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Asia se apega a la mascarilla pese al fin de las restricciones

Esta semana, Singapur fue el último país del continente que dejó de exigir los cubrebocas como medida anticovid. Sin embargo, millones lo seguirán usando.
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Aunque la mayor parte de Asia se adentra en la fase "endémica" del covid-19, lo que ha significado el levantamiento de restricciones y medidas como el uso de mascarillas, en muchos países el apego al cubrebocas perdura y no se prevé por el momento el pleno "desenmascaramiento".

Singapur fue hoy el último país en sumarse a la tendencia de eliminar la imposición de mascarillas esta semana, que aún se exigían en el transporte público -en Europa, España también eliminó su obligatoriedad en la víspera-, mientras países como Japón no han llegado nunca a imponerlas, solo a recomendarlas.

La exigencia del tapabocas en espacios como autobuses o el metro aún perdura en China, uno de los pocos vestigios normativos de la pandemia en el país después de que en diciembre diera un giro abrupto saliendo de la política de "cero covid" que prevaleció durante casi tres años.

Pero si en algunos lugares, como el caso de España o también Chile en su momento, su retirada ha significado la satisfacción de muchos y el recelo de una minoría, en muchos países asiáticos la "gripalización" del virus no convence del todo, por motivos muy diversos, para deshacerse de las mascarillas, que han llegado -o regresado- para quedarse.

Miedo a contagios

En la turística Tailandia, el primer país al margen de China en registrar una infección en 2020, las autoridades ya solo recomiendan su uso, tras retirar su obligatoriedad en cualquier lugar fuera del hogar en junio, después de la segunda ola de contagios en el país.

Pese al tiempo transcurrido desde el levantamiento de la medida, hay estudios que indican que más de un 97% de tailandeses aún se parapetan tras la mascarilla fuera de casa, frente al 66% de malasios que lo hacen, tratando casi la sugerencia como norma.

Además, la mascarilla ya era un complemento habitual en Asia antes de la pandemia por varios motivos.

Entre ellos, por el recuerdo de epidemias anteriores, como la del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) de 2003, el primer coronavirus mortal que saltó la barrera de especies a humanos, matando a cerca de 800 personas en todo el mundo -sobre todo en China, donde surgió, y en Hong Kong- y expandiéndose por 26 países.

El SARS popularizó el uso de las mascarillas en los damnificados China y Hong Kong, tendencia que no hizo sino aumentar durante los peaks de contaminación que la segunda economía mundial vivió años después, cubriendo en una densa y tóxica niebla ciudades como Pekín y Shanghái hace una década.

Pese a que los niveles de polución han descendido y a que China se ha despedido del "cero covid", la población, aún sacudida por los masivos contagios tras el fin de las restricciones, sigue protegiéndose tras la mascarilla por la calle de forma mayoritaria, al igual que en otros lugares donde su uso es optativo.

Hong Kong, por el contrario, mantiene aún una normativa severa sobre las mascarillas, obligatorias en la calle y tanto en interiores como en exteriores de espacios y dependencias públicas, mientras que Taiwán también dejará de exigir su uso a partir del 20 de febrero próximo.

Señal de respeto

Mientras las mascarillas nunca han sido exigidas en Japón y en Corea del Sur ya no se requieren, las autoridades sanitarias aún animan a la población a llevarlas, sobre todo en espacios interiores, lo que propicia su uso aún de manera masiva.

Además de por las recomendaciones oficiales, en especial tras la reapertura de fronteras de China y el consecuente temor a nuevas cepas, la querencia por los antifaces en Japón también es una señal de respeto hacia la salud y el bienestar del prójimo.

Es, igualmente, una práctica habitual prepandémica en épocas como la primavera, por la alta incidencia de alergias al polen en esas fechas.

Ya sea por prudencia, civismo o necesidad, las mascarillas parecen no tener aún los días contados en Asia, donde la cautela marcó este jueves el anuncio del fin de su uso en el transporte público, el último lugar en el que era obligatoria, en Singapur.

"Nunca sabes cómo será la próxima variante. Así que nos lo estamos tomando muy en serio para asegurarnos de que estaremos mejor preparados para la siguiente pandemia", afirmó Lawrence Wong, primer ministro de Singapur, país en el que ni las altas temperaturas disuaden de su extendido uso en los espacios exteriores.

Corea del sur mantiene la recomendación de la mascarilla, aunque no es obligación.

97% de los tailandeses mantiene la medida de llevar mascarilla fuera de casa, a pesar de que solo es una sugerencia de parte de las autoridades.

2003 el SARS se convirtió en el primer coronavirus mortal que saltó de animales a humanos. Desde entonces, en Asia se utiliza la mascarilla.

Columna

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Descentralización en Chile: el aspecto de la educación

La descentralización en Chile ha sido un tema recurrente en las últimas décadas, y en el último tiempo estuvo presente en la fallida propuesta de Constitución. Posiblemente en el nuevo proceso de este año también se tenga que tocar el tema. De esta forma, la descentralización se vuelve una discusión contingente, pero que aún enfrenta complejidades que obstaculizan su efectiva implementación. La necesidad de una distribución más equitativa de recursos y oportunidades en el país, especialmente en términos de educación, ha llevado a un aumento en la discusión sobre la descentralización.

Es importante destacar que Chile es uno de los países más concentrados del mundo en términos de población, y la población profesional no se escapa de esta regla. Esta concentración de ambos aspectos (habitantes y profesionales) en Santiago ha llevado a una alta competencia por los recursos y oportunidades, y ha generado una diferenciación en la calidad de vida entre las regiones.

Así, existe una relación directa entre el nivel de capital humano y las regiones, ya que el capital humano es una fuente de estabilidad económica, aportando al empleo, salarios, crecimiento económico e innovación. Las universidades, como instituciones de formación de capital humano de alto nivel, son muy importantes en esta relación. Además de formar egresados de mayor nivel educativo, las universidades generan una mayor demanda de este tipo de profesionales y son una fuente de prosperidad, inclusión y desarrollo territorial en las distintas regiones.

La literatura existente en nuestro país concluye también que existe una alta concentración de capital humano universitario en la RM, debido a factores como fuentes de empleo y acceso a servicios básicos. Sin embargo, algunos estudios muestran que existen más posibilidades de vivir en la región de egreso de la universidad, lo cual hace relevante levantar los datos al respecto para el caso chileno, para poder entender la realidad de la descentralización en el país.

Es por eso que cobra relevancia una noticia que quizá pasó algo desapercibida: este año aumentó el número de jóvenes que han optado por matricularse en instituciones universitarias en sus regiones, en lugar de viajar a la Región Metropolitana. Según el ministro de Educación, esta decisión se debe a la atractiva oferta regional y a la pandemia, que ha hecho que los estudiantes prefieran quedarse en sus hogares. Las regiones que han experimentado un aumento en este indicador incluyen Magallanes, Los Lagos, Tarapacá, Atacama, Antofagasta y Arica y Parinacota.

La descentralización es un proceso importante para mejorar la calidad de vida y la economía en todas las regiones de Chile, pero presenta una serie de complejidades que deben ser abordadas. Sería importante que las universidades entiendan este fenómeno como una oportunidad para poder retener el capital humano alto, y no quede como un efecto transitorio. La formación de los jóvenes y la preparación de los profesionales es una herramienta clave para lograr una descentralización efectiva, pero se deben abordar los desafíos que se presentan en el camino. Solo entonces podremos lograr un país más equitativo.

"La descentralización es un proceso importante para mejorar la calidad de vida y la economía en todas las regiones de Chile (...) Sería importante que las universidades entiendan este fenómeno como una oportunidad para poder retener el capital humano alto, y no quede como un efecto transitorio".