Crónica Chillán
Si bien la integración escolar -hace algunos años- era mirada como un tema complejo, la experiencia actual se ha encargado de derribar los mitos que existían en torno a ella. Discriminación, problemas de adaptación y la falta de profesionales capacitados; eran los factores que la llevarían al fracaso, algo que no sucedió.
Desde 2012, el liceo polivalente Manuel Bulnes -de la comuna que le da el nombre- imparte la especialidad de Servicios de Alimentación Colectiva a alumnos de tercero y cuarto año medio. Y de manera conjunta, realiza un taller laboral que reúne a 10 jóvenes entre los 17 y 26 años, que presentan alguna discapacidad, física o neurológica.
"El trabajo que hace el liceo Manuel Bulnes es muy importante por dos razones. La primera es brindar herramientas técnicas a jóvenes que quieren seguir la carrera de Gastronomía y quizás especializarse a través de la Educación Superior. E integrar a los niños con discapacidad a la educación formal. Estos chicos han tenido la posibilidad de desarrollarse normalmente igual que sus compañeros, sin realizar distinciones de ningún tipo. Es una gran oportunidad, para su crecimiento e independencia", señaló el alcalde Ernesto Sánchez.
Unidos por el amor a la cocina
Pasión y ganas son los ingredientes principales para un gran cocinero. Y son los que utiliza Gervasio Sandoval, alumno del taller laboral, quien sufre una parálisis cerebral que inmovilizó el lado derecho de su cuerpo. "Ha sido una terapia y una bonita experiencia. Me gusta hacer pan, pasteles y galletas. He tenido una buena relación con mis compañeros y nos llevamos bien porque no nos miran diferente", aseguró el joven cocinero.
Todos unidos trabajan sus preparaciones. Reciben las instrucciones de sus profesoras y dan rienda suelta a lo aprendido. Tortas, dobladitas, cremas de zapallo; nada que se prepare en una cocina escapa a sus virtudes. Sin embargo, su tarea no es sólo de aula, ya que participan de cócteles, coffee breaks y todo tipo de actividades donde requieran sus servicios. En ellas demuestran que lo aprendido es más un arte que una simple labor.
Las asignaturas formales son las únicas que separan por algunas horas a los alumnos de Gastronomía y los del taller. Pero cuando se acaban vuelven a la chaqueta, el mandil y la cofia; donde todos son iguales.
"Uno aprende harto de ellos (niños del taller laboral) y ellos también nos ayudan a nosotros. Nos complementamos como un curso completo, aunque no seamos compañeros en realidad. Nosotros los aconsejamos, porque les cuesta hacer algunas cosas, pero nos ayudan demasiado con todo lo que hay que hacer en la cocina", contó Yulixa Pérez, alumna de Gastronomía.
El amor por la cocina, el cariño y el compañerismo llevó a los alumnos del liceo Manuel Bulnes a romper con las barreras de la discriminación. Ellos fueron capaces de mezclar sus propios ingredientes para llevar a cabo la mejor de sus preparaciones, la inclusión.