La maternidad es un viaje glorioso que requiere una tremenda fuerza, paciencia y desinterés. La vida y mi profesión me han dado la hermosa posibilidad de acompañar a muchas mujeres en su tránsito hacia la maternidad, ayudando a que ese sueño de largo aliento se haga realidad.
En esa relación tan íntima y emotiva para las mujeres y sus familias, he logrado entender cuán inmensamente valiosas, valientes, resilientes y solidarias son. Desde el momento en que una mujer se convierte en madre, su vida queda estrechamente entrelazada con el bienestar y la felicidad de sus hijos.
El papel de una madre va más allá del cuidado físico, una madre ofrece apoyo emocional, guía y sabiduría, moldeando el carácter y los valores de la próxima generación. A menudo, las madres son consideradas la columna vertebral de la familia y la base de la sociedad.
Recuerdo a mi mamá, Fresia, presente, paciente, amorosa. Fue un pilar fundamental en mi vida. Me enseñó a leer, me inculcó la disciplina y la importancia de los pequeños detalles. Quienes hemos tenido el privilegio de contar con nuestras madres sabemos lo que han significado y significan en nuestras vidas. Tantas Fresias, Tamaras, Sofías, Marías, Rosas, Lilas, Lilians, Cármenes, Glorias y cientos de nombres hermosos, trabajando, corriendo, sonriendo y abrazando a sus hijos e hijas. Estamos en sus manos, y queremos que así siga siendo, porque son únicas. Nos falta tanto por retribuirles el amor que nos entregan.
Porque ser madre es aún más difícil en estos tiempos, un desafío muy demandante. Las madres sienten la presión de las múltiples responsabilidades que deben enfrentar. Las expectativas sociales son difíciles de alcanzar, y esto genera un profundo sentimiento de culpa. El llamado es a reconocerlas y apoyarlas, brindándoles espacios de comprensión que faciliten su rol en la maternidad.
Por eso, todos los días honremos su existencia, celebremos su entrega y agradezcamos su amor infinito. Porque ser madre es un acto de amor que no conoce límites, y cada una de ellas con su historia, su lucha y su ternura merece ser recordada, reconocida y abrazada con el alma. A nuestras madres, las de sangre, las del corazón, las de la comunidad: gracias por sostenernos, por enseñarnos a volar y, aun así, ser siempre nuestro hogar.
Porque cuidar a las mamás es cuidar a la familia y a la sociedad en su conjunto.
Ricardo Celis,
médico, profesor asistente Ufro