Crisis sanitaria y protección del empleo
Una de las áreas más afectadas por crisis del Coronavirus será el empleo. En los próximos meses posiblemente se observe un alza sostenida en las cifras de desempleo y un aumento del empleo informal. Desde este punto de vista, el gobierno ha implementado una serie de medidas tendientes a reducir este impacto y proteger las fuentes laborales.
Posiblemente la medida más importante (y polémica) es la posibilidad de suspender la relación laboral en caso que por actos de autoridad (toques de queda, cuarentenas, cordones sanitarios, etc.) se paralicen las actividades y no sea posible seguir prestando los servicios establecidos en el contrato de trabajo. De esta forma, la empresa puede decidir unilateralmente suspender el contrato de trabajo y, por consiguiente, liberarse de la obligación de pagar la remuneración, al mismo tiempo que el trabajar se libera de prestar los servicios. Si el empleador se acoge a esta medida, el trabajador podrá acceder a los fondos del seguro de cesantía y obtener un porcentaje de su remuneración durante los meses que dure el actor de autoridad.
Podrá parecer que esta situación genera un desmedro evidente para los trabajadores, pero si se revisa con detención, consideramos que se trata de una medida efectiva para proteger el empleo y atenuar la crisis económica. En primer lugar, junto con la suspensión del contrato de trabajo, también se prohíbe el despido de trabajadores salvo por la causal de necesidad de la empresa. Es decir, no será posible utilizar la causal de fuerza mayor para desvincular un trabajador sin el pago de las indemnizaciones correspondientes. Esto disminuye la posibilidad de una pérdida permanente de la fuente de empleo. Por otra parte, aunque el empleador se ve liberado de pagar las remuneraciones, esto no aplica para las cotizaciones, evitando un daño previsional para el trabajador. Finalmente, la utilización del seguro de cesantía resulta necesario en la medida que permite palear el desmedro económico y distribuye los costos económicos de la crisis entre todos los actores del sistema, pues los fondos de cesantía se forman de un aporte tripartito entre trabajador, empleador y el Estado.
Estas medidas, a pesar de ser necesarias y apuntar en la dirección correcta, son insuficientes. Particularmente preocupante resulta la situación de los trabajadores independientes. La naturaleza de su labor los hace aún más frágiles ante una crisis de desempleo y no cuentan con la herramienta del seguro de cesantía para sortear estos meses. Ni siquiera podrían echar mano a sus fondos de pensiones (aunque esto resulta una muy mala idea), pues hasta hace poco tiempo no era obligatoria su cotización previsional. En definitiva, el estado tendrá que ir en ayuda de este sector a través de transferencia directa de recursos que permitan evitar una pauperización absoluta de un grupo relevante de la población.
Rodrigo Ruiz Godoy Director Escuela de Derecho Universidad Santo Tomás
¿Y cómo volveremos luego del Covid?
Desde hace algunos años, junto a otros Chef y empresarios, comentábamos que el negocio gastronómico se había convertido en un negocio inmobiliario. Pagar el valor de los arriendos cobrados, más en algunos casos un porcentaje de las ventas, más la decoración e instalaciones y equipamientos, hacía que desde la partida fuera un extraño negocio en el que ganaba quién arrendaba el espacio. Por supuesto, se ofrecía público cautivo a cambio. Claro, pero los costos, alguien tenía que pagarlos, y nos habíamos acostumbrado al pago de valores, que la mayoría de las veces no daban cuenta de la calidad del producto, de la atención; finalmente uno va a un restaurante a vivir una experiencia ¿pero era así?
Existe gente que creyó, que con precios altos podían acceder a un público de mayor nivel económico, olvidando aquel viejo dicho español que dice "el que tiene plata, es porque no la gasta"
Ocurrió con la alimentación colectiva, comenzaron a bajar los precios para obtener o quedarse con grandes cuentas, pidiendo a cambio los contratos de otras áreas, como limpieza o seguridad, pero tirando por la borda el negocio de alimentación.
Hoy en plena pandemia conversando con varios empresarios que han derivado al delivery, como forma de mantener en parte los negocios, también se han encontrado con problemas que son externos a estos: el costo de quienes reparten llega a veces al 30% del valor del producto, o sea, en otras palabras, un socio que no ha puesto nada en el negocio, se lleva todas las utilidades, y finalmente quién termina pagando esto es el cliente, porque la única forma de subsistir para ese empresario es subir los precios.
Debemos recordar que la gastronomía tiene una esencia infinitamente humana, desde los inicios de su historia, el objetivo fue compartir la mesa con el otro, y desde ahí los sueños, las alegrías las tristezas. Tal vez sea el momento de devolver a nuestros restaurantes su identidad humana, fraternal y cariñosa. Dejar de mirar a nuestros clientes, colaboradores, proveedores, solo como un número y volver a la esencia, que es el servicio, que no es otra cosa, que una forma soterrada de felicidad. Tenemos que repensar esta industria, que, a pesar de los distintos gobiernos, ha logrado mantenerse de pie, solo con los sueños, esfuerzos y valentía de cada uno de los empresarios, trabajadores y emprendedores que lo han hecho posible.
Joel Solorza Fredes, Director Escuela De Gastronomía Universidad de Las Américas