La humanidad del sector público
¿Qué ideal, qué premisa sale afectada por la noticia de las 25.000 licencias médicas usadas fraudulentamente en el sector público? Una de las respuestas más naturales es la indignación por una clara falta de ética por parte de trabajadores del sector público. También, el contribuyente del sector privado resiente su explotación por el uso ilegítimo de los recursos que le provee con su esfuerzo al Estado.
Sin embargo, hay una idea que no suele ser cuestionada en episodios como estos y debiera serlo. Es parte del sentido común la creencia de que los privados actúan motivados por su interés propio, el cual se suele asumir hostil al interés público; mientras que los "servidores públicos" se asumen motivados por el bien común. Bajo esta creencia, cada vez que algo debe ser mejorado o rectificado en el mundo, se concluye que el Estado debe hacerlo.
El episodio de las licencias debe hacernos cuestionar la premisa de la que surge esta respuesta: la humanidad, con sus luces y sombras, está repartida de manera relativamente igualitaria en el sector público y privado; es la misma especie, el homo sapiens, quien habita en ambas esferas. Esta simple constatación es capaz de inspirar mejores políticas públicas, las cuales con más frecuencia deberían consistir en asignarle menos recursos y facultades a los funcionarios públicos.
Lucas Miranda, Faro UDD
Crecimiento económico: más que promesas
El último Imacec refleja una leve recuperación de la economía, con un crecimiento del 2,5% impulsado por la industria y el comercio. Sin embargo, persisten desafíos estructurales que limitan el desarrollo a largo plazo, como la baja productividad, la falta de inversión y el escaso impacto de las reformas en las últimas décadas.
El debate económico no puede reducirse a cifras mensuales o a promesas de campaña, dado que se requieren políticas concretas que fomenten la innovación, la competencia y el empleo formal. La próxima elección presidencial debería enfocarse en estos desafíos con propuestas serias y viables, pues sin un plan claro para fortalecer el crecimiento, Chile seguirá atrapado en la inestabilidad y la incertidumbre..
Gabriela Velásquez Figueroa, Fundación para el Progreso
¿De qué se extrañan?
Los recientes hechos de profanación en el Cementerio General -donde sujetos que incluso asistieron a una misa y un velorio destruyeron tumbas y manipularon restos humanos- han generado escándalo. Pero lo cierto es que no deberíamos sorprendernos.
En este mismo país, el Monumento al General Baquedano y la tumba del Soldado Desconocido fueron vandalizados impunemente y luego retirados y escondidos por decisión política, no por orden de ninguna institución castrense.
Conviene aclararlo: ni el Ejército de Chile era el responsable de su custodia, ni ese monumento le pertenecía. Era -y sigue siendo- un símbolo de la Nación, cuya protección recaía en el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Curiosamente, el mismo ministerio que hoy permite en museos estatales la exhibición de banderas chilenas pintadas de rojo y con la estrella borrada, como si la identidad nacional fuera una provocación.
Y si hoy ese monumento no está reducido a cenizas, es precisamente gracias a que el propio Ejército lo rescató para preservarlo. Pero ya es hora de que regrese a su lugar. Lo que fue retirado con cobardía, debe ser reinstalado con coraje.
Porque cuando los símbolos se esconden y los valores se relativizan, no puede sorprendernos que las tumbas se profanen y la historia se pisotee.
Estos actos no son una anomalía: son el reflejo de un país que ha olvidado el respeto, ha abandonado su memoria y ha confundido tolerancia con rendición.
Christian Slater Escanilla, coronel (R)