Un informe publicado por la Real Academia de la Lengua Española (RAE) señaló que las palabras más usadas este año fueron cuarentena, pandemia, coronavirus, contagio, distanciamiento, mascarilla, teletrabajo, asintomático e incertidumbre. Y no resulta el desacuerdo con la elección, pues lo que se dice da cuenta de la realidad que se vive y, en un año marcado por el coronavirus, imposible un listado muy distinto.

Sin embargo, también se podría agregar otras a ese grupo, que describen cómo fue la vida este 2020: equipos de salud, salvoconducto, toque de queda, clases a distancia, reuniones virtuales, encomiendas, pedidos a domicilio y todo online, que es un barbarismo (viene de otra lengua), pero internalizado para la herramienta que salvó las actividades que no se pudieron presenciar, ni compartir, físicamente.

Para Chile en general, solidaridad, plebiscito, bonos y retiro (10%). Además de algunas que también acompañarán 2021, como Constitución, candidatos, convención , elecciones y gobernadores regionales. Estas dos últimas requieren, eso sí, más inclusión en las conversaciones públicas, para empezar a formar parte de la vida cotidiana y abrir la puerta a la descentralización, otra bien conocida acá, pero no tanto en Santiago. Lamentablemente, en el país y nuestra zona las personas también debieron repetir cesantía, pobreza, quiebras, crisis, estrés, agobio y otras más tristes como muerte, seguida de "adulto mayor", en la mayoría de las menciones.

Estos son algunos de los términos que cruzan las noticias nacionales. Ellos marcaron las noticias locales y nacionales ocurridas en estos doce meses, hacia las cuales miramos desde la perspectiva del tradicional recuento del último día de diciembre. Ya comenzó otro calendario y con él llega la posibilidad de escribir informaciones usando un vocabulario que no obviará dolores; pero que también debiera incluir esperanza, reactivación, desafíos, inversiones, innovación, planes, proyectos, vacunas.

Con esa mirada, desde el balance anual y en este espacio, entonces, nos permitimos palabras de saludo, cariño y agradecimiento sincero.

Para despedir el año 2020, a dos años de la histórica instalación de la región de Ñuble, en un año tan inesperado para el mundo, en que por primera vez hemos estado en todo el orbe conocido, afectados por una pandemia universal que ya casi se ha llevado consigo dos millones de personas, he querido reflexionar en qué regalos necesita la patria chica, especialmente la capital regional. Según mi criterio serían los siguientes:

Ñuble necesita experimentar unas elecciