Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Clasificados
  • Servicios
  • Espectáculos
  • Contraportada

Hombres que llegan a un pueblo

E-mail Compartir

con las últimas fuerzas se puso a escarbar el poste y logró botarlo. Llegaron a repararlo y ahí estaba el viejo.

-¿Y usted, alguna vez se empampó?

-Una vez pasé algo de susto, cuando tenía 16, 17 años, por ahí, me fui al río Loa a pie. Eran como 10 kilómetros, una cosa así. Y no llegaba al río, y miraba y veía pura pampa. En una hora media debía llegar y no llegaba, empecé a asustarme. De pronto, a 5 metros vi el río, que estaba en una quebrá honda, entonces no se notaba. Han encontrado, en aquel tiempo, a nuestros a 20 metros del río, que empezaban a caminar en círculos. Si no hay referencia se ve la redondela del horizonte y uno no sabe donde mierda agarrar, no sabes cuál es el sur, cuál es el norte.

-Aparece en el libro la palabra "aturullaba". ¿Qué significa? ¿Qué le dicen cuándo lo traducen?

-Aturullarse es no saber qué hacer. Se usaba en el norte. Al principio me mandaban fax con las preguntas o dichos que no entendían. Ahora por teléfono no más. Hay varias anécdotas buenas, cuando estaban traduciendo "La Reina…", en Francia, la traductora, que era jovencísima, me mandó un fax con un listado de preguntas. Una era "no entiendo este dicho: irse por el camino de tierra".

-¿Le han pedido glosarios?

-Sí, pero me negué rotundamente. Porque yo leía a los mexicanos y a ellos no les importaba si uno entendía o no, los argentinos igual les importa un rábano. Por el contexto se entiende.

Un premio

"Un hombre llega a Los Dones" es la tercera novela, donde se rodea la herencia mexicana en el norte.

-¿Qué hacía de Pedro Infante tan especial?

-A mí me gustaba más su compadre, Jorge Negrete, pero este tipo tenía un arrastre especial con las mujeres. Cuando se mató en el avión se mataron 20 mujeres en Sudamérica. Era un ídolo.

-¿Por qué decidió homenajear a los fotógrafos minuteros?

-Porque yo tengo un amigo que es fotógrafo al que le dediqué el libro (el mismo que retrata esta entrevista), y él me mostró una vez una máquina de cajón, y me acordé, porque la había olvidado completamente, de una imagen de mi infancia en Algorta. No había ningún fotógrafo en las oficinas, te estoy hablando de los cuarenta, de los cincuenta, de los sesenta. Y una noche pasó por la casa un fotógrafo ofreciendo fotos con su máquina. Andaba por todas las casas. Y lo hicieron pasar y le sacó una foto a la familia, con un flash así incandescente, muy fuerte, con una frazada negra atrás y la familia adelante ahí. Y es la única foto de la familia que hay. Entonces ahí se me ocurrió y empezó a trabajar en la mente cómo crear una historia. A mí me encantó esta frase que encontré de un fotógrafo antiguo, que decía "la foto de estudio te fotografía el traje, la foto al minuto te fotografía el alma".

-Sus personajes siempre llevan sorpresas.

-Un personaje puede ser cualquier cosa menos un tipo aburrido. Para mí, en la literatura, el cuento tiene muchas reglas, el poema tiene muchas reglas, pero la novela tiene solo una: no ser aburrida. Cualquier estilo es bueno menos el aburrido. Mis personajes tienen que tener algo distinto, empezando por el nombre. Ninguno de mis personajes se llama Juan Pérez. Si va a ser un personaje de libro, tiene que tener un nombre distinto. Pero hay que encontrarlo, que vaya acorde con su oficio, con su personalidad, con el lugar donde vive.

-¿Y cómo lo hace para crearlos?

-Yo empecé a fijarme cuando empecé con la "Fatarmorgana…". Me invitaron al sur, a la X región y no le encontraba el nombre a los personajes. Y allá encontré una guía de teléfono con unos nombres preciosos y me traje tres guías y empecé a anotar los nombres en un cuaderno, los que me gustaban por el sonido. Todavía lo tengo, ya casi no lo uso, porque me quedan pocos libros.

-Quién sabe, este tiene más de 300 páginas.

-Escribí 4 en la pandemia. Tengo 2 listos.

-¿Este es su año en el Premio Nacional de Literatura?

-Me postulan y me dejo querer, esta es la quinta vez. Es como buscarle la quinta pata al gato.

-¿Qué es más fácil: inventar una oficina minera o recordarla?

