Efectividad y efectos de las cuarentenas
Contraponer la salud a la economía, es como contraponer si se debe respirar o comer. Evidentemente la salud es primordial y su protección es de la mayor importancia. Pero la pregunta que debemos hacernos es si las cuarentenas que destruyen la actividad económica de miles de Pymes y la consiguiente cesantía, son la solución.
Los hechos muestran que la gente se contagia mayoritariamente en el ámbito doméstico, al interior del hogar, en reuniones familiares, en visitas y celebraciones entre parientes y amigos y no en su entorno de trabajo.
Las actividades productivas y comerciales con contadas excepciones, no someten a las personas a contactos estrechos de riesgo, tal como los define la autoridad sanitaria. Las personas van siempre con mascarillas, a distancias mayores a un metro y en lugares con aforo controlado. ¿No sería bueno repensar la solución y no seguir haciendo más de lo mismo? ¿Seguiremos en un ciclo continuo de olas de contagios y cuarentenas? Y entre una y otra, miles de emprendimientos y puestos de trabajo destruidos. ¿Porqué no trabajamos para evitar el contagio allí donde se produce? ¿Porqué no mejoramos las herramientas de trazabilidad, y usamos aplicaciones en los teléfonos para ello? ¿Porqué no gastamos dinero en mascarillas para repartirlas gratuitamente en vez de despilfarrar en cosas menos importantes? ¿Porqué no somos más oportunos para enviar a las personas contagiadas que viven hacinadas, a residencias sanitarias y evitar transmisión masiva?
Si seguimos haciendo más de lo mismo, solo podemos esperar los mismos resultados; cada día más cesantes, más ruina y pobreza. El sentido común y la experiencia de otros nos dicen que debemos poder respirar y comer al mismo tiempo.
Las cuarentenas son una solución del siglo XVI y verlas replicadas hoy, 500 años después, como la mayor respuesta de algunos países, es un insulto a la inteligencia y al progreso de nuestra civilización.
Antonio Cordero K.
Estrechando la brecha
La falta de competencias básicas pone en riesgo la calidad del profesional que está egresando y su futuro laboral, hasta el punto en que, según el Banco Mundial, quien carece de ellas va a recibir la mitad de los ingresos en su vida laboral que quien sí las tiene. Además, se vulnera su integración social, pues quien carece de competencias básicas es por naturaleza alguien que se automargina de participar en la empresa y en las comunidades, y pasa a ser un lobo estepario fuera del sistema. Es indispensable preparar a la gente para la economía que está surgiendo post pandemia, en un mundo digital y con aceleración de procesos de conversión. Sin embargo, los esfuerzos de capacitación están orientados a oficios específicos o a que la gente aprenda inglés o a hacer un sitio web. Deberían, en cambio, estar puestos primero en una realidad menos glamorosa: según un estudio de 2013 que realizó la OTIC de la Cámara Chilena de la Construcción, más del 80% de la población adulta chilena no es capaz de comparar e integrar información, así como tampoco realizar inferencias o cálculos matemáticos a partir de la misma.
Normalmente formar a una persona desde su niñez hasta su adultez es una inversión a 15 ó 20 años plazo. Pero si un adulto analfabeto funcional logra recuperar sus competencias básicas en un período corto de tiempo, puede sacarles provecho de inmediato. Por eso, no existe un programa de mayor rentabilidad social en Capacitación que diagnosticar y nivelar las competencias básicas de un adulto para dejarlo en condiciones de aprender.
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Fernando Prieto, gerente general de Pixarron
¿Esperanza constitucional?
"Ningún problema puede ser resuelto en el mismo plano de pensamiento en el que fue creado", señaló Albert Einstein. Por otra parte, la reciente encuesta Cavem efectuada después del plebiscito, indica que la primera mayoría de los que votó apruebo, el 49%, lo hizo para mejorar los sistemas de salud, educación y pensiones, justas demandas que seguramente son compartidas por muchos de los que votaron rechazo, a cuya solución podían haber contribuido leyes que los políticos de las últimas generaciones no han sido capaces de hacer o acordar.
Tengo la esperanza entonces, que el principal y más urgente tema de discusión en la confección de la nueva constitución sea el diseño de un sistema político que asegure que aquellos que se dedican a esta actividad sean capaces de satisfacer las necesidades de los ciudadanos. Aunque si en este debate participan solo los actuales políticos, me temo que veremos confirmada la cita de Einstein.
Enrique Alvayay Castro