Constitucionalismo mágico
Hoy en una realidad enmarcada en un nuevo proceso constitucional y con múltiples necesidades anheladas por los chilenos, las cuales se materializan en seguridad, vivienda, salud y pensiones por nombrar algunas, a alguien se le podría ocurrir que la brillante solución a dichos problemas sería incluirlas en la nueva Carta Magna. En una eventual aprobación de dicha Carta se resolverán dichos problemas debido a que están escritas en el texto más importante de un ordenamiento jurídico.
Esta solución fue pensada por Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Brasil y Colombia; los cuales tenían este sentir de "justicia social" y cambiaron sus textos fundamentales para solucionar problemas estructurales.
Similar fue lo que se pensó en el "acuerdo por Chile" del año 2019 post 18 de octubre de aquel mismo año, en el cual en medio de muchas protestas se reclamaban los derechos sociales ya presentados, pero cabe preguntarnos: ¿Es realmente la solución a todos los problemas que aquejan a las sociedades? Y la respuesta aparentemente es negativa. Datos empíricos muestran que al estipular algún nuevo "derecho social" en una constitución no significa que se hará realidad. Un ejemplo de esto es el artículo 91 de la constitución venezolana, que estipula que "todo trabajador tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir dignamente" y con los indicadores macroeconómicos de dicho país y la crisis en la cual está cursando hace años sabemos que aquello no es así en la realidad práctica. Parafraseando al filósofo griego Arcesilao: "Dónde encuentres que las leyes son más numerosas, también encontrarás que las injusticias abundan más" suena como algo especialmente vigente: parece que entre más artículos tenga una Carta Magna, más problemas trae a la sociedad.
Felipe Jara S.
Exportando educación
Diversificar la matriz exportadora de Chile es uno de los grandes desafíos de nuestra economía. Cuando pensamos en esa meta y en salir de la dependencia del cobre, se suele apuntar a otros productos, recursos o materias primas, dejando de lado un ámbito con un enorme potencial: la educación.
Nuestro país está captando cada vez más la atención de profesionales que buscan dar continuidad a su formación, centrándose en la investigación, aplicada a mejoras en la sociedad. En consecuencia, no es extraño que los programas de doctorado hoy trasciendan las fronteras políticas, al convocar a estudiantes de diversas nacionalidades, quienes llegan a enriquecer el conocimiento con nuevas perspectivas y visiones. Esta dinámica se aplica a nivel nacional, pues, afortunadamente la educación se ha descentralizado, impulsando la movilidad de estudiantes entre regiones y ampliando así las posibilidades de que ellos continúen su trayectoria en diversos territorios.
¿Cuáles son los desafíos? El primero, ser capaces de conectar la oferta nacional con la demanda en el extranjero, y para eso el trabajo articulado entre el sector privado y las entidades de gobierno dedicadas a promover la oferta exportable es clave. Lo segundo, y muy importante, continuar velando por la calidad de los doctorados en el país, conformando equipos académicos de primer nivel, y manteniendo altos estándares en los procesos de acreditación. Sólo de esta forma podremos seguir avanzando en posicionar a Chile como un polo de atracción de talentos que aporta soluciones en pro del presente y futuro de la humanidad.
Dr. Raúl Bustos, académico Universidad de Tarapacá, Arica