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Trabajar contra el narcotráfico

Se hacía necesario adecuar la legislación con el fin de atacar con más fuerza y con sanciones más duras a las organizaciones proveedoras de estas sustancias. El consumo de drogas atrapa a los más jóvenes principalmente, y la venta va aparejada con la violencia, que se toma las poblaciones
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Hace unos días el Gobierno ha presentado el proyecto de ley que -de aprobarse- fortalecerá la persecución y el combate de los delitos vinculados al narcotráfico. La iniciativa modificará la actual Ley de Drogas (ley N.º 20.000) aplicando con mayor rigor la legislación contra quienes los tribunales establezcan que pertenecen a organizaciones de este tipo, y coloca acento en aquellas acciones destinadas a limitar la capacidad económica de esos grupos.

Uno de los problemas de seguridad que más preocupa a la población es el aumento del narcotráfico, por al menos al menos dos razones: el consumo de drogas atrapa a los más jóvenes principalmente, y la venta va aparejada con la violencia, que se toma las poblaciones, naturaliza el uso de armas y crea sus propios espacios y normas en medio de las ciudades.

Entre los principales cambios está posibilitar, en casos calificados, la enajenación temprana de los bienes incautados, sin esperar la finalización del proceso penal como condición para iniciar los trámites. También establece que éstos podrán ser destinados a las unidades policiales que tengan por objeto el combate al narcotráfico, con el fin de optimizar su capacidad operativa y de respuesta. Asimismo, se incorporará a las automotoras y a las comercializadoras de vehículos motorizados nuevos o usados, al catálogo de personas naturales y jurídicas que están obligadas a informar a la Unidad de Análisis Financiero sobre las operaciones sospechosas que adviertan en el ejercicio de sus actividades.

El proyecto de ley que inicia su trámite legislativo aumenta la pena para aquellas conductas que vulneren la integridad de niños, niñas y adolescentes. Por ejemplo, se incrementa la sanción a quienes se valen de menores de edad para delitos relacionados al narcotráfico. Además, permitirá al Senda destinar los recursos obtenidos de los bienes y valores decomisados a programas de prevención y rehabilitación.

La operación de grupos narcos trae consigo el desarrollo millonarias actividades de lavado de activos, por medio de inversiones inmobiliarias, compra y venta de vehículos, entre otros, por lo que se hacía necesario adecuar la legislación con el fin de atacar con más fuerza y con sanciones más duras a las organizaciones proveedoras de estas sustancias prohibidas.

No es castigo de Dios

La realidad, para poder vivirla, hay que aceptarla.
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La pandemia actual, más que otras tragedias, desnuda nuestra fe y también nuestras debilidades. Nos ha despojado de las posibilidades más básicas de alimentar la experiencia religiosa, el encuentro, las celebraciones, las oraciones comunitarias y los ritos compartidos. Al mismo tiempo, en la incertidumbre hace crecer el miedo y la ansiedad. A la hora de encontrar respuestas racionales solo nos encontramos con la impaciencia, que se vuelve enojo y rabia y nos vemos entrampados en callejones sin salida en los que no optamos estar, no nos preguntaron e imposibilitan nuestros sueños y proyectos. Tiene rostro de castigo pero no causa. Nada hicimos para pasar por esto, no lo merecemos. Lo peor de esto es que la infección del virus da ocasión a otra pandemia, la que enferma nuestros espíritus, debilita la fe y atrofia la relación con el prójimo.

Parece que no queda nada, para un creyente no encontrarse con otros, no tener los templos para celebrar, no alimentarse de aquello en lo que cree es un sentimiento de gran vacío. La biblia trae ejemplo de experiencias dolorosas en que el ser humano se dirige a Dios en medio del sufrimiento y con el corazón amargado o endurecido ¿Por qué nos tratas así? ¿Por qué nos pasan estas cosas? ¿Será que Dios nos castiga? ¿Si rezamos nos ayudará Dios?

La realidad, para poder vivirla, hay que aceptarla. Negarla, irse en contra, solo aumentará la desazón, el sentimiento de impotencia y frustración. Pertenecemos a este tiempo en que un virus escurridizo y casi anónimo nos ha desestabilizado. Pero no es castigo de Dios, todo lo que conocemos de Dios es ternura, bondad, amistad y cercanía. El virus circula por la negligencia humana y solo lo manejaremos con un convencido, responsable y riguroso comportamiento sanitario. Dirigir oraciones, sí nos ayudará, a quien la hace y a quienes nos rodean, al mismo tiempo, tenemos que poner nuestras capacidades y hacer aflorar nuestras mejores virtudes para vivir la vida de este tiempo, nuestras vidas.

Sanar o gestionar la pandemia soluciona solo una parte de nuestro drama. Las preguntas profundas también necesitan respuestas y, he aquí, que necesitamos crecer en nuestra interioridad, en aquello que logra dar una dirección a nuestras vidas. Podemos llamarla experiencia religiosa, sentido de trascendencia, fe, espiritualidad, como queramos lo que no podemos dejar de hacer es provocar su crecimiento y eso se hace con silencio, reflexión y con la profunda convicción que cada uno puede ser aporte y ayudar a otros, solos nunca podremos avanzar. Estamos hechos para el encuentro la relación y compartir la vida con los demás, en comunidad, a ser sociedad. Dios nos acompaña, no castiga. Si él no lo hace no lo hagamos nosotros. Hay muchas personas que nos han regalo heroísmo en cosas simples, basta de seguir contemplando y quedándose solo con lo malo, juzgando los errores de los que algo han intentado, no seamos nosotros los castigadores sino parte de aquellos que, prolonguen el alivio de los que estén sufriendo.

Luis Flores Quintana, sacerdote diocesano

El trabajo colaborativo es indispensable

El apoyo mutuo entre los expertos debe ser un peldaño basal en la tarea que se desarolla.
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La pandemia del COVID-19 es una emergencia sanitaria que implicó la realización de importantes ajustes y medidas extraordinarias en todos los sectores de la sociedad. En nuestro país, llevamos dos meses sin clases presenciales para nuestros estudiantes, situación que obligó a las comunidades educativas a generar procesos de ajuste en las prácticas pedagógicas, diseño de estrategias de trabajo y promoción de diferentes formas de comunicación entre los agentes del proceso de enseñanza aprendizaje.

Todo en pos de que la situación perjudique lo menos posible el desarrollo de habilidades y actitudes, junto al progreso en el aprendizaje. Esto cobra mayor relevancia para quienes presentan Necesidades Educativas Especiales (N.E.E), ya que involucra acciones de coordinación, adecuación y trabajo colaborativo entre los miembros de las comunidades educativas.

Es importante que las unidades educativas sistematicen prácticas cotidianas en torno a la comunicación, cooperación y trabajo interdisciplinario entre profesionales de la educación, como profesores y educadoras de párvulos y los asistentes de la educación, como el fonoaudiólogo, psicólogo u otro profesional que tenga directa relación con los estudiantes con N.E.E según su diagnóstico.

Esto, debe constituir un recurso central para los procesos de planificación y diversificación de la enseñanza; es importante que se sigan llevando a cabo instancias de colaboración por vía remota o no presencial, definir espacios, horarios y participantes de acuerdo a las realidades y plantas de cada establecimiento, donde en conjunto, se diseñen acciones y se definan ajustes orientados a dar respuesta educativa de manera consensuada entre el equipo de trabajo, aspectos que necesariamente se deben dar en educación especial, ya sea en escuelas especiales como en escuelas regulares con programas de integración escolar.

Lo anterior, configura un gran paso en dirección a garantizar el derecho a la educación para la diversidad, no sólo en el contexto de la pandemia, sino en cualquier realidad. Sin embargo, hoy refleja más que siempre el compromiso adquirido por las escuelas y los profesionales. El apoyo mutuo entre los expertos, el abordaje conjunto de acciones en el diseño y adecuación de estrategias de trabajo, debe ser un peldaño basal para que, posteriormente, cada escuela o liceo, de acuerdo a sus posibilidades y contextos específicos, determine la forma de llevar o hacer llegar estas acciones a los estudiantes y las familias para quienes fueron pensadas, haciendo lo posible por asegurar la recepción de recursos materiales de trabajo, para lo cual, previamente se debe hacer un panorama respecto a las opciones de las familias de la comunidad, para el acceso a la información.

Rodrigo Herrera Oñate Docente Fonoaudiología UST.