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Renovación de licencias

Cámara Baja aprobó un proyecto que permite acreditar requisitos de idoneidad física y psíquica para renovar este documento no profesional. En el país hay diversos tipos de documentos que habilitan para conducir un vehículo.
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La Sala de la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó un proyecto que permite acreditar requisitos de idoneidad física y psíquica para renovar la licencia de conducir no profesional y cuyo objetivo es hacer frente a la renovación masiva de licencias de conducir, situación que afecta a distintos municipios.

El texto precisa que se aplicará a quienes soliciten la renovación de licencia no profesional, es decir, clase B o C, o una licencia especial.

Hay que recordar que nuestra legislación cuenta con diversos tipos de documentos que habilitan para conducir un vehículo, comenzando con la licencia A, que en sus diversos tipos está destinada al manejo de taxis, ambulancias o vehículos motorizados de transporte público y privado. También se incluyen los vehículos de transporte remunerado de escolares y aquellos de transporte público y privado de personas, sin limitación de capacidad de asientos, además de los vehículos de carga de cierto tonelaje.

El texto aprobado por la Cámara de Diputados y Diputadas prorroga además la vigencia de las licencias cuyo control correspondía realizar los años 2020, 2021, 2022 y 2023, es decir, los últimos cuatro años y se entenderán vigentes hasta el día y mes señalados en la licencia respectiva, pero del año 2024.

Pese a las cifras entregadas, hay un tema que ha sido mencionado, pero no abordado en su totalidad, como es la importancia de iniciar un trabajo más profundo y considerar la modernización del sistema de obtención o renovación de licencia de conducir, porque hoy no existe un sistema interconectado entre los diferentes servicios que forman parte del trámite.

¿Cuándo perdimos el rumbo?

Es tan fácil ser un buen ciudadano y tan feo ser un patán. Pero la decisión entre ser el uno o el otro sólo está en cada uno de nosotros.
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Cuenta la leyenda que por varias décadas existieron generaciones que crecieron, fomentaron e hicieron uso de la buena educación, aquello que se llamaba buenos modales y buenas costumbres y que eran parte de la cotidianidad. Hago uso de los verbos en pasado porque cada vez más parece que una persona con estos hábitos o prácticas son casi una pieza de museo o una especie exótica que destaca en medio de la multitud por simplemente ser lo que es, sin poses ni actuación: una persona educada nada más.

De esta conducta que era normal en el convivir diario entre los seres humanos. Hemos pasado al extremo donde los antivalores imperan desde las canciones plagadas de mensajes sexualizados pasando por la ausencia plena del respeto, la empatía y la solidaridad y donde hablar de caballerosidad o hacer algún gesto que apele a este concepto en desuso parece ser una acción que sólo queda para aquellos que hemos lograr vivir entre dos siglos.

Ver de cerca el comportamiento de algunos de nuestros jóvenes, niños, niñas y adolescentes es sumergirse muchas veces en un mundo desconocido, donde los códigos tanto de lenguaje como de vestimenta parecen estar limitados a esos espacios de socialización donde deben ser validados para pasar a formar parte de la masa, el clan o de su grupo etario, acompañado por los respectivos elementos distintivos que marcan a cada generación.

Pero el foco en este momento no está direccionado en los símbolos o signos que dan sello a un momento de la historia, sino como de forma creciente vamos dando por sentado que llegar y no saludar, es normal, que tener un acto de cortesía o amabilidad es visto como un espacio de intromisión, en algunos casos de los espacios personales. Que preguntar por la salud o situación de alguna persona es un acción de invasión a la privacidad y que las manos extendidas para negociar se cierran y se transforman en puños para dar golpes que tienen más argumentos viscerales que neuronales, y así de manera sucesiva cada práctica de buena costumbre tiene una doble lectura social, cuando debería ser una sola.

Esto parece no tener importancia, y cada día nos hacemos parte de estas acciones de manera directa o indirecta, tal vez de manera tácita hemos convenido impulsar una sociedad de indolentes, mal educados (sin ver con temas de estudios), donde el que hable más fuerte es el que tiene la razón y el que haga más uso de sus habilidades para menospreciar al otro se puede convertir en jefe de la manada e imponerse desde la invalidación del que no se defiende.

Entonces, será que podemos poner un poco de pausa en nuestro andar y volver a vernos la cara mientras hablamos, bajar los teléfonos mientras compartirnos la mesa, ser más humanos y menos máquinas, pero sobre todo retomar las riendas de sabernos vivos, reconocernos en nuestros pares y entender que en la medida de lo posible que si la persona más cercana a mí en cualquier entorno está bien eso va a proyectarse en distintas direcciones.

Estamos a tiempo de volver a los buenos días, buenas tardes, a dar gracias y a decir por favor, acompañado de una sonrisa mientras cedemos el paso a un adulto mayor o alguna persona que viene con un niño, es tan fácil ser un buen ciudadano y tan feo ser un patán. Pero la decisión entre ser el uno o el otro sólo está en cada uno de nosotros.

José Luis Franco Montaña

rector Santo Tomás Chillán