Con las manos atadas
Más de seis meses han pasado desde que el Senado mandó a Comisión Mixta el proyecto que busca la creación del nuevo Servicio Nacional de Reinserción Social Juvenil, que viene a reemplazar el trabajo en materia de justicia juvenil que realiza el Sename.
Sin embargo, la iniciativa aún no ha sido resuelta en el Congreso, pese a que en reiterados momentos la opinión pública y los diversos sectores políticos han abordado la importancia de generar un cambio a la forma en que se trabaja con los jóvenes infractores de ley.
Hemos iniciado un nuevo gobierno cuya agenda en materia de infancia hace aún más prioritario que el nuevo servicio vea la luz, ya que esto permitirá un cambio sustancial en el modelo de intervención, unificando los criterios a nivel nacional y favoreciendo de esta manera el trabajo con los jóvenes al generar una institucionalidad cuyas decisiones y opciones técnicas se encuentren sustentadas con evidencia científica. Así, el proceso de inclusión social de los adolescentes y la intervención de los factores y experiencias que activan la modificación del comportamiento, tendrá respaldo sobre lo que realmente funciona o no.
Pero no es lo único, el proyecto además permitiría contar con un sistema de registro unificado favoreciendo la gestión de la información. Esto, en simple, mejorará los resultados en justicia juvenil y el acceso a la información.
Por último, la creación del Servicio Nacional de Reinserción Social Juvenil, es una de las principales vías para construir el camino hacia una mejor integración social de los jóvenes, y con ello, facilitar la reducción de la delincuencia, pues los resultados positivos en esta etapa de la vida son la mejor prevención de la criminalidad en adultos.
Si queremos realmente generar un cambio, este proyecto no puede seguir durmiendo en el Congreso o, simplemente, seguiremos con las manos atadas para lograr las soluciones que favorezcan la reinserción de estos jóvenes.
Ricardo Pérez-Luco, investigador de la Universidad de La Frontera
DerechosEstadísticas de la OMS indican que uno de cada 160 niños en el mundo tiene un Trastorno del Espectro Autista (TEA), sin embargo, en nuestro país su prevalencia es desconocida y solo existen estimaciones.
Las dificultades de participación en ámbitos sociales, educativos y laborales afectan la construcción de un ser humano sujeto de derechos, con capacidad jurídica y desarrollo de una vida autónoma, por lo que los desafíos son enormes. Es responsabilidad del Estado y la sociedad en su conjunto generar las políticas, apoyos y ajustes necesarios que eliminen barreras que restringen la participación y limitan el desarrollo de actividades.
Debido a esto, toma relevancia lo ocurrido en la Convención Constitucional, donde se aprobó la incorporación de la neurodiversidad en el borrador de la nueva Constitución, la cual señala que "el Estado reconoce la neurodiversidad y garantiza a las personas neurodivergentes su derecho a una vida autónoma, a desarrollar libremente su personalidad e identidad, a ejercer su capacidad jurídica y los derechos, individuales y colectivos, reconocidos en esta Constitución y los tratados e instrumentos internacionales de derechos humanos ratificados por Chile y que se encuentren vigentes".
Todos quienes se ven involucrados en los desafíos de la inclusión social saben que este proceso es durante toda la vida, que involucra factores personales, familiares y contextuales. Por lo tanto, que la futura carta magna considere la neurodiversidad es un paso importante en la generación de nuevos pactos políticos y sociales en materia de inclusión.
Gerardo Hume Calderón, USS
Autismo
Este 2 de abril se conmemora el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo y resulta pertinente desmitificar algunas creencias erróneas sobre las personas que pertenecen a este espectro y reflexionar si realmente existe inclusión social.
El autismo ha sido muy mitificado y estereotipado, haciendo creer que quienes forman parte de este espectro no pueden comunicarse, mirar a los ojos o expresar sus emociones. Sin embargo, a estas alturas ya sabemos que este trastorno en el neurodesarrollo afecta la forma en cómo socializan, pero son personas sensibles, que les cuesta expresar lo que sienten porque habitualmente tienen sensaciones muy intensas.
Son neurodivergentes, es decir, interpretan el mundo de otra manera, poniendo atención a detalles que otras personas no consideran importantes. La estructura suele darles calma y tranquilidad, por lo que les cuesta flexibilizar y pueden tornarse un tanto rígidos al intentar mantener un espacio que les hace sentir seguridad y estabilidad.
Todas estas características muchas veces resultan un obstáculo para que se desenvuelvan socialmente, pero esto se da por las dificultades que tenemos como sociedad para incluir a personas que interpretan el mundo de otra manera y se expresan de una forma distinta a lo que esperamos en una perspectiva adultocéntrica y neurotípica.
Felizmente podemos observar cómo día a día se generan nuevas estrategias que respetan su diversidad, tanto en espacios públicos como en centros educacionales. Aun así, falta mucho por hacer sobre todo desde las políticas públicas para que exista una estimulación lo más temprana posible.
Francisca Cifuentes y Luz Palma, UDLA