Correo
Un año
A un año de iniciada la Pandemia por COVID-19, pareciera ser que se presentan las mismas discusiones y se contraponen los mismos argumentos.
¿Cuán válido es poner en la balanza la salud de las personas y el crecimiento económico? ¿Quién es el que define el punto de equilibrio?
En el contexto del regreso de los hinchas a los estadios, el pasado martes 23 de febrero, la Ministra del Deporte, Cecilia Pérez, decía en conferencia de prensa: "hemos trabajado en distintos protocolos con el Ministro de Economía, para ver cuál es el distanciamiento que debe existir según el aforo permitido por Estadio Seguro". Por mejores intenciones que se tenga, ¿no es aquella una medida que debiera evaluar personal especializado del Ministerio de Salud? ¿Será que en un año, aún no sabemos cómo manejar esta crisis sanitaria?
La evidencia muestra que contraer coronavirus desde superficies contaminadas es raro. El virus y su transmisión, es principalmente por aire. Por ello, no es recomendable realizar actividades en espacios cerrados. Permitir que los restaurantes atiendan al interior de sus locales, la apertura de cines y gimnasios, son medidas que pueden dar un respiro financiero a los emprendedores, pero que, sin duda, implican un riesgo para la población, pues son lugares que hacen más propicia la transmisión de SARS-CoV-2.
Se deben preferir los espacios al aire libre, y mantener al mínimo los aforos. La vacunación no tiene como objetivo disminuir la transmisión, sino que las personas no enfermen gravemente. Por eso, hasta que no esté controlada la pandemia, debemos continuar cuidándonos.
Claudio Olmos G., Facultad de Medicina U. Andrés Bello .
Falta de consecuencia
Hoy vemos que muchos padres llevan a sus hijos al supermercado, a la feria y centros comerciales, a las playa en auto o locomoción colectiva, a los café y tantos otros lugares.
¿Pero no pueden ir al colegio porque es peligroso?
¡Creo que debemos ser un poco más consecuentes!
Álvaro Matamala Ubilla amatamalau@gmail.com
Compartir la carga mental
En los últimos cuarenta años, por ajustes de la sociedad en occidente, la relación entre el hombre y la mujer ha experimentado cambios, que deben llegar también al interior de los hogares, a las responsabilidades diarias.
"'Ayudar en casa no es suficiente, hay que compartir la carga mental", afirma Alberto Soler. Es claro, no basta con ayudar en los quehaceres de la casa o en la crianza de los niños. Hombre y mujer se deben corresponsabilizar en esos deberes.
Ayudar, según el diccionario de la lengua española, es "hacer algo de manera desinteresada para otra persona por aliviarle el trabajo, para que consiga un determinado fin, para paliar o evitar una situación de aprieto o riesgo que le pueda afectar, etc."
Pero hay que ir más allá, no se trata de ayudar, sino de hacerse cargo de la planeación, ejecución, de los mil y un detalles que requiere la marcha de una familia, de un hogar. Hay que pasar de la sola ejecución al esfuerzo mental intencionado para lograr resultados concretos. Hay que procesar información y tomar decisiones. Se trata, ni más ni menos, que de la carga mental, casi siempre previa a la carga física, anterior a la acción, a la ejecución.
Está claro que en estos tiempos y en los que vienen, todos los hombres hemos de hacernos cargo, de manera dialogada, y por consenso también, de parte de la carga mental con que los deberes domésticos han gravado tradicionalmente a la mujer.
Raúl Caamaño Matamala Profesor Universidad Católica de Temuco
Sobre la niñez
Nuevamente sale a la luz un joven, que hace años, cuando tenía sólo 9, logró saltar a la fama en los medios de comunicación por involucrarse en el mundo delictual siendo sólo un niño. Hoy es un hombre y decimos "esto se veía venir" y responsabilizamos al "Estado" y al "Sistema".
Sólo a modo de dato, hace 30 años, junto con la ratificación de los Convención Internacional de los Derechos del Niño se midieron los índices de maltrato infantil. Hoy, en nada han variado: alrededor del 70% de los niños y niñas señala haber sufrido algún tipo de maltrato.
El problema, no es que "El estado falló" o "que el sistema no hizo su trabajo", el problema es que hay personas que no quieren invertir en infancia y que prefieren mantener los estándares mínimos, pues total, los niños, niñas y adolescentes no votan.
Andrea Raglianti Solivelles