Uno de los escritores chilenos vivos más universal es Alejandro Zambra (Santiago, 1975), Por ejemplo, su novela "Bonsái" fue publicada por la editorial española Anagrama y traducida a veinte idiomas. Luego, el director Cristián Jiménez llevó al cine la historia de una pareja de universitarios en Valdivia y fue aplaudida en Japón. Después el autor publicó "Formas de volver a casa" y "Tema libre", entre otros textos, así como relatos en The New Yorker y The Paris Review.
Zambra ahora vive en la capital mexicana, junto a su esposa y su hijo, Silvestre, de dos años y medio, a quien "a veces nos lo peleamos, porque es mucho mejor estar con él que estar frente a la pantalla mirando cuántos son los nuevos contagiados" por el coronavirus. "Con él, el mundo está ordenado", afirma el escritor que en marzo, a horas de subirse al avión para presentar su novela "Poeta chileno" en Santiago, vio cómo se cerraban las fronteras y la posibilidad de regresar al español de Chile, ese idioma que hablan él y sus personajes.
-Hace unos días hubo un temblor de 7,5° en Oaxaca, ¿te recordó acá?
-Aquí funcionan las alarmas sísmicas, o esa vez funcionaron, entonces es como un 'viene, viene, viene', aparece la alarma y no sientes el terremoto. Es muy raro, porque es como que te lo avisaran. En el momento estaba con mi hijo, lo tomé y caminamos a la esquina y creo que hasta él se entusiasmó con esa cantidad de gente, una imagen rara para estos días. Ahí vino un sacudón muy fuerte, pero acá en el DF no fue gran cosa, en Oaxaca, sí, aunque acá tiembla menos. Hay terremotos, pero no está esa sensación de temblor constante que tenemos en Chile, donde es muy raro que pasen seis meses y no haya uno fuerte.
-¿Qué hizo Silvestre?
-Los niños en general no se asustan, más bien les parece divertido. De cuando chico me acuerdo de eso: una vez chocamos con mi mamá y mi primera sensación fue "oh, qué genial". Después caché que tenía sangre en la cara, aunque mi primera sensación fue de vértigo y diversión.
- ¿Cómo es criar a un hijo ahora en pandemia?
-La pregunta quizás es ¿cómo lo haces sin un hijo? Porque cuando estoy con él, está todo bien. O sea, tienes un rol (de padre), está el espacio del juego absolutamente abierto y tenemos la suerte que él es bien divertido y ya habla más mexicano que cualquier persona alrededor, su influencia me ha cambiado más el acento (ríe). Mi suegra vive al lado y también nos ayuda mucho, entonces entre los tres a veces nos peleamos a Silvestre, porque es mucho mejor estar con él que frente a la pantalla mirando cuántos contagios van, el mapa en tiempo real. Me parece muy angustiante, pero lo hago todo el tiempo. Con él es mucho más divertido y el mundo está ordenado, porque lo proteges de que no se caiga, se ría, todo tiene sentido y es muy difícil distraerse de eso.
- ¿Qué has aprendido junto a él?
-Suena como chiste, pero no es chiste: la cosa más maravillosa que he vivido es asistir a su adquisición del lenguaje. Me ha hecho pensar cómo se forman los paradigmas, el humor, la sensibilidad, el amor por las palabras. Por ejemplo, un día le puse la canción 'Me cortaron mal el pelo' (31 Minutos) y me dice 'esto suena un poco como blues' ¡¿de dónde sacó esa frase?! No sé en qué momento aprendió eso. Igual pasa al revés: estábamos jugando con unas masas, me pidió el rodillo, lo fui a buscar y le dije que en Chile eso se llama uslero y me mira y responde "bueno, acá en México le decimos rodillo". Súper mala onda pos.
-A fines de abril diste el taller "Cómo no enseñar a escribir", para revisar a la inversa el proceso creativo. ¿Has dictado otros cursos durante la pandemia?
-Sólo di ese, que un poco lo voy a replicar en (la escuela online) Fuentetaja, porque me interesaba reflexionar sobre los talleres, pero talleres propiamente tal no he hecho. Lo que sí he hecho mucho, mucho, mucho es ir a cursos de otras personas y clubes de lectura, como uno en la Biblioteca Nacional Digital donde revisaron "Formas de volver a casa". En general siempre acepto las invitaciones, porque todos tenemos necesidad de conversar, entonces me parece muy valioso aprovechar esta muleta del Zoom: se siente tan falso, pero permite algunas cosas.
-La literatura y el encierro se llevan bien, pero en este confinamiento obligado…
-Es muy valioso que (a través de Internet) puedan construirse espacios nuevos, creo que algo de eso va a quedar, aunque pienso que lo mejor siempre es el contacto, más ahora que estamos todos con una sensación de pérdida constante. Por otra parte, me parece que hay temas muy literarios que se masificaron, porque todo el mundo está pensando en el encierro, el privilegio de encerrarse, y el que estés obligado a mirar con tal intensidad el espacio donde vives hace aparecer temas como la espera, la búsqueda, la incertidumbre, que se liga a este pensamiento constante de "el yo y el nosotros": ese es el tema de la literatura, cómo se relaciona el yo con el nosotros. (…) En México y Chile estamos acostumbrados, tristemente, a los desastres naturales y, sin embargo, nadie está preparado para una espera tan larga. La espera no ha pasado, esperamos, en presente, y también aparece esa obsesión de qué vas a hacer después: es muy brutal el momento en que te das cuenta que sólo estás construyendo esperanzas.
-¿Has escrito algo? Porque mucha gente dice que no se puede concentrar en este clima.
-Escribí un cuento y algo de poesía, pero entiendo la situación. Aunque para mí escribir es un hábito, si lo perdiera, perdería estabilidad, es como que no me tomara la pastilla. Entendería menos de lo poco que entiendo.