En medio de una generación que ha sido marcada a fuego por las pantallas, lo táctil, lo instantáneo y las respuestas rápidas deslumbran los liderazgos que emergen desde la necesidad de la supervivencia, donde sólo los conocimientos generacionales y ancestrales se transforman en herramientas para preservar la vida. Acompañadas de la fuerza interior que mueve el liderazgo de quien le tocó apostar por la vida en un escenario que para una gran mayoría podría ser un final.
Me refiero a la niña colombiana de 13 años de edad, quien tuvo que liderar la supervivencia de sus hermanos y la propia, luego de huir de los conflictos internos de su país. Auto rescatarse de un accidente aéreo, dejar el cadáver de su madre y hacer uso de lo que había aprendido en su comunidad indígena, junto a su abuela y su madre, para lograr sobrevivir en la tupida y húmeda selva del Guaviare durante 40 días.
Esa niña es la fiel demostración de los verdaderos líderes que necesita esta sociedad. Aquellos que en la adversidad construyen, junto a la desesperanza abren el camino a la esperanza, los que con muy poca edad conocen el verdadero valor de la vida, pero que sobre todo valoran cada fruto que le da la naturaleza y cada sorbo de agua potable que pueden obtener.
Esa fórmula descrita que parece tan sencilla pero al mismo tiempo tan compleja nos ejemplifica que vivir es tan fácil, pero al mismo tiempo todo es tan frágil. Que las decisiones a tiempo, pueden salvar vidas y que niños de 8, 2 y 1 año pueden estar bajo el cuidado responsable de una niña de 13 que conocía su territorio y las bondades de éste.
Esta líder innata olvidará con el pasar de su vida muchas cosas, pero jamás los días en la selva amazónica, tiempo en el que tuvo que tomar decisiones que podía costar la vida de alguno de sus tres hermanos o la de ella misma.
Seguramente pudiéramos hacer una larga lista de conceptos del liderazgo acertado al analizar el actuar de la adolescente neogranadina, pero de todos ellos resaltaría la fe en sí misma, sin eso seguramente ni ella ni sus hermanos estuvieran hoy con su padre.
Cuanto falta nos hace el liderazgo que emerge desde la fuerza interior de cada ser humano, fuerza pura, con objetivos claros, pero que éstos se transformen en liderazgos de impactos.
Tenemos demasiados liderazgos impuestos desde lo político, lo económico y lo social. Líderes que son designados desde la entrega del testimonio, pero dónde están los verdaderos líderes de hoy que deben ocupar los cargos con decisión dentro de una década o tal vez dentro de unos años.
Se están formando al calor de sus propios atributos, fuerza, deseos o metas o sencillamente son cambios de sillas generacionales.
Evaluemos como sociedad a quién le damos el título de líder, si esos liderazgos son propios o impuestos y si somos capaces de distinguir entre los que se mueven con sus propias fuerzas o son simplemente marionetas que bailan al son de sus titiriteros.
Demos la oportunidad a los líderes que son acompañados por valores éticos y morales, a los que demuestra probidad, capacidad, compromiso y que son capaces de ponerse en los zapatos de quienes los acompañan.
Apostemos por líderes propios, evitemos los líderes impuestos y aún más aquellos que intentan pescar en río revuelto y hacer su corona de laurel con las hojas de árboles caídos.
José Luis Franco Montaña
rector Santo Tomás Chillán