Muchos hemos vuelto a leer y otros a releer "La Peste" de Camus por estos días, palabras como: Virus, coronavirus, epidemia, pandemia, vacunas, contagio se hacen cada vez más habituales y da la impresión que todos manejáramos perfectamente esos términos en favor de la salud y del entorno.
Veíamos tan lejano a través de la televisión y redes sociales lo que ocurría en China y luego en Europa, Italia y España, pensando que en este pequeño terruño casi rural "no pasa nada" que todo lo malo ocurre en la capital, símbolo del centralismo de un país que deja para después a sus regiones. No lo esperábamos, es cierto, pero ocurrió y hasta hoy somos la segunda región con más infectados.
Ayer, vi a Santiago Pavlovic reporteando la crisis sanitaria en Chillán, y recordé (también tan lejano) a ese periodista de guerra en el Golfo Pérsico y en otras latitudes donde la catástrofe hacía nido. Hoy, volvemos a ser epicentro, no de un terremoto colosal, sino de una guerra por la sobrevivencia, desde este nuevo Orán sin ratas putrefactas, somos la resistencia a un virus que tiene de rodillas a grandes potencias, somos resistencia por tener un gobierno extraviado que reacciona tardíamente a la pandemia, que procura que la ciudadanía se autogestione, porque no existen los recursos para llevar una cuarentena como corresponde y con las medidas de abastecimiento necesarias para "sobrevivir", se les sigue olvidando el pueblo, se les sigue olvidando que somos una nueva región que cuenta con el mayor porcentaje de población rural, se les sigue olvidando que son las gentes de los suburbios de este Chillán los que realizan las labores agrícolas de temporada y que, con el cordón sanitario, no podrán trabajar y por ende no tendrán dinero ni para comprar una migaja de pan ¿qué harán esos habitantes? ¿autogestionarse? ¿Qué les queda a nuestros paisanos? Salir, contaminarse y luego morir, expandir la pandemia lo más que se pueda, para que nos siga doliendo a través de la pantalla las cifras que no queremos mirar.
Finalmente, los problemas de la Orán de Albert Camus, no son distintos a los de nuestro Chillán (sin ratas, por supuesto) el miedo desde el amanecer hasta lo noche, el ruido de los camiones sanitizando, el silencio del toque de queda, el aislamiento, el miedo a morir. Hoy, más que nunca, la imagen del doctor Bernardo Rieux se multiplica y nos da esperanza, esa que en cada llamado del gobierno se decapita. ¿Vamos a morir? Si , pero no hoy, elegimos ser "mortal a tiempo completo" como dice el poeta Fernando May, hoy elegimos ¡Vivir!
Laura Daza Valenzuela Gestora cultural