Vamos por parte, en estos días una falsa normalidad se ha impuesto, una "normalidad" que nada tiene que ver con lo que conocemos. La subsecretaria de Salud, nos habla de tomar café a dos metros de distancia y con mascarilla, los padres reciben la vuelta a clases como una "amenaza", mientras se levanta la cuarentena frente a la desconfianza y con ello, además de la lluvia, calles se inundan de gente y de agua, buscando, y por qué no decirlo, ambientándose con esta "nueva normalidad" que de normal no tiene nada y que tiene todo de falsas expectativas, en un escenario sombrío y precario, frente a la amenaza constante del contagio y de lo que este conlleva: la soledad absoluta y el aislamiento de todo cuanto amamos y deseamos.
Durante esta semana, a parte de las cifras alentadoras del gobierno, hemos experimentado una extraña forma de enfrentar al dolor humano: la estigmatización de los enfermos por Covid-19, algo similar a lo ocurrido en Japón luego del bombardeo atómico, los hibakusha (denominación de los sobrevivientes) que no gozaban de aceptación plena entre sus compatriotas, como señala Jaime Collyer en su libro Gente en las sombras, así también, señala, un comportamiento similar en el propio Israel con los deportados del nazismo. Si nos transportamos al Chile de la nueva democracia, con los sobrevivientes de la tortura en Dictadura, también ocurre lo mismo, aunque muchos prefieren no hablar de ciertas cosas, por la vergüenza del vejamen, por lo inhumano del trato y el terror a la estigmatización.
Ya instalados en esta nueva normalidad, el escenario no es distinto para los pacientes covid-19 y menos para los pacientes haitianos, que acusan abandono del gobierno (cuando no) y aún más, discriminación por parte de chilenos, pero esto no los sorprende. Lo que sí sorprende es que en tiempos de pandemia mundial "A pesar de sus mejores intenciones, el individuo normal a las víctimas del estigma" y es que incluso, los funcionarios ya recuperados de este virus, manifiestan que al llegar a sus lugares de trabajo, los evitan , aislándolos como si de lepra se tratara.
Hoy, que nos amenazan por todos lados, y en que abril, con sus colores amarillando, ad portas de una estación desconfiada de sí misma, nos ha trasformado en seres nostálgicos de un pasado que deseamos con ahínco. Hoy, que el futuro se perdió del espacio, volvemos a recordar, a desempolvar fotografías y a contar historias, recordar a los abuelos, a los amigos de infancia, a esos olvidados por la preocupación constante de mañana, pero lo que no debemos olvidar es nuestra condición de humanos en extremo vulnerables frente al virus, y que finalmente, es esa, la única condición que nos iguala en este gris escenario.
Laura Daza Valenzuela Gestora cultural y literaria