Hoy es fácil hablar mal de los gobernantes y de los políticos, creemos que las cosas caen del cielo y con sólo pedirlas se hacen realidad. La sociedad chilena ha cambiado, nos hemos puestos más exigentes, menos agradecidos, más derechos y menos deberes, por eso el respeto en todas sus dimensiones padre - hijo, maestro - alumno, autoridad - ciudadano se ha perdido, ya no es una virtud el ser respetuoso, ¿qué mundo le estamos entregando a las nuevas generaciones?
En el mundo actual la perfección es una tarea a conquistar, como la tierra no es el paraíso podemos comprender que criticar por criticar es amargura que conduce al caos. Es el camino que muchos han elegido, criticar por criticar, otros criticar para destruir, y otros criticar para mejorar. Los indignados sin causa que destrozan todo por el todo. En cambio, los indignados con causa reconocen los abusos, los derechos y los deberes y por tanto se comprometen en la transformación partiendo por ellos mismos. ¿Cómo mejorar el mundo? Para mejorarlo debemos empezar por nosotros mismos: ser hombres con dominio de sí, íntegro, justo, verdadero, recto, coherente y misericordioso.
Por eso hoy los invito a orar por nuestros gobernantes, por los que están y por los que vendrán, para que sean hombres rectos, que comprendan que en sus manos está el destino de toda una nación y de sus ciudadanos, de los más pobres en especial.
Debemos reconocer que esto no es el cielo, por eso antes de criticar y mirar la paja en el ojo ajeno, debo mirar la viga en el propio, por eso me hago más prudente en lo que digo y en cómo lo digo. Criticar para mejorar, exige que me comprometa a parar una difamación, una mentira, una calumnia y por último a distinguir entre lo más básico, a reconocer, que no es lo mismo: lo ví, me lo dijeron, lo escuché.
Entonces, orar por la Patria es comprometerse a erradicar el odio, que es fruto de la venganza desmedida e injusta, muchas veces ocasionada por un envidioso que ve lo que no es o se imagina lo que no ocurrió, alimentada más bien por la tristeza ocasionada por el bien del otro, cuya forma más elegante y sutil es elevarlo para luego dejarlo caer con el famoso "Pero".
Pbro. Alejandro Cid Marchant, Licenciado en Filosofía, Obispado de Chillán.