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Francisco Montecinos, chupallero

Una tradición de Ninhue que aún se mantiene viva

En el campo no se puede andar sin uno de estos sombreros y este artesano ha confeccionado innumerables de ellos en casi 60 años de actividad.
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Cuando una persona escucha hablar de Ninhue, de inmediato se viene a la mente Arturo Prat, ya que este héroe de Chile proviene de esa comuna y aún se conserva ahí la Hacienda San Agustín de Puñual, la propiedad donde nació y se crio.

No obstante, Ninhue también es reconocida por otra razón: la fabricación de las chupallas, sombrero indispensable en la vestimenta del campo en nuestro país.

En 2018 las chupallas de Ninhue obtuvieron la Denominación de Origen, ya que la gran mayoría de los artesanos dedicados a fabricar este elemento son de esa comuna.

Cuando Francisco Montecinos Espinoza (74) aprendió la técnica para confeccionar chupallas, a los 15 años, trabajaban en ese rubro alrededor de 130 personas. Con tristeza, sostuvo que en la actualidad no quedan más de 35, siendo un arte que se está perdiendo con el tiempo.

"Cuando era niño siempre me gustó andar haciendo negocios, vendiendo cosas, agujas, hilo, máquinas de afeitar. Como soy inquieto, me fui a Chillán, donde mi hermana vivía y estaba casada con un chupallero, y él me enseñó como hacerlas. Partí pelando cuelcha (trencilla de paja de trigo que se usa en la confección del sombrero) y después comencé a coser", relató.

Cuando su habilidad ya estaba desarrollada, regresó a Ninhue, al sector Reloca, ahí comenzó a trabajar con las chupallas e instaló "su nido", como él dijo. Se casó y armó su familia, con dos hijos.

Montecinos señaló que las chupallas han cambiado en el tiempo, y también su uso. Además de ser una prenda para protegerse del sol o de la lluvia, ahora es apreciada como un complemento del buen vestir en la zona rural. "Ahora se hacen unas muy elegantes, para los huasos corraleros. Uno se pone una chupalla y la cosa cambia", afirmó.

En ese sentido, hay chupallas de todos los precios y gustos. Para niños, adultos y "cabezones", indicó. Los precios también son variables, hay de $25 mil, para el que la necesita para trabajar, y hay algunos chupalleros que han vendido a $500 mil una. El precio promedio puede ir entre los $50 mil y los $70 mil, "para un pituco", afirmó Montecinos, quien aseguró que el interés no decae y se siguen vendiendo.

Pese a sus 74 años, aseguró que no se aburre de este oficio y lo mantiene activo. En las mañanas cose las chupallas, las engoma y las pone al sol. En las tardes les da los últimos detalles. Aseveró que puede dejar listas unos cuatro sombreros en un día.

Su deseo, hoy, es poder escribir un libro acerca de la historia de los chupalleros, anda buscando quien lo puede ayudar en esa misión, porque en ningún caso tiene la intención que esta tradición se olvide.