Han sido muchos los análisis realizados estas últimas dos semanas respecto de la crisis sociopolítica que enfrenta nuestra patria. Paradójico resulta escuchar como nuestros políticos, de izquierda a derecha, se culpan unos a otros y como algunos tratan de sacar ventaja de lo que estamos viviendo, echándose al bolsillo la democracia o tratando de ajustarla como un traje a la medida. De niña recuerdo haber salido a las calles con mis padres, protestábamos porque queríamos vivir en un país libre, sin dictadura, con reglas democráticas. Sabíamos que una democracia madura pasa por el respeto a la expresión de los ciudadanos y que la más igualitaria de estas expresiones se da en las urnas. ¿Pero basta con esto?

Es verdad que nuestro país es desigual en cuanto a la distribución de la riqueza, que hay una serie de derechos que no hemos logrado consolidar para una gran mayoría, que hay quienes prácticamente solo logran sobrevivir ante las condiciones sociales que experimentan, pero aún así hay aspectos profundos en la mente y el alma de los seres humanos que debemos abordar. Ricardo Capponi, psiquiatra, manifestaba estos días la existencia de una malestar adolescente, furibundo, agresivo, con una omnipotencia que los hace sentir que las cosas van a ser más fáciles de lo que son después, y que se traduce en un fenómeno destructivo que algunos grupos organizados canalizan a favor de sus propias convicciones. Claro que hay falta de bienestar, pero lo peor es la falta de bienestar emocional y espiritual. Nos hemos ido permeando de esa idea perversa de que siempre hay alguien que nos quiere dañar para aprovecharse de nosotros y eso es muy peligroso.

Un ejercicio básico para poder mirar a los otros es la empatía. Está en la base de una mirada cristiana. Que seas empático no significa que puedas sentir el dolor del otro, pero sí que puedas acoger al otro y no negarle lo que siente. Reconocer que tiene una necesidad y que esta le duele, la que sea, sin juzgarlo sino aceptándolo.

Todos debemos buscar en qué hemos fallado, los padres en cómo hemos transmitido el valor del respeto, tolerancia y democracia a nuestros hijos; los políticos en cómo han antepuesto sus dogmas e intereses a costa de las necesidades de los ciudadanos. El Poder Judicial que, teniendo muchas veces las leyes y herramientas para aplicar justicia, han buscado también acomodarse haciendo vista gorda ante la delincuencia de algunos. Por último, la Iglesia también debe reflexionar en cómo durante todos estos años tampoco ha logrado vivir coherentemente y se ha alejado de la realidad de su pueblo creyente, hipotecando su credibilidad y, lo que es más triste, sacando a Dios de la vida de tantos que hoy claman a gritos e incluso con violencia la necesidad de esperanza para mirar el futuro.

Paulina Benavente Vargas Psicóloga, Obispado de Chillán.

La ciudadanía ha hablado fuerte y claro, aspira a reducir prontamente las inequidades que tienen en situación de vulnerabilidad a muchos chilenos y esperan que el gobierno comience a priorizar soluciones concretas, efectivas y de corto plazo.

Y mientras el Gobierno del Presidente Sebastián Piñera ha respondido al clamor que se ha hecho sentir masivamente en las calles con una Agenda Social que ha sido consensuada transversalmente con los partidos políticos, el Gobierno Regional en Ñuble también ha adoptado el camino de reorientar sus prioridades de inversión para el 2020, privilegiando aquellas iniciativas que mejoren la calidad de vida de las personas. Por ello durante la semana, el intendente Martín Arrau anunció una reestructuración del Plan Ñuble presentado en febrero de este año por el Presidente, postergando inicialmente recursos que iban a ser destinados a deportes y cultura, entre ellos la iniciativa de reconstrucción de la Iglesia San Juan de Dios.

Existe una opinión coincidente, tanto en el mundo político como entre organizaciones gremiales y de desarrollo local, como CorÑuble, que el foco debe estar puesto en priorizar programas sociales. Así también coincidieron el intendente y los consejeros regionales en una reunión sostenida el pasado martes, en la cual se concordaron ejes como salud, educación, adulto mayor, agua potable rural y caminos entre los que se espera poner énfasis a contar de 2020. En este sentido, la autoridad no ha descartado incluso redireccionar las subvenciones -del 6% del FNDR- para temas de mayor urgencia y resolver demandas de la ciudadanía.

