Creo que ha llegado la hora de plantearnos seriamente el tema de los liderazgos sociales y políticos, con el fin de buscar una solución a la crisis que se vive en la actual actividad democrática. Es una acción necesaria, como fórmula de ejercer la tan reclamada participación ciudadana.
Si miramos hacia el resto del mundo, comprobamos que no hay ningún país que se escape al problema de la corrupción, especialmente en la actividad política, al ejercer la administración pública. Es como si el dinero fácil produjera una atracción tan fuerte que provocara la degeneración del concepto de democracia. Por lo tanto, cuando tenemos la posibilidad de ejercer nuestro poder dentro de la democracia, como lo es el voto, debemos analizar y elegir a quienes nos ofrezcan mayor confianza, mayor credibilidad y, además, mayor lealtad al propio pueblo que le elige.
Los partidos políticos están como están, absolutamente jibarizados, alejados de los principios fundacionales y, en muchos casos, manejados por grupos con intereses muy delimitados en su favor. Es una generalización facilona, pero debo manejarme en esos términos para que se me entienda bien lo que quiero decir. Especialmente, cuando vemos a gente valiosa que se aleja de la política contingente.
Es el momento de buscar personas, mensajes e ideas nuevos, que propongan alternativas a los problemas actuales y que actúen en forma consecuente. No hablo de edades, pero que tengan la visión clara, basada en principios y valores que nos están haciendo mucha falta.
Y una vez que renovemos esos liderazgos, debemos exigirles que su gestión sea transparente y desarrollada por técnicos reconocidos. Hemos vivido etapas de nepotismo descarado, sin tener la certeza de que la gestión será buena para todos. Cuando el amiguismo se infiltra, basado en falsas lealtades, muchas veces es caldo de cultivo para la corrupción.
El líder político, apoyado en un programa elaborado por su partido y con el consenso participativo de sus afiliados, es el responsable de aportar y conducir tales líneas de actuación. Por su parte, los técnicos deben ser los que lleven a cabo las tareas necesarias para convertir en realidad lo prometido o lo pactado con otras fuerzas políticas, en caso de coaliciones.
Y, por sobre todas estas consideraciones, los ciudadanos debemos estar atentos y en permanente fiscalización, para evitar que se desvíen los objetivos propuestos e impedir, a la vez, cualquier irregularidad.
Miguel Ángel San Martín Periodista.