Dar un abrazo y desear feliz año nuevo, fuera del ámbito familiar, la noche del 31 de diciembre será difícil y sincero, a la vez. Lo primero, porque uno sabrá si está saludando con efusión a uno de los bárbaros integrantes de las hordas que asolaron y destruyeron parte de Chile a partir del 18 de octubre. Lo segundo, porque realmente todos los chilenos queremos que 2019 termine cuanto antes, debido a lo que consideramos un año nefasto. Las esperanzas se depositan en los doce meses que vienen.

Objetivamente, tampoco será fácil olvidar el daño país que hicieron los encapuchados y sin capucha que se lanzaron a las calles para destruir, incendiar, insultar, escupir, atacar a las personas y adueñarse de las ciudades creando un verdadero imperio del terror. El miedo subsiste hasta hoy. Los expertos urbanos afirman que tardarán mucho tiempo en recuperar lo que alcanzó a salvarse. Los especialistas en salud mental sostienen que pasarán años antes de que la ciudadanía se recupere de la ira, el terror y la distorsión de la realidad que provocaron los terroristas, que nunca antes hicieron tanto honor a su nombre.

Así las cosas, la gente deberá esperar la medianoche en familia, con el amor y seguridad de los suyos. Ya no tendrá la oportunidad de salir a aturdirse con festivales masivos de fuegos artificiales, ni con orquestas atronadoras que entonan "Un año más, qué más da/Un año más, que ya se ha ido". Lo cierto es que 2019 no fue uno más. Por el contrario, dejó un sabor amargo de la violencia, al amparo de los que legítimamente protestaban y creían en cambios, pero en el marco del orden y la tranquilidad. La costosa cena en hoteles y recintos de lujo será reemplazada por un modesto pollo con ensalada. El champaña de marca, por un modesto "vino de la casa". ¡Ya era tiempo de regresar a la sencillez y austeridad!

Lo bueno del año que se va es que dejó instalada la necesidad de un cambio. Ojalá la entienda los conductores del país, los "señores políticos", de quienes tan pobre opinión tiene la ciudadanía, según las encuestas. Ojalá las masas entiendan la lección del reciente plebiscito comunal: es mejor votar que arrasar con los bienes públicos y privados.

Son muchas las enseñanzas. Pero que no ocurra lo mismo que ocurre siempre en Nochevieja: al llegar las 12.00, todo el mundo hace buenos propósitos: dejar de fumar, ponerse a dieta, ser mejor padre, madre o hijo, etcétera. Pero, está demostrado por la psicología: en la mañana del 1 de enero, todos ellos están olvidados.

Ésta no es una columna alegre. Pero sí una invitación a mirarnos al espejo, interior y exterior, descubrir quiénes somos y definir, de una vez por todas, lo que queremos ser. Hasta dónde podemos llegar. ¡Felicidades!.

Este fin de año debemos reflexionar respecto de la responsabilidad que nos asiste como sociedad para permitir una convivencia sana y alejada del peligro.

En el camino de los derechos que tenemos como ciudadanos, es preciso recordar y recalcar que nuestra condición también reconoce los deberes que tenemos con el país, con nuestras autoridades, vecinos, familiares y grupos donde nos desenvolvemos como sociedad.

En nuestro caminar diario vamos abriendo paso a las oportunidades y también vamos obteniendo respuestas con nuestras acciones. La espiritualidad y responsabilidad que ponemos en ellas, son precisamente las causantes de los resultados que obtenemos a nuestro paso.

Cuando accedemos a una actitud y acción negligente, nos exponemos gratuitamente a una situación compleja, muchas veces acompañada de dolor. En estas fiestas nos acompañamos de nuestras familias y de las personas que queremos, por lo cual, una acción temeraria, podría perfectamente dañar a quienes más nos importan.

