Una manoseada frase afirma que toda crisis encierra una oportunidad. El problema consiste en definir de qué clase de oportunidad se trata.
Tan peligrosos como los efectos del coronavirus, que amenaza no sólo la salud, sino también la vida de las personas, son los abusadores, que ingresan a saco al presupuesto familiar y personal. Lo hacen sin tener en cuenta el daño que causan a gente de trabajo honesta que aún circula por nuestras cada vez más restringidas calles.
¡Cuidado con estos practicantes del engaño! No les interesa en lo más mínimo los duros momentos que vive la población. Sólo actúan motivados por llevar dinero a sus bolsillos.
Valga la introducción para algunos sinvergüenzas que, en las últimas semanas, se instalaron en las calles a vender mascarillas, alcohol y caramelos contra el coronavirus, todos de dudosa procedencia y ninguna eficacia. Pese a ello, la gente, víctima del miedo, compra, sin fijarse que el "comerciante" recibe dinero, da vuelto y entrega productos "sanitarios", sin precaución higiénica de ningún tipo.
En la misma categoría hay que situar a los que están recomendando recetas caseras "infalibles" para vencer la temida enfermedad. Primero, sugirieron gárgaras con agua y jugo de limón. Resultado: el precio del limón se fue a las nubes. Luego, plantearon que era mejor el agua con vinagre, cuyo valor también subió. No faltaron los que recomendaron el bicarbonato y el vino tinto.
Otros aprovechadores utilizaron su tiempo ocioso hace una semana y hoy están vendiendo harina, azúcar y otros productos de primera necesidad en la vía pública, a precios muy superiores a los normales, por supuesto.
Se trata de mercaderes de la salud y de los temores humanos. También están traficando con ropa de trabajo, delantales, zapatos y gorras "antivirus". Nada les importa. Nada ni nadie los detiene.
Y aunque parezca increíble, en las calles también aparecieron los que ofrecen "test del virus", que, en minutos, supuestamente, detectarían la enfermedad. La gente, mal informada, les compra, sin detenerse a pensar en la falsedad.
Como todo tiene su lado positivo, hay almacenes de barrio que, pese al aumento de la demanda, han mantenido sus precios. Lo mismo ha sucedido con las ferias libres, si bien hay excepciones negativas en ambos campos de servicio.
Raúl Rojas Periodista y académico