-Más fácil es el recuerdo, porque en el mismo recuerdo inventai algunas cosas pero con base. Para inventar alguna, hay que poner cosas de las que recuerdas. Me gusta más inventarlas, me gusta más lo que se crea en la novela.

-¿Por qué?

-Porque soy un poeta que escribe novelas.

Actualmente, Rivera Letelier, escribe sus historias venciendo al mal de parkinson.

Hernán Rivera Letelier

Alfaguara

320 páginas

$15.000

viene de la página anterior

"Cualquier estilo es bueno, menos el aburrido. Mis personajes tienen que tener algo distinto".

Glenn Arcos

"Un hombre llega a Tricolor"

Adelanto del libro "Hombres que llegan a un pueblo" Por Hernán Rivera Letelier.
E-mail Compartir

Son las cuatro de la tarde y los ocupantes del Ford A, modelo 1927, siguen desnortados. A su alrededor, solo el reflejo azul de los espejismos de agua creados por la reverberación de las arenas ardientes. Momentos antes de perderse, Eva La Scala había comentado que así de azul imaginaba la muerte causada por la sed.

-No se preocupen, somos muy jóvenes para morir -dice ahora Ángel Salomón.

Él tiene cuarenta años recién cumplidos. Juan de Nadie, su monaguillo, gimotea que él apenas tiene treinta y tres. La cantante lírica, Eva La Scala, incorporada a la gira solo cinco semanas atrás, se ve como la más tranquila y se niega rotundamente a decir su edad. Ángel Salomón le calcula entre veinticinco y veintisiete años.

El motor del Ford A, modelo 1927, ha comenzado a humear. No tienen agua para ellos ni para el radiador. En cualquier momento el auto podría dejar de moverse y eso sería fatal. Atisbando el cielo por la ventanilla, la cantante lírica sigue pendiente de los jotes.

-Mientras la sombra de esos pajarracos no nos toque, podemos estar tranquilos -piensa en voz alta.

Los baches, las gibas y las depresiones de la huella de tierra zarandean al auto hasta casi desarmarlo. Ángel Salomón, aferrado al manubrio, ruega que el motor no se vaya a parar, maneja y despotrica contra el calor de mierda de estas peladeras del demonio, contra esta puta huella que se le ocurrió tomar, y contra la mismísima madre que lo parió.

Tendida en el asiento trasero, como si nada, Eva La Scala regaña a su jefe por lo soez de su vocabulario. Mientras, Juan de Nadie, mastodonte de dos metros y siete centímetros, algo tardo de mente, sentado de copiloto, atisba el horizonte sin dejar de rezar.

-Lo más carajo de todo -sigue despotricando Ángel Salomón- es que no sabemos dónde estamos ni para dónde cresta vamos. Si es que vamos a alguna parte.

Atravesando un territorio de pampa trabajada, de pronto el gigante señala algo. Detrás del oleaje de desmontes la punta de una usina brilla como un faro en medio de la tormenta.

-¿Qué es eso? -pregunta extrañado.

-¡Es una usina! -grita el charlatán.

-¡Nos salvamos, carajo, nos salvamos!

Y riendo eufóricos comienzan a azuzar al auto como si fuera un potro:

-Arre, cacharrito, arre.

En el asiento de atrás la voz de la cantante lírica, solo por joder a ese par de machos miedosos de morir, dice que aún no hay que tocar fanfarria, caballeros, que puede ser solo un espejismo. Fíjense que la usina no humea. Pero Ángel Salomón y su monaguillo no la oyen. En esos momentos ellos son unos náufragos divisando la costa.

Un poco más adelante, al subir una pequeña loma, la ven: ahí, a menos de quinientos metros, una oficina salitrera con su torta de ripios y todo.

-¡Vamos, cacharrito! -siguen azuzando al auto hasta llegar a la entrada. Allí, en un arco de latón oxidado, leen:

BIENVENIDO A TRICOLOR

Ángel Salomón, el más conocedor de la pampa, comenta nunca haber oído hablar de esta oficina. Detiene el auto (sin apagar el motor) y dice a su monaguillo que se baje ahí.

Juan de Nadie se baja.

Ángel Salomón saca la cabeza por la ventanilla:

-Attenti al lupo. Averigua lo más que puedas. Nosotrosnos pondremos a trabajar en cuanto lleguemos a la plaza.

A duras penas el Ford A, modelo 1927, entra al poblado y, con el último aliento, alcanza a llegar a la plaza. Ahí exhala su último suspiro. Parece haberse fundido el motor.

-Duró mucho -dice Eva La Scala.