El 2018, como institución, tuvimos que lamentar casi 40 accidentes de tránsito en la región, provocados por la acción negligente de conductores y peatones que no asumieron su responsabilidad en la prevención de estos hechos y que, aún cuando conocían plenamente las condiciones ideales para transitar, escogieron la alternativa del riesgo y del dolor para su familia.

Si bien no registramos personas fallecidas durante dicho periodo, presenciamos accidentes con consecuencias graves, donde se vieron involucrados jóvenes, niños pequeños y personas de la tercera edad, quienes sin duda comenzaron, desde aquel instante, a vivir una vida diferente.

Precisamente ese es el anhelo que como Carabineros buscamos transmitir, un cambio de mirada y de percepción antes de la tragedia, antes de la tristeza de perder a un ser querido y de reasumir la propia existencia de un modo distinto.

En nuestras campañas preventivas hemos hecho hincapié en que la seguridad es tarea de todos; si bien nuestros equipos estarán dispuestos en cada rincón de Ñuble para evitar que los vecinos sean víctimas de delitos contra la propiedad y su persona, es vital que cada uno pueda hacer autocuidado y aportar efectivamente a la prevención.

Sabemos que hay amigos de lo ajeno y personas que no viven en armonía con los derechos de los demás, por lo mismo, nuestro compromiso está con las familias, con el futuro de Ñuble y de su gente; más aún en una época de introspección y donde hacemos nuestro autoanálisis de lo vivido por casi 365 días.

Vivamos la espiritualidad que la Navidad y el Año Nuevo nos invitan a disfrutar, con amor, con responsabilidad, con compromiso y anhelo de un país seguro y una mejor sociedad.

General Mario Sepúlveda Peralta Jefe de la XVI Zona de Carabineros Ñuble

No se trata de ser majadero, pero ya van poco más de dos meses sin que Ñuble tenga un vocero de Gobierno, cargo mejor llamado secretario regional ministerial de Gobierno. Lo anterior sin considerar el breve y traumático paso de Bernardino Parizot, quien estuvo cuatro días en el citado puesto. A lo anterior hay que establecer que trascendió que el Segegob será nombrado durante los primeros días de enero, lo cual habla de una extensión en los plazos que originalmente no estaba considerada y que deja de manifiesto que el nombre que busca el Gobierno Regional aún no está definido, ya sea por falta de currículum y lo que es aún más preocupante por el juego político de estar constantemente evidenciando los "errores del pasado" de quienes podrían llegar a la seremía.

La terna ya estaría definida y en los próximos deberán viajar cada uno de sus integrantes a Santiago para presentarse en La moneda y recibir el visto bueno de las autoridades. Ahora son tres los nuevos nombres que surgen para llegar a la citada seremía, se trata de Leslie Alfaro, quien es actual funcionaria de la seremi de educación y Juan Carlos Rivas, un antiguo militante de Renovación Nacional, partido al cual le corresponde dicho cargo como consecuencia de llamado "cuoteo político". A la lista se agregó Raul Humberto Martínez Gutiérrez, funcionario de la Municipalidad de Coihueco e hijo del presidente regional del PRI.

Eso sí, cabe recordar que hace ya un par de semanas el nombre que sonaba con mayor fuerza era el del periodista y comunicador audiovisual Roberto Venegas, quien habría determinad bajarse de la carrera.

Más allá del nombre o el partido, al ciudadano común y corriente, al ñublensino que gana el sueldo mínimo y que se va en micro a la casa, poco y nada le interesa el partido político de quien asuma el cargo, le importa que su accionar se traduzca en beneficios sociales, aunque en el caso de Segegob esto no guarda mayor relación, pero si deja de manifiesto que el comportamiento político altamente cuestionable en las demandas sociales está lejos de desaparecer.

También hay que hacer el respectivo mea culpa por parte de quienes mueven los hilos políticos de Ñuble de no contar con las personas idóneas lo cual habla de una crisis de capital humano en una región naciente que va a tener que saber crear liderazgos en las filas ñublensinas y no foráneas.