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Capacitar para incluir

Una labor de vinculación con el territorio donde vivimos, apoyando en la teoría del cambio, y desde la responsabilidad social atiende las debilidades de sus entornos, las satisfacciones y los resultados iría a la par tanto para quien da como para quien recibe.
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Las brechas sociales y de exclusión laboral son un sello que nos distingue como Región. Pero al mismo tiempo esta falencia se convierte en una oportunidad para el cambio cuando un grupo determinado de la sociedad, decide apostar por el conocimiento y la capacitación y otro se compromete en entregar las herramientas necesarias para consolidar pequeños cambios que se transforman, en algunos casos, en historias de familias que logran superar la barrera de la pobreza, elevar el nivel de educación de sus padres e impactar en modelos de vidas que suman en la construcción de una sociedad más útil.

En este caso y seguramente en muchos otros ejemplos, las mujeres son las que lideran los espacios de transformación, partiendo desde la premisa que son ellas las portadoras de la vida, en primera instancia, y esa fuerza interior las impulsa a superar obstáculos que van más allá de sus actitudes físicas y que va ligado a los hechos de lograr autonomía económica como ser humano, la independencia social e inclusive a sentirse dueñas de sus vidas, porque en muchos casos la dependencia de un tercero minimiza la fuerza de la mujer.

Bajo este paragua, y con la potencia que impregna sólo la feminidad, con más voluntad que con grandes presupuestos estamos intentando desde la educación, capacitar con oficios a las mujeres para desempeñarse en áreas vinculadas al quehacer del país, ajustando el conocimiento a campos que demanda la región.

Una labor de vinculación con el territorio donde vivimos, apoyando en la teoría del cambio, y desde la responsabilidad social atiende las debilidades de sus entornos, las satisfacciones y los resultados iría a la par tanto para quien da como para quien recibe.

Tomo esta teoría porque muchas veces desde las organizaciones o instituciones desconocemos por completo las necesidades de otras personas y sus urgencias más sentidas.

Aclaro, estas líneas no están asociadas a temas de mendicidad o dádivas impulsadas desde la pena, pero si a la responsabilidad social empresarial o corporativa. Porque debemos instar a capacitar, a formar, a entregar herramientas que sirvan para la vida, para aquellos que cuenten con las condiciones que aporten al mercado laboral y dejar los programa de ayudas sociales para quienes corresponda.

Y como la vida es un cúmulo de experiencias y pertenezco a la generación que se formó con trabajo. Soy de los que apuesta a minimizar las brechas del conocimiento y ampliar los espacios de inclusión, apoyando programas de capacitación y formación como los conceptualizados por la Delegación Presidencial de Punilla y ejecutados por las instituciones Santo Tomás. Esta dupla está comprometida en contribuir a cambiar la vida de 100 mujeres en Ñuble.

Cambio que impacta desde ya en 25 mujeres que sueñan con independencia económica, que se sienten valoradas y que saben que son dueñas de sus destinos y el de sus hijos.

Historias son muchas, pero las que han decidido transitar el camino del conocimiento mediante la capacitación para luego obtener una acreditación. Saben que con nuevas capacidades pueden ingresar al mundo laboral, ente ellas reconocen sus vivencias, dolencias y desafíos. Pero sobre todo ahora se sienten incluidas y que la brecha es más corta que ayer.

José Luis Franco Montaña,

rector Santo Tomás Chillán

Una historia de sobrevivencia

El hallazgo de cuatro niños perdidos en Colombia invita a reflexionar sobre respeto a pueblos originarios y sobre la violencia.
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La palabra "milagro" ha sido la más usada luego del hallazgo de cuatro hermanos perdidos por más de 40 días en la selva del Guaviare en Colombia. Los pequeños Mucutuy -de 13, 9, 5 y 1 año de edad- viajaban en una avioneta que sufrió un accidente, en el cual murió su madre. Ellos pasaron cuatro días junto al aparato esperando ayuda; luego, comenzaron a caminar y los encontraron el 9 de junio, a sólo 5 kilómetros del sitio de caída de la nave.

Estaban débiles, pero lograron subsistir comiendo frutos silvestres y gracias al liderazgo de la hermana mayor, Lesly, quien ha sido destacada transversalmente por mantener la calma y aplicar la sabiduría de su pueblo sobre el lugar en que viven. Los niños pertenecen al grupo Huitoto, de la zona amazónica, área amenazada por los problemas del narcotráfico.

La historia completa todavía no se ha escrito y sin duda que hay múltiples aristas para observar, pero de ella pueden desprenderse dos lecciones muy atingentes para la realidad actual de Chile en particular. La primera tiene que ver con respetar y aprender de la relación de las culturas originarias con el entorno en el cual se han desenvuelto por siglos. En este caso en particular ese conocimiento se tradujo en salvar vidas; pero en una mirada más amplia, puede aplicar al contexto extremo del cambio climático adverso.

La segunda, es la urgencia de proteger los territorios de los hechos de violencia que alteran la convivencia, estigmatizan a las personas, empobrecen, las obligan a emigrar y vuelven peligroso un espacio que debiera ser armónico. De hecho los cuatro niños y su mamá viajaban huyendo -de acuerdo a las primeras versiones del hecho- de los disidentes del acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno colombiano, "que reclutan y atemorizan a los habitantes de la zona".

Sin duda que este milagro de sobrevivencia de los niños Mucutuy es una invitación a reflexionar al respecto.