de una pandemia que, pasitos para adelante y pasitos para atrás, seguirá amenazándonos hasta que dispongamos de la vacuna en un plazo todavía incierto?
¿Qué porcentaje de la población con derecho a voto que participe en el plebiscito le daría legitimidad al resultado? Más grave aún: ¿es ético y democrático realizar un plebiscito en el que un porcentaje relevante de la población no concurrirá a las urnas por pertenecer al segmento de alto riesgo de fallecer en caso de contraer el virus? Claramente, es un acto de discriminación encubierta, porque muchos se verán forzados a no participar al no estar dadas las condiciones para eliminar toda posibilidad de contagio.
Arturo Niño de Zepeda.
Infancia en tela de juicio
Mientras muchas familias celebran el día del niño, en nuestro país se vulneran sistemáticamente y de diversas formas los derechos de niños, niñas, niñes y adolecentes. Una de las formas más extremas de esta vulneración de derechos se produce en centros residenciales, lugares a los que paradójicamente se les envía como una medida que pretende protegerles.
Gabriela Mistral publicaba en 1924 uno de los poemas más declamados en Chile que comienza con los tan conocidos versos "piececitos de niño, azulosos de frío, como os ven y no os cubren Dios mío". Gracias a sus versos somos miles quienes nos hemos detenido a reflexionar sobre las dolorosas condiciones en las que muchas veces transcurre la infancia. No obstante, la visión no nos ha alcanzado para ver a través de las paredes de los centros residenciales lo que viven allí cotidianamente niños, niñas, niñes y adolescentes. Tal vez es más fácil esconder realidades dolorosas tras los muros de la indiferencia.
No son suposiciones. Diversos informes de prestigiosas instituciones develan las tortuosas condiciones de vida de las residencias de "protección". Son cientos de páginas que nacen desde trabajos de investigación que al parecer se han quedado de adorno en oficinas pomposas, juntando polvo en las esquinas de los muebles. Son cientos de millones de pesos invertidos en generar investigaciones que terminan con recomendaciones que duermen a la espera de ser puestas en acción.
La visión adultocéntrica nos ha llevado a pensar que niños, niñes y niñas son el futuro, eufemismo que invisibiliza el aterrador presente de seres humanos plenos de derechos. Sin un sistema integral que proteja a los niños, niñas, niñes y adolecentes no podremos garantizar un cambio que sea capaz de proteger a les seres humanes que transitan sus primeros días de vida desde los 0 a las 18 años. Medidas fragmentadas destinadas a proteger a la infancia no son suficientes para efectivamente resguardas sus derechos.
Mientras exista inequidad en la distribución de recursos de toda índole y las personas estemos condicionadas en diversos grados a "ser", crecer y desarrollarnos según las condiciones de vida en las que hemos nacidos, ningún ser humano, independiente de la etapa del ciclo vital en el que se encuentre, tiene resguardada una vida plena, una vida que merezca la pena ser vivida.
Daniela Villaseñor Soto Psicóloga Integrante Observatorio de Derechos Humanos en Salud Mental Biobío