El 61% de los chilenos gastará menos en regalos navideños, en comparación con el año pasado, según una encuesta de Deloitte. El 73% dejó de adquirir productos que no son de primera necesidad. Un 72% dejó de andar detrás de las marcas más caras. Las tiendas de los malls vieron caer sus ventas en un promedio del 27%.
La desgracia que desde el 18 de octubre se abatió sobre Chile ha significado muertos, heridos, saqueos, incendios, destrucción, incertidumbre, ansiedad y caos. Pero al mismo tiempo provocó un cambio de rumbo hacia el sentido social y mayor comprensión humana de gobernantes y gobernados. En mayor o menor grado, todos hemos entendido que debemos acercarnos más. En relación con esto, existe conciencia generalizada de que las próximas festividades de Navidad y Año Nuevo bajo ningún concepto serán iguales que antes. El consumismo, caracterizado por compras desenfrenadas, parece haber quedado atrás. Un país asolado por violentistas, narcotraficantes, barras bravas delincuentes y barras bravas en general no puede darse el lujo, en menos de un mes, de retornar a la alegría y frenesí propios de las festividades de fin de año. Y menos a comprar y comprar para demostrar afecto, verdadero o falso. Desaparecerán las interminables "listas de compras", la desesperación por comprar regalos costosos y muchas veces inútiles y de adquirir productos para complacer e impresionar a los demás. Quedarán en el olvido los ofertones, las liquidaciones de última hora, etcétera.
Será una Navidad sencilla, qué duda cabe. Y mejor. Sin préstamos de consumo que dejen endeudados a nuestros compatriotas por el año que sigue, sin abuso de las tarjetas de crédito, que no son mágicas, porque igual hay que pagar lo que se compra, más intereses. Nadie deberá incitarnos a asumir compromisos de muy alto costo. Todos asumiremos que se trata de recordar el nacimiento de Cristo y que es una fiesta de los niños, a los cuales él quiso y nosotros debemos amar tanto. Tendremos que volcarnos hacia lo que verdaderamente más queremos: la familia. Comprender que gracias a ella podremos vivir no sólo una, sino muchas noches de paz y amor. Asimismo, que la felicidad es un regalo navideño que se puede abrir durante todo el año. Sólo se necesita la decisión de hacerlo.
Lo ocurrido impulsará la sobriedad que siempre caracterizó a los chilenos. Permitirá recordar principios, valores, sentido y calidad de vida, que no dependen de un automóvil, un computador, un notebook, una joya, un perfume o un celular nuevos. Lo mismo sucederá en Año Nuevo, donde numerosas comunas anunciaron suspensión de los fuegos artificiales. Éstos deberán reemplazarse por fuegos y luces en nuestros corazones, por emociones positivas, que nos impulsen a ser mejores, para que realmente salgamos adelante. Podremos encenderlos a medianoche o a la hora que deseemos. Lo importante es que lo hagamos con cariño y afecto, por los nuestros, por el prójimo, por un Chile y un mundo mejores.
Si se da todo esto, con prioridad por los más desposeídos, podremos decir con sentido la frase clásica de ambas noches mágicas: ¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!
Raúl Rojas, Periodista, académico y escritor.