Nicanor Parra Sandoval (San Fabián 1914 - Santiago 2018), matemático, físico, académico y poeta. Nació en la localidad de San Fabián de Alico. Hijo de Nicanor Parra, profesor y de Rosa Clarisa Sandoval, costurera. Fue el mayor de nueve hermanos: Nicanor, Hilda, Violeta, Eduardo, Roberto, Caupolicán, Elba, Lautaro y Oscar Parra Sandoval. Una familia con gran talento artístico, cultores de las artes y letras e influyentes en la identidad cultural de Chile. Han pasado dos años de la partida de Nicanor Parra, el miembro más destacado de la familia que residiera en Chillán en el barrio Ultraestación, en un período de su vida y que falleció el 23 de enero de 2018 a los 103 años de vida. Y cómo no recordar esa romería para estar presentes en su sepelio, bajo el sol de enero, afuera de la Catedral de Santiago, en que cientos de personas queríamos darle un último adiós al poeta de Chile. En aquella fila, no faltaron los chillanejos vinculados al Liceo Narciso Tondreau, donde el vate fue alumno y profesor. Baste recordar que, él fue Hijo Ilustre de Chillán, Premio Nacional de Literatura (1969) y uno de los tres Premios Cervantes (2011), que ha tenido Chile (Gonzalo Rojas, Jorge Edwards y Nicanor Parra).
Conversando con el San Ignacino, hijo Ilustre de su comuna y estudiante de Pedagogía en Castellano y Comunicación de la Universidad del Bío - Bío en Chillán, Esteban Moraga Troncoso, quien tuvo el privilegio de conocer a Parra y compartir con él, un año antes de su partida, hemos meditado sobre lo que significan dos años sin Nicanor y a la vez dos años con Nicanor, porque consideramos que él, está más vivo que nunca a través de su obra, para los que disfrutamos de su poesía. Coincidiendo en que creemos que el poeta será sempiterno. Moraga evoca sus impresiones sobre Parra, señalando:
"Visitar al profesor Nicanor Parra por primera vez el año 2014 y por segunda vez, el año 2016, resultó ser en todo momento una experiencia inspiradora. Recuerdo haber preguntado a los transeúntes con los que me cruzaba, dónde estaba la casa de don Nicanor y no hubo quien no supiera donde vivía. Al llegar, salió a recibirme mi amigo Oscar Camargo, los minutos previos habían sido de gran nerviosismo, pero dentro de la casa del gran antipoeta la cosa cambió. Menú de aquel día: porotos con mote. Nicanor nos habló de sus recuerdos favoritos, de Chillán, de su madre, de Violeta y llegada la hora de retirarnos nos regaló su obra «Temporal» que acababa de salir de la imprenta. Escribió para mí unos versos que se han vuelto mi pan de vida y terminan así: «Que la † no sea de barro, para que no desaparezca a la primera. Que la † sea de sauce, para que siempre vuelva a brotar». Ni siquiera el tiempo podrá borrarme «la impresión que dejó en mi alma», «la luz de aquella misteriosa lámpara»", termina reflexionando Esteban. He conversado con varias personas que conocieron a Parra, que desarrollaron con él una amistad y en todos ellas, al igual que Moraga, he podido observar que se encuentra presente, como un "bajo continuo", la impresión que les causó su personalidad, la influencia positiva del poeta en ellas y lo presente que se encuentra él, en sus conversaciones y vidas.