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Para que nadie viva en la pobreza

La nueva Constitución puede contribuir a asegurar un estándar mínimo vital para todas las personas
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Hace una década que en Hogar de Cristo insistimos en declarar a la pobreza como una vulneración a los derechos humanos, en el sentido de que "Nacer y crecer en pobreza y vulnerabilidad" (título de un estudio que realizamos en 2020 con la alianza para la Erradicación de la Pobreza Infantil) tiene consecuencias perjudiciales para el desarrollo de las potencialidades en la vida de las personas, tanto en el presente como en el futuro. Como país no podemos seguir aceptando y normalizando la pobreza. Por eso estamos proponiendo una Iniciativa Popular de Norma, que permita asegurar un estándar de vida digno a todas las personas, es decir, al menos por encima del umbral de la pobreza. El actual régimen de protección social en Chile está diseñado sin una referencia mínima vital que garantice a las personas y hogares la satisfacción de sus necesidades básicas. A pesar de las actuales políticas, planes y/o programas de asistencia social (como bonos condicionados); seguridad social (como el actual régimen de pensiones); o el sueldo mínimo (que no considera la contribución del salario de cada trabajador o trabajadora a su hogar), existen familias que viven por debajo del umbral de la pobreza, a pesar de contar con miembros insertos laboralmente y recibir asistencia por parte del Estado o de prestadores privados de seguridad social. Esto implica que la protección social en Chile es incapaz de garantizar a los habitantes del país un estándar de vida mínimamente razonable y que, en tiempos de crisis, el gasto social puede ser revertido (como ocurrió a raíz de la crisis financiera del año 1982) o los planes de emergencia pueden no estar diseñados para mantener a los hogares por encima del umbral de la pobreza (como pasó con las primeras medidas para afrontar la pandemia en el año 2020). La nueva Constitución puede contribuir a asegurar un estándar mínimo vital para todas las personas, incorporando, dentro de su declaración de derechos, el siguiente texto: "Toda persona tiene derecho a un estándar mínimo vital, entendido como el acceso a un conjunto básico de bienes que le permita vivir por encima del umbral de la pobreza. El Estado adoptará las medidas necesarias para asegurar el respeto, la protección, la provisión y la facilitación de este derecho, en conformidad con los principios de progresividad, de no-regresividad y de no-discriminación". Esta norma constitucional, nos parece, contribuiría decisivamente a construir un país más digno y más justo para todos y todas.

Paulo Egenau. director social Hogar de Cristo

Preocupación por el virus hanta

El Ministerio de Salud ha pedido que las familias eviten conductas de riesgo, como internarse en matorrales o recoger frutos silvestres.
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Las autoridades de Salud han reiterado a los veraneantes la necesidad de ser cuidadosos al llegar a cabañas que han estado cerradas y que por falta de limpieza y ventilación podrían contener el hantavirus.

El Ministerio de Salud ha pedido que las familias eviten conductas de riesgo, como internarse en matorrales o recoger frutos silvestres. Los llamados están dirigidos a dos grupos especialmente: las personas que viven o trabajan en el campo y las familias que van de camping o paseos al aire libre, para que no se expongan al posible contacto con ratones o sus desechos, con el fin de evitar contagiarse con el virus.

El hantavirus es una patología que incluso produce muertes, por lo que es importante que las personas conozcan las medidas preventivas antes de salir de paseo o de vacaciones a sectores rurales, que van orientadas al buen manejo de la basura, a evitar que haya maleza afuera de las casas y a manejar bien los alimentos. El hanta es una enfermedad viral que se transmite al ser humano desde el ratón de cola larga, a través de la inhalación de olores de la orina de roedores contagiados.

La letalidad promedio de esta enfermedad hasta antes de la llegada de la pandemia de coronavirus era de 30%, afectando incluso a personas que podrían ser sanas y activas.

La prolongada sequía de los últimos trece años ha influido para que en algunas zonas el ratón de cola larga se acerque más a las áreas pobladas en busca de agua y alimentos, lo que ha aumentado el riesgo en sectores rurales. Los especialistas han reiterado la necesidad de identificar situaciones de riesgo y ser cuidadoso en el manejo de las basuras, la conservación de los alimentos y comportamientos en el sector rural, en los camping y lugares donde pudiese habitar el ratón de cola larga. Antes de ingresar a cabañas o bodegas se debe ventilar el recinto al menos treinta minutos. Una vez dentro y luego de ver si hay señales de roedores, se debe rociar el piso con cloro, utilizando mascarilla y guantes. Solo después se puede limpiar, aspirar o barrer el recinto para deshacerse cuidadosamente de la basura recolectada.

Recordar lo que no se vivió

Un terremoto no se puede evitar, pero con lo aprendido las generaciones venideras quedan mejor preparadas para su ocurrencia
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Mañana es 24 de enero y volveremos a recordar el terremoto del '39. Habrá noticias, sonarán campanas y sirenas. La mayor parte de los lectores, y quien escribe también, no habían nacido en esa fecha ¿Sirve recordar tragedias? ¿Por qué hacerlo si ni siquiera son parte de nuestra cronología? Cuando tomamos conciencia que no somos individuos, sino que pertenecemos a comunidades y pueblos que nos han permitido crecer y sobrevivir, nos damos cuenta que la historia de la sociedad es, también, nuestra; y, sus aprendizajes, si los reconocemos e integramos, nos darán más y mejores posibilidades de lograr nuestros objetivos y una sociedad mejor.

Quedarse anclado en el dolor o en lo negativo de la vida ya sea de las personas o pueblos no ayuda. Negar la historia tampoco. El terremoto forma parte de nuestra historia; no solo provocó duelos, también, obligó a reconstruir, reorganizarse y dejó huellas con nuevas instituciones, construcciones y símbolos. La cruz al costado de la Catedral es uno de esos símbolos, hoy icónico, está a la vista de todos como un imponente signo que supera el ámbito religioso, es de la ciudad, la representa y la identifica. Todo está ahí y es el recuerdo de aquel trágico día.

Cuando se trata de tragedias naturales podemos sentir la tentación de dar vuelta la página, pareciera que poco podemos hacer. Un terremoto no se puede evitar, hasta ahora, ni siquiera predecir y con el paso del tiempo, cada vez, son menos los testigos directos. Sin embargo, al recordar tomamos conciencia de lo aprendido. Un terremoto no se puede evitar, pero con lo aprendido las generaciones venideras quedan mejor preparadas para enfrentar estas situaciones. Eso es una evidencia entre nosotros, nuestras construcciones han soportado mejor situaciones similares, se evitan muertes y, de alguna manera, se convive mejor con el planeta que habitamos.

Ese debe ser el mejor aprendizaje, saber que hay una relación con el entorno, que hay otros y, que el lugar que habitamos requiere de nuestra responsabilidad. El planeta es frágil, tiene movimientos, catástrofes y sufre nuestros excesos. Tenemos que aprender que la casa común hay que cuidarla, nos pertenece a todos y, si bien, nuestras construcciones son firmes y puede que no se desmoronen con un terremoto, hay otras dimensiones que podrían dejar las casas vacías. Sin ir más lejos, la crisis ecológica nos golpea con algo que siempre relacionamos la vida, el agua. La crisis hídrica, tal vez no podemos evitarla pero si tomamos conciencia podremos cuidarla. Hasta ahora, parece que es más lo que derrochamos que lo que la aprovechamos. Que el recuerdo de esta tragedia nos ayude a evitar otras.

Luis Flores Quintana

Sacerdote Diocesano.