Tienes amigos que van a rendir las pruebas de ingreso a la universidad. Los ves nerviosos, obsesionados con algunas preguntas: ¿qué hago para tener éxito en esa prueba, que ciertamente es difícil?, ¿qué carrera debo estudiar?, ¿cómo puedo estar seguro de elegir correctamente y encontrar la carrera que me hará feliz? Reciben consejos de todos lados y cada vez están más confundidos. "¿Tómate las cosas con calma?" Gran idea, y ¿cómo se hace?; "tú puedes", muchas gracias, amigo, ahora voy a dormir tranquilo; "lo vas a lograr", dime eso cuando no sepa cómo responder unas preguntas; y una infinidad de sugerencias semejantes que muestran muy buena voluntad pero en el momento decisivo parece que no ayudan demasiado.
No sé si ellos estarán dispuestos en este momento a leer algo que no les entra en su prueba. Sin embargo, a ti, que tienes un poco más de tiempo, me atrevo a plantearte estos temas. Quizá te interese escuchar a alguien que ha hecho muchísimas clases en su vida y ha conocido las historias de una infinidad de alumnos, algunas maravillosas y otras muy tristes.
La gente busca una carrera que la haga feliz, y al hacerlo comete un error profundo. No existe en todo el planeta una carrera que pueda, por sí misma, hacer felices a las personas. Nuestro deseo de felicidad es infinito y las carreras son creaciones humanas, limitadas, finitas, parciales. Ellas esconden alegrías, pero también innumerables sinsabores. Una parte de los fracasos universitarios se debe simplemente a que la gente ha esperado demasiado de su carrera y termina desilusionada. Una carrera a lo mejor puede amargarte la vida, pero no le pidas nunca que te haga feliz. La felicidad va por otro lado, aunque otro día hablaremos de eso.
El segundo error consiste gastar un tiempo infinito para responder la cuestión de qué carrera debo estudiar. No pretendo despreciar esa pregunta, simplemente te digo que ojalá la gente invirtiera la mitad de ese tiempo y energías en responder una cuestión mucho más importante: "¿qué tipo de persona quiero ser?"
Digo que es más relevante porque ella sí se relaciona con el problema de la felicidad. Si entre los abogados, los arquitectos y los albañiles hay gente extraordinaria y auténticos rufianes, personas que andan por la vida con una sonrisa y otros que viven amargadas y le echan a perder la existencia a los demás, entonces parece claro que la cuestión de la carrera no es la decisiva.
¿No será más relevante decidir si harás de tu vida un servicio a los demás o pasarás la existencia tan obsesionado con tus cosas que no tendrás ojos para ver al resto? Ahora bien, una vida de servicio a los otros es exigente, exige preparación y ser capaz de muchas y alegres renuncias.
Todo esto te parecerá muy raro, pero te engañaría si no te digo lo que he visto a lo largo de muchos años. La diferencia entre unos y otros, no está en la carrera que eligen y después ejercen, sino en el modo de entender la vida. Soy consciente de que casi todo a tu alrededor te mueve a preocuparte sólo de ti mismo, a pensar que la vida consiste simplemente en pasarlo bien. Con todo, es bueno saber que ese no es el único camino.
El tercer error consiste en obsesionarse con tener éxito en la PAES y no preocuparse de lo que viene después. En las más prestigiosas universidades y en las carreras que exigen muy buenos puntajes hay un número importante de alumnos que fracasan. Les fue muy bien en la prueba de ingreso a la universidad, pero nunca se preguntaron qué habilidades debían desarrollar para tener un buen desempeño académico.
Tú eres testigo de un hecho elemental: está lleno de personas que son buenas para la pelota, aunque una cosa muy distinta es ser bueno para el fútbol. En este caso no basta con tener unos talentos naturales o gozar de un momento de inspiración: hay que entrenar, levantarse temprano, tener un horario. ¿Crees que eso solo vale para los seleccionados mundialistas? ¿No valdrá lo mismo para el estudio y la vida? En esto sí que no conviene equivocarse.