CHILE Y CHINA MANTIENEN PENDIENTE EL PUENTE EN CULTURA GASTRONÓMICA
COCINA. Hay quienes sostienen que las sopaipillas se venderían bien en el gigante asiático, aunque no almuerzos típicos como el charquicán o la cazuela.
Pese al medio siglo de relaciones políticas, comerciales y culturales, Chile y China todavía no consolidan sus lazos gastronómicos, un terreno aún pendiente para explorar, ya que la cocina chilena aún no consigue ser reconocida por los habitantes del gigante asiático.
Al ser consultado por la agencia de noticias Efe sobre cuántos restaurantes chilenos hay en China, el chef Francisco Araya respondió, entre risas, "diría que cero", porque "Chile no tiene una cocina reconocida a nivel mundial", como Perú, cuya gastronomía cuenta además con evidentes vínculos con el país del sol naciente.
Araya, quien consiguió una estrella Michelin durante su estadía en Japón, explicó que "los que conocen de comida chilena acá son chinos que han viajado a Chile", pese a que, reconoció, la comida es un "plus" en las relaciones internacionales, como es el caso de la centolla: "A los chinos les encanta, y acá es carísimo. Cuando vas al sur de Chile y ves que puedes comprarla fresca por una fracción del precio, atrae mucho".
ASADO más QUE CAZUELA
Los chinos, detalló Araya, también disfrutan mucho del asado, no sólo porque "les encanta la carne" sino también por el sentido comunitario, idéntico al del "hot pot: sentarte con un grupo de gente y bromear, beber, comer".
Este deseo de convivencia también juega en contra de algunos platos chilenos como la cazuela: aparte de que los chinos "no son de platos tan pesados como nosotros", apuntó el chef, "si no son platos para compartir también les choca un poco".
"Un charquicán no funcionaría, y yo tengo que ser consecuente con el mercado. No lo pondría en un menú", concluyó el cocinero.
En esta idea coincidió Arturo Sims, restaurador y consultor chileno residente en Hong Kong, quien dijo soñar con abrir allá un restaurante de comida chilena: "Claro que hay mercado. Pero hay que comprender el paladar y la cocina local".
Para Sims, la principal similitud está en las sopas, aunque otros platos que podrían venderse bien en China son las sopaipillas o algunos postres, aunque ninguno con manjar, porque es "demasiado dulce".
"En ciudades grandes, con mucha cultura internacional, sí se podrían colocar cosas más auténticas, si no, tienes que adaptarlas. Sobre todo la presentación: si el plato no es bonito, no van a pedirlo. Por eso, las humitas no funcionarían", sentenció el restaurador.
Con tinto
Sims ha trabajado en cientos de proyectos en China, llegando a la conclusión de que tanto la china como la chilena "son cocinas de origen pobre" debido a que, históricamente, en ambos países "no había gente con mucha plata".
Sin embargo, en el Chile actual, explicó Araya, ya se han incorporado ingredientes como tofu o diente de dragón, por "la imagen de que los salteados chinos son más sanos", junto con que los restaurantes chinos en Chile ya sirven una versión "a la china" de la empanada de queso con camarón.
El cocinero también observó lazos entre los pescados en sopa de Ningbo (este) y del sur de Chile, aunque en Asia "usan jengibre, soya, un poco de vinagre, y nosotros usaríamos limón y sal". Esta similitud, a su juicio, también se da entre los "dumplings" (masas, a veces rellenas, cocidas al vapor) chinos y las empanadas, aunque en esta dicotomía destaca el maridaje con un cabernet sauvignon.
Araya celebró, asimismo, que en China "se ve vino chileno por todas partes", pero las dudas sobrevienen para encontrar brebajes apropiados ante cocinas más picantes, como la de Sichuan, donde convendría "quizás un vino más ligero como un pinot, o un blanco más potente".
Al respecto, Dominic Cheng, vicepresidente de la Cámara Chileno China de Comercio en Hong Kong, planteó sus propuestas: vinos blancos, como el chardonnay, para acompañar mariscos; y tintos como el carménère, para el pescado frito, o pinot noir, para servir junto a un pollo con verduras y salsa agridulce de melocotón.
50 años de relaciones diplomáticas unen a Chile y China, desde 1970, en el Gobierno del entonces Presidente Salvador Allende.
2005 Chile firmó el Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, siendo el primer país latinoamericano en establecer este tipo de acuerdos.