El que muere y resucita hoy
Urge que las instancias asociadas a la enseñanza, a la prevención de la violencia y a la salud mental, busquen otras explicaciones más allá de lo tradicional. Y en medio de todo Cristo resucita. Lo hace en cada persona de buen corazón, que ofrece lo poco que tiene
Quizás estamos cansados de escribir, leer, ver y escuchar sobre la guerra, la violencia, la injusticia, la cesantía, el encarecimiento de la vida… nos dan ganas de cerrar los ojos y los oídos para evadirnos de tantos horrores. Y, es bueno acabar con lo que nos bombardea, pero no podemos desaparecernos del todo, no podemos obviar lo que está sucediendo en nuestro mundo. El buen samaritano no hubiera pasado de largo ante un algo así.
Estamos a punto de comenzar las celebraciones de la Semana Santa, la sobriedad y el silencio de estos días desembocan en la alegría y luz del día de la Pascua porque Cristo ha vencido la muerte, toda muerte, dolor, sufrimiento y enfermedad. Y con Él, por Él y en Él, estamos llamados a hacer lo mismo. Jesús nos abre el camino hacia la victoria, nos muestra cómo se supera la muerte y todo lo malo que sucede en nuestro mundo. Una vida vivida desde el amor entregado, desde la generosidad, desde una actitud de perdón y de reconciliación. Defender con fuerza los valores del Reino y denunciar la injusticia con valentía cuando sea necesario, pero nunca alzando la mano contra un ser humano, la naturaleza o los bienes que el Señor pone en nuestra mano para hacer de esta vida un lugar mejor y más bello.
La crucifixión de un inocente no es algo del siglo pasado, es del presente, del hoy y de los minutos de cada día. Se nos hiela el corazón al meditar, reflexionar o pensar la Pasión del Señor, pero no parece que pase mucho cuando queremos desconectar de la injusticia, y de la muerte incluso, de los inocentes del siglo XXI.
No hemos aprendido mucho de los errores del pasado cuando sigue habiendo crucificados, seres humanos que, desde el primer latido hasta el último, ven amenazadas sus vidas. Estos días, veíamos perplejos lo sucedido en Bucha, una masacre de civiles, sus cuerpos tirados en plena calle. Pero no hay que irse tan lejos para ver como muchos de nuestros hermanos más inocentes ven arrastradas sus vidas a un pozo; niños migrantes, ancianos abandonados, mujeres asesinadas…
Y en medio de todo Cristo resucita. Lo hace en cada persona de buen corazón, que ofrece lo poco que tiene, una habitación, un plato de comida… para acoger al que llega huyendo del hambre o de la guerra, de la violencia machista o la persecución religiosa… organizaciones religiosas, laicas, civiles, juveniles que ponen su tiempo y recursos al servicio de tantos inocentes, vidas gastadas en amor silencioso que abrazan en las penas, manos que cuidan sin hacer ruido, sin que nadie lo sepa, salvo el que recibe con ternura aquello que necesita.
Hermana Marta García Religiosa Domínica