Mistral y DD.HH.
Terminado el siglo pasado y después de las guerras más terroríficas que ha conocido la humanidad en términos de pérdida de vidas y daños materiales, hoy más de 1.100 millones de personas siguen siendo afectadas por un conflicto armado (el 14% de la población mundial).
Pensando en evitar tragedias como esas, luego de la traumática experiencia de la 2ª Guerra Mundial, la Asamblea General de la ONU aprobó un 10 de diciembre de 1948 la Declaración Universal de DD.HH., un texto que influiría en el desarrollo de la legislación internacional en estas materias. Fue el primero de una trilogía de documentos que configuran la Carta Internacional de DD.HH., que incluye también al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Un tiempo después, una artista chilena -una de las mayores creadoras que ha dado nuestra tierra- era protagonista de la conmemoración de los ocho años de este hito en la historia de la humanidad. "Yo sería feliz si nuestro noble esfuerzo por obtener los DD.HH. fuese adoptado con toda lealtad por todas las naciones del mundo. Este triunfo será el mayor entre los alcanzados en nuestra época", expresaba Gabriela Mistral en un discurso leído en la Sesión Solemne celebrada el 10 de diciembre de 1955, en la Gran Sala de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
La poetisa celebraba la "hazaña civil" que significaba la declaración de los Derechos Humanos, pero también advertía que subsistía todavía un "gesto de tristeza", consciente quizás de que las guerras, los abusos y la injusticias persistían en el mundo.
También encaraba a los presentes en el recinto de la ONU ese día, aclarando que eran unos privilegiados y llamándolos justamente a continuar en la campaña contra los privilegios y también contra la discriminación, "dos cosas que rebajan y ofenden al hijo del hombre". Gabriela tenía claridad de que la libertad y los derechos humanos eran fuente de bienestar para los pueblos, cuestión que está estrechamente ligada con el campo cultural, artístico y patrimonial.
José Albuccó, académico U. Católica Silva Henríquez
Inversión a la uruguaya
Se ha ido generando, de forma lenta, pero estable, un consenso en torno a cómo la permisología se ha transformado en un obstáculo a la inversión y al crecimiento económico. En promedio, toma más de 11 años para un proyecto de desalación y 8 años para un proyecto minero antes de que puedan empezar a generar ingresos para pagar su inversión. En ambos casos, la fase de obtención de permisos ocupa más del 70% de ese tiempo.
El presidente Gabriel Boric enfatiza sobre los proyectos de ley que presentarán para reformar el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental y el proceso de obtención de permisos sectoriales. Sin embargo, aun si estos prosperan, el debate legislativo y la implementación de estos cambios puede tomar muchos años, mientras que la necesidad de reactivación es urgente.
En ese contexto, haría bien el gobierno en mirar a Uruguay, que la semana pasada lanzó una "Ventanilla Única de Inversiones", cuya finalidad es facilitar y optimizar la instalación de inversión extranjera. Se compone de dos etapas: la primera, provee a potenciales inversionistas de toda la información que puedan requerir; la segunda, centraliza todo el proceso de obtención de permisos y solicitud de antecedentes para su instalación.
No debiese ser tan difícil ponerse de acuerdo en la conveniencia de una alternativa como esta, al menos para poder viabilizar los proyectos más urgentes para la reactivación económica y la transición energética, como son la desalación, el litio y el hidrógeno verde. Ya no hay que mirar a Europa para encontrar buenos ejemplos a seguir.
José Antonio Valenzuela, Pivotes