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La importancia de la estación Twins

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Los científicos pudieron contar solo con un sismógrafo en Marte y tuvieron que aprender a diferenciar todo lo que registraba el aparato para limpiar y filtrar el ruido generado por el viento en superficie o las deformaciones vinculadas a los cambios bruscos de temperatura del planeta. El experto destaca la importancia que para eso tuvo la estación meteorológica Twins, a bordo del InSight, construida y operada por el español Centro de Astrobiología (INTA-CSIC). "Cuando vemos señales muy débiles hay que estar seguros que no ha sido por un golpe de viento que haya movido partes del aterrizador", para lo que es muy útil conocer las condiciones meteorológicas, porque "generan buena parte del ruido sísmico ambiental".

Los movimientos sísmicos de Marte revelan cómo es su estructura interna

INVESTIGACIÓN. Según los nuevos datos, el Planeta Rojo tendría un núcleo líquido que podría contener elementos como azufre, oxígeno e hidrógeno en su interior. Los mayores temblores registrados, llamados "martemotos", fueron de magnitud 4.
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Efe

La estructura interna de Marte fue estudiada a través de una serie de movimientos sísmicos registrados en el planeta, que han permitido hacer una estimación del tamaño del núcleo, del espesor y la estructura de la corteza y del manto, según una serie de artículos que publica Science.

Los estudios, una colaboración internacional con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC), son un paso clave para entender la formación y evolución del planeta.

Las investigaciones se basan en las señales sísmicas de una decena de "martemotos" recogidas por el sismómetro SEIS de la misión InSight de la agencia estadounidense Nasa, un módulo de aterrizaje llegado a Marte en 2018 para perforar su superficie.

Se trata de la primera exploración mediante sismología de la estructura interna de un planeta telúrico distinto de la Tierra y la primera vez que se consiguen mediciones directas, explica Martin Schimmel, del Geociencias Barcelona.

Estas mediciones directas -precisa- son fundamentales para determinar su estructura interna y su evolución geológica y geoquímica. Además, sirven para acotar la gran cantidad de modelos existentes que explican la evolución de Marte hasta su estado actual y puede ayudar a comprender la de la Tierra y el Sistema Solar.

Núcleo líquido

Marte, según los nuevos datos, tendría un núcleo líquido con un radio estimado de entre 1.790 y 1.870 kilómetros, un tamaño que sugiere la presencia de elementos ligeros, como azufre, oxígeno o hidrógeno, en su interior, el cual estaría constituido principalmente por hierro y níquel.

El tamaño del núcleo y la estructura interior del planeta es también importante en los procesos de convección del manto que se manifiestan en superficie, como la actividad volcánica y tectónica.

El grosor y estructura de la corteza es objeto del segundo estudio, coordinado por el Instituto de Física del Globo de París (IPGP), con el que Schimmel colabora, en el que se analiza el comportamiento de las ondas sísmicas y el ruido sísmico ambiental debajo del lugar de aterrizaje de InSight.

En este punto, la corteza presenta dos estratos o discontinuidades, la primera a unos diez kilómetros de profundidad y bajo esta una de veinte kilómetros, donde "se supone que está la base de la corteza", explica el experto.

Además podría existir una tercera capa, menos definida, a 39 kilómetros, aunque para esta los datos no son concluyentes, indica Schimmel.

"Las ondas sísmicas de un terremoto son como el eco que generamos al gritar en la montaña. Y son los ecos de estas ondas, que se generan cuando se reflejan en el núcleo o en límite entre este y el manto, lo que buscamos en las señales gracias a su similitud con las ondas directas del martemoto", dice Philippe Lognonné, del IPGP.

El despliegue a principios de 2019 del sismógrafo SEIS sobre la superficie de Marte permitió "escuchar" cientos de eventos sísmicos, algunos de los cuales se produjeron a miles de kilómetros. Una decena de ellos contenían información sobre la estructura profunda del planeta.

Schimmel agrega que el estudio de esos datos fue "un desafío, pero también fascinante", entre otros motivos porque los martemotos registrados hasta ahora son de menor intensidad que en la Tierra. "No hemos tenido sismos de magnitudes superiores a cuatro grados" y no siempre se podía establecer con claridad la dirección en que llegaban las ondas.

Hasta ahora, la estructura interna de Marte era poco conocida, pues los modelos se basaban en datos tomados por satélites en órbita y análisis de su superficie, los cuales apuntaban a que el radio del núcleo era de entre 1.400 y 2.000 kilómetros y que la corteza tenía un grosor de entre 30 y 100 kilómetros.

2019 fue desplegado sobre la superficie de Marte el sismógrafo SEIS, que permitió "escuchar" cietos de eventos sísmicos.

Confirman "amplia presencia" de microplásticos en la dieta de los pingüinos de la AntártiCa

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Un equipo científico constató "la amplia presencia" de microplásticos en la dieta de los pingüinos de la Antártica, después de analizar las heces de tres especies de estos animales en diferentes lugares y años. Entre otras partículas de origen antrópico, los investigadores identificaron poliéster y polietileno.

El trabajo se publica en la revista Science of the Total Environment y está firmado, entre otros, por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (MNCN-CSIC).

El estudio incide sobre la necesidad de conocer los efectos de estas partículas y de establecer medidas más efectivas para controlar la contaminación por plásticos y otras partículas de origen humano en el continente antártico.

Los microplásticos son partículas de menos de cinco milímetros que están cada vez más extendidas en los ecosistemas marinos, algo preocupante dada su persistencia en el ambiente y su acumulación en las cadenas tróficas, señala un comunicado del CSIC.

"Estos contaminantes llegan a mares y océanos principalmente a través de la basura y los desechos procedentes de las actividades antrópicas", explica Andrés Barbosa, científico del MNCN y autor del trabajo.

Dada la baja presencia humana en el océano antártico y en la Antártica, cabría esperar una baja contaminación por microplásticos.

Sin embargo, las estaciones de investigación, los barcos pesqueros y turísticos y las corrientes marinas hacen que estas partículas lleguen a estos hábitats, pudiendo provocar una alta concentración a nivel local, relata José Xavier, investigador de la Universidad de Coímbra (Portugal).

El objetivo del estudio, en el que también han participado investigadores de Reino Unido, fue analizar la presencia de microplásticos en la península antártica y en el mar de Scotia, dada la importancia ecológica de estos hábitats.

Para ello, se estudiaron las heces de tres especies de pingüinos: el pingüino de Adelia ("Pygoscelis adeliae"), el barbijo ("Pygoscelis antarcticus") y el papúa ("Pygoscelis papua").

"Los pingüinos se utilizan para muchos estudios porque su biología y ecología son bien conocidas y el hecho de que sean depredadores les convierten en buenos indicadores de la salud de los ecosistemas en los que viven", subraya Barbosa.

Los resultados muestran que la dieta de las tres especies está compuesta por distintas proporciones de krill antártico, en 85% en el caso del pingüino de Adelia; 66% en el del barbijo y, finalmente, 54% en el papúa.

"Se encontraron microplásticos en el 15, 28 y 29% de las muestras, respectivamente, en las tres especies estudiadas", detalla Joana Fragão, de la Universidad de Coímbra.

La frecuencia de aparición de estas sustancias fue similar en todas las colonias, lo que induce a pensar que no hay un punto de origen concreto de contaminación dentro del mar de Scotia. "Es necesario seguir estudiando en esta línea para comprender mejor la dinámica de estas sustancias y sus efectos en estos ecosistemas para guiar nuevas políticas de gestión en el continente antártico", concluye Filipa Bessa, de la misma universidad.

5 milímetros como máximo miden las partículas de microplásticos, cada vez más presentes en ecosistemas marinos.