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Delgado critica a Maduro tras acusaciones de "xenofobia"

MIGRANTES. El mandatario venezolano, que echó a andar el "Plan vuelta a la patria", responsabilizó al Gobierno por los hechos ocurridos en Iquique el fin de semana.
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Redacción

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, condenó las agresiones sufridas por un grupo de ciudadanos de ese país el sábado en Iquique, cuando manifestantes incendiaron las pertenencias de las familias que acampaban en la Plaza Brasil de dicha ciudad.

El mandatario culpó al gobierno de Sebastián Piñera por lo ocurrido. "Esa es la derecha pinochetista, xenófoba, discriminatoria, que persigue a nuestros hermanos y hermanas", dijo en la televisión estatal.

En su alocución Maduro recordó lo vivido por miles de familias chilenas que habría llegado a Venezuela durante el régimen militar en Chile. Según él, más de 300 mil personas fueron acogidas en ese periodo, muchas de las cuales se quedaron para siempre a vivir en esa nación.

"Muchos chilenos y chilenas hicieron familia aquí y los tratamos con amor. Nunca hemos perseguido como lo está haciendo el gobierno de Piñera", afirmó el gobernante, quien reafirmó que su gobierno activó el denominado "Plan vuelta a la patria" para llevar de regreso a su país a estos migrantes.

"Por estos compatriotas que están en Iquique respondemos plenamente. Todo el apoyo en prestaciones sociales, todo el apoyo en salud, todo el apoyo para su regreso, todo el apoyo para sus hogares aquí. Afortunadamente, estos venezolanos y venezolanas en Iquique tienen patria que los recibe, que los reclama, que los protege", manifestó.

El gobierno chileno respondió apuntando a las razones de fondo que han motivado el éxodo de millones de venezolanos desde su país. El ministro del Interior, Rodrigo Delgado, aseguró que el origen del problema son las malas condiciones de vida y la vulneración a los derechos humanos por parte del régimen. "Que Nicolás Maduro se preocupe de lo que está pasando en Venezuela y cuál es el origen de por qué ocho millones de venezolanos tuvieron que salir", dijo Delgado en radio Futuro.

"Un gobierno en el que han salido ocho millones de personas porque pasan hambre, porque no tienen las condiciones mínimas, no se respetan las garantías mínimas de las personas, nos viene a decir cómo tenemos que hacer las cosas nosotros", añadió.

El ministro admitió que hay "mucho que corregir en la frontera", por el alto número de migrantes que ingresan por pasos no habilitados y aseguró que se están realizando coordinaciones con los países vecinos para evitar esta situación.

Además, insistió en que las expulsiones continuarán, tanto para quienes ingresen de manera irregular como para quienes hayan cometido delitos en Chile o en sus países de origen. "La expulsión es una herramienta importante y la vamos a seguir ejerciendo", sentenció Rodrigo Delgado.

Carlos Peña

Las capas de la barbarie

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La escena de un grupo de iquiqueños quemando las pertenencias de emigrantes (mientras otros cientos los celebraban, azuzándolos) es de los acontecimientos más relevantes de los últimos días. Frente a él palidece la disputa presidencial, o el 10 por ciento o, incluso, el debate sobre el aborto.

¿Por qué?

La razón es que ese acontecimiento mostró cuán delgada es la superficie de la civilidad y del respeto por el otro. Basta un conjunto de carpas que afean la ciudad, costumbres ajenas o acentos extraños sostenidos durante un tiempo, para rasgar esa delgada superficie y para que afloren una por una lo que pudiéramos llamar las capas de la barbarie.

Esas capas son de variada índole.

Ante todo, y en el nivel más superficial, se encuentra el temor -un temor irracional- a que el otro, el extraño, arrebate lo propio: el trabajo que se tiene, la familia que se quiere, los espacios que se ocupan. Esta es la capa más superficial: la idea que el emigrante causa daño y arrebata bienes materiales que en justicia pertenecerían a los nacionales antes que a ellos. Si usted preguntara a esos cientos de personas que se manifestaron contra la presencia de emigrantes porqué lo hacían, seguramente racionalizarían su molestia esgrimiendo un argumento de justicia. No es -dirían- el odio lo que los mueve, sino la protesta por una situación injusta, por una mala política migratoria, etcétera.

Pero sabemos, desde Freud, que las explicaciones que cada uno da acerca de su propia conducta suelen ser disfraces de sentimientos más profundos cuyo sentido se escapa incluso a quien los siente. Es lo que ocurre con ese argumento de justicia. El argumento es falaz porque nadie reacciona así frente a la competencia por el empleo o la ocupación de los espacios públicos. Sin embargo, en esta ocasión ellos sí lo hicieron ¿por qué? La razón parece obvia. Lo que desata el tipo de comportamientos que vimos en Iquique no es la injusticia que se padece, sino la mera presencia del otro en esos espacios. No es el hecho de perder el empleo o de no disfrutar del espacio público el problema (puesto que eso es algo que todos aceptan sin mayores aspavientos cuando ello ocurre a manos del vecino), sino la circunstancia de que ello ocurra como resultado de la presencia de otro, de un extraño, lo que desata esta reacción. Hay algo pues de simple xenofobia en todo esto y algo de inocultable racismo.

Y esa hostilidad hacia los extranjeros -que se transforma rápidamente en xenofobia- tiene todavía una capa más profunda.

Se trata de la idea que el otro, el extraño -para nuestros efectos, el venezolano, el haitiano- nos roba algo que no es propiamente material, sino algo simbólico que nos constituiría como comunidad. Cuando esa horda -no se la puede llamar de otra forma- gritaba ¡y llegaron los chilenos! mientras arrojaban las pertenencias de los emigrantes a la hoguera, estaban revelando el lado más oscuro y tribal del nacionalismo: la idea que los nacionales de un país poseen algo que los unifica y que el extranjero, con su sola presencia, amenaza. Freud, en sus estudios sobre Psicología de las masas, observó que en este tipo de grupos de enardecidos siempre aflora un anhelo libidinal, un deseo, erigido en torno a algo. Ese algo diferenciaría a la tribu nacional del extranjero. Sería aquello que el de la tribu posee y que el extranjero amenaza con su sola presencia. Sobra decir que esta dimensión tribal del nacionalismo -inconsciente e irracional- es la más peligrosa de todas puesto que basta un liderazgo audaz para que se constituya en combustible de una fuerza política.

Afortunadamente en Chile no ha asomado ese tipo de liderazgos que hacen de la xenofobia -la mayor parte de las veces disfrazada de nacionalismo- el cemento de la cohesión política. Es este un signo alentador de que, a pesar de todo, y no obstante esas hordas que causan vergüenza, todavía la delgada capa de civilidad no se rasga totalmente entre nosotros.

"En lo ocurrido en Iquique (una horda maltratando inmigrantes) existe un fondo de irracionalidad inconsciente contra el que hay que luchar: la idea que el otro, el extraño, con su sola presencia nos roba algo que nos pertenece.

Paulo De la Fuente, abogado

"Seré un Diputado que siempre dará la cara, conversaremos mirándonos a los ojos"

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El actual candidato a la Cámara por Ñuble irrumpe en el escenario local con una cercanía, empatía y templanza con las personas que ya desearían los políticos de toda una vida. Su primera aventura electoral comenzó con un arduo trabajo territorial y un elevado compromiso ciudadano por parte de su equipo de campaña. Su objetivo es uno solo: visitar cada rincón de Ñuble para interiorizarse de las diversas realidades de los habitantes de la región y generar los proyectos de ley necesarios para el desarrollo y crecimiento de todos y todas.

Sencillo, cercano, afable, trabajólico y dialogante son algunos de los conceptos que definen al abogado ñublensino Paulo De la Fuente. El especialista en aguas y docente universitario tiene una basta experiencia profesional que hoy vuelca a disposición de la región para promover el trabajo colaborativo que permita subsanar una serie de indicadores, que a tres años de la puesta en marcha de la nueva unidad administrativa se encuentran al debe, y no logran reflejarse en la calidad de vida de los habitantes de las 21 comunas de Ñuble.

"Soy una persona que conversa siempre mirando a los ojos; independiente de la condición, etnia, origen o filosofía religiosa que profesen. El dialogo es el camino que tenemos que cultivar para lograr los grandes cambios que nuestra sociedad requiere. Debemos ser responsables de nuestros actos y promover la conversación entre todos los actores para generar consensos", fundamenta el candidato ñublensino.

Conocedor de la región y de la realidad social que exhibe cada comuna, De la Fuente confía que a pesar de los obstáculos, Ñuble tiene un potencial enorme en cada una de sus provincias para lograr un crecimiento y desarrollo ecuánime para sus habitantes.