El próximo fin de semana electoral se cumplirán 3 años continuos de proceso constituyente o aún más si consideramos que esta etapa del país se inicia con los sucesos de octubre de 2019. Este proceso, qué duda cabe, ha tenido de dulce y de agraz. Se inicia con los difíciles momentos del "estallido social" en que sectores de nuestra sociedad y representantes políticos instrumentalizaron los problemas que sigue enfrentando Chile para incentivar la violencia, la confrontación e intentar incluso un recambio del gobierno que ejercía legítimamente sus tareas.
Entremedio tuvimos nada menos que una pandemia de alcance global y hoy vivimos los coletazos de un gobierno totalmente negligente en la más extensa gama de asuntos que gestiona. Sin embargo, como tantas cosas en la vida, nos enfrentamos a dos alternativas: o abrazamos el pesimismo de seguir en un ciclo de incertidumbre y falta de respuestas o tomamos el desafío del futuro del país con un marco constitucional seguro y estable.
Esto último es lo que representa la opción a favor del próximo domingo 17: cerrar de buena manera el ciclo constituyente aprobando una propuesta seria, elaborada sin estridencia y que aborda los problemas estructurales que hoy aquejan al país.
Es de perogrullo que cualquier chileno, interrogado acerca de qué aflige hoy al país, respondería que es la falta de seguridad, la crisis económica y la crítica situación en que se encuentran los bienes públicos que el Estado provee, como la salud o la educación. En seguridad, la propuesta consagra deberes específicos del Estado en orden a proteger a los ciudadanos, defenderlos del delito y ordenar el problema migratorio.
Para recuperar la estabilidad económica, por su parte, será esencial contar a la brevedad con un marco constitucional y legal claro, mientras que en materia de bienes públicos como salud o educación introduce mayores deberes de solidaridad al interior de la ciudadanía, pero respetando los principios que hicieron de Chile uno de los países más desarrollados del continente, entre los que está la participación conjunta de privados y del Estado para satisfacer las demandas sociales o el respeto irrestricto por los ahorros previsionales de los trabajadores. Además de disminuir la cantidad de parlamentarios, aumenta los requisitos para llegar al parlamento y establece una agencia contra la corrupción, entre otras demandas ciudadanas.
No es casual, entonces, que el gobierno esté entonces en contra. Su aspiración es seguramente agudizar la problemática y la confrontación que alimenta a sus adherentes, pero claro es que la mayoría de los chilenos estamos por que el país recupere su senda de orden, crecimiento y mesura, y aspiramos al cierre definitivo de la discusión que nos tiene divididos y entrampados hace casi 4 años. Para todo ello a favor es lo mejor para Chile este próximo domingo 17.