Debido a que en esta repriorización de los proyectos quedarían fuera en primera instancia el mejoramiento de plazas o construcción de edificios consistoriales, resulta relevante que los municipios de las 21 comunas -y sus alcaldes- puedan liderar espacios de diálogo con sus vecinos con tal de canalizar la generación de iniciativas de inversión, de tal forma que estén en sintonía con las urgencias planteadas, ya sea en cabildos ciudadanos o a través del mecanismo democrático del plebiscito, en general muy poco usado en comunas y en regiones para empoderar a la ciudadanía en decisiones de vital importancia como las que hoy se exigen desde las bases cívicas.

Hoy Ñuble se enfrenta a una oportunidad decisiva, al estar ad portas de definir su Estrategia de Desarrollo Regional 2020-2028, la cual -bien orientada y técnicamente bien estructurada- sería una herramienta clave para reducir la brecha de desigualdades en un territorio con múltiples carencias, fomentando la inversión privada para generar empleos de calidad y el emprendimiento para asegurar la innovación como uno de los ejes de desarrollo futuro.

Una vida digna, esa es la petición de los chilenos durante los últimos días de manifestaciones. Una petición que no deja indiferente a nadie y que genera una discusión de la que es imposible quedarse fuera, sobre todo si pensamos que tener una buena calidad de vida debería ser un derecho y no una lucha. Los temas que hoy se están solicitando, se han debatido y analizado durante años, sin embargo la forma en la cual se han planteado, a través de marchas pacíficas por un lado pero actos de gran violencia por otro puede no ser la forma a la que a muchos nos habría gustado. Más allá de eso creemos que después de acontecimientos históricos como los de los últimos días, indudablemente es tiempo de tomar acciones y que todos nos hagamos responsables de mejorar la vida de las personas. No podemos olvidar que Chile adhiere a la Agenda 2030 de la ONU, de Objetivos de Desarrollo Sostenible, donde todos somos responsables de generar los cambios: los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil.

Desde el mundo laboral, pensamos que frente a la gran cantidad de mejoras sociales necesarias, el estado no podrá abarcarlas a cabalidad por lo que el mundo privado está llamado a hacerse parte y aportar. Si bien más de 1.000 empresas se han comprometido a aumentar sus sueldos mínimos y/o a disminuir sus bandas salariales para minimizar la desigualdad al interior de las organizaciones y en el país, creemos que existen más cambios que se pueden abordar para así entregar mejores condiciones a todos los trabajadores.

Es fundamental que las organizaciones y jefaturas entiendan que la legislación existente en el estado entrega el mínimo exigido pero, a pesar de esto, es nuestro deber crear condiciones dignas para nuestros colaboradores y entregar más allá de lo básico. Es importante que en las organizaciones entiendan que los colaboradores, más que recursos humanos, son personas que tienen problemas y necesidades. Personas que se esfuerzan todos los días por hacer posible que tanto nuestros negocios como la economía de nuestro país surjan, pero necesitan buscar en paralelo un bienestar personal y desarrollo junto a sus familias. Las empresas debemos crear espacios de mayor diálogo, donde logremos conocer y empatizar con la realidad de los equipos de trabajo, también tomar medidas y cambios internos en conjunto.

Las empresas tienen tamaños, recursos y capacidades distintas, por lo que tomar medidas estandarizadas no sería lo más adecuado, pero cada organización tiene el deber de reflexionar qué oportunidades de mejora tienen a su alcance. En algunos casos será un salario ético y bandas salariales, en otras serán mejores condiciones en alimentación, transporte, flexibilidad de horario, capacitaciones, seguros de salud, acciones de sostenibilidad, clima laboral y/o reconocimiento a la gestión de sus colaboradores. Con una nueva cultura de hacer empresa, donde las personas realmente estén al centro de las organizaciones, podremos aportar a crear una sociedad más justa.

Por Sebastián Echeverría, Gerente General de Laborum.com.