Alemania ha sido uno de los países que ha concitado el interés de la población mundial, por su pragmatismo y efectividad en su lucha contra la pandemia. Ángela Merkel, la líder del gobierno alemán, en su discurso de marzo 2020, dejó establecido el principio rector de como la sociedad unida enfrentaría la grave crisis sanitaria.
Primero transmitió el nivel y profundidad de los efectos de la pandemia sobre la vida pública de la nación. Lo que se consideraba normal en la interacción social previo a la pandemia, había sufrido un cambio radical y permanente. "El coronavirus está cambiando la vida de nuestro país en forma dramática", fue la sentencia de la Canciller, equiparando los desafíos comunitarios al nivel de lo que se vivió durante el proceso de reunificación de Alemania.
En segundo lugar, reafirmó la importancia de la democracia para enfrentar la emergencia y sus consecuencias posteriores. Para ello refirmó su compromiso y el del Gobierno Federal de conducir la crisis con transparencia en las decisiones políticas, sociales y económicas.
En tercer lugar, transmitió a la población que serían los primeros en estar involucrados e informados de las acciones de política. Para ello, asumió el compromiso no solo de explicar las medidas sino también de justificarlas y comunicarlas en un lenguaje que fuera comprensible para la nación.
En Chile hemos fallado en cada una de las directrices que el gobierno alemán, en forma acertada, asumió como prioritarias desde el primer día. Las consecuencias de lo que hicimos mal, están a la vista. El sectarismo y el individualismo han sido los peores aliados para nuestro esfuerzo en conseguir la unidad en momentos que la población enfrenta más dudas que certezas tanto en la profundidad de la crisis como en sus efectos posteriores.
La comunicación que emana del ejecutivo, responsable de alinear los esfuerzos colectivos para enfrentar la crisis y sus consecuencias, es confusa y contradictoria. El poder legislativo, donde están representadas la mayoría de las sensibilidades políticas y sociales de una nación democrática, trata de hacer su tarea tensionado por la asimetría de información, el sectarismo, el individualismo y un sistema presidencialista brutal que brega por eximir al presidente de la falta de unidad nacional.
Cuando arrecian las preguntas y la preocupación de los chilenos y chilenas sobre cómo seguir adelante, hago un enérgico llamado a la unidad. No es la primera vez que Chile llama a sus hombres, mujeres y personas de diversidad de género, a trabajar unidos en conseguir una fuerza viva para resolver los problemas urgentes y construir el Chile del mañana.
Debemos recordar que la recuperación de la democracia y la reducción de la pobreza, considerados como los mayores hitos del Chile contemporáneo, fueron producto de la unidad. La recuperación de la democracia no hubiese sido posible sin el formidable acuerdo social que surgió en medio de la brutal represión a nuestro pueblo. La significativa reducción de la pobreza no hubiese sido posible sin el amplio consenso que Chile no es propiedad de algunos, es de todos.
Felipe Harboe
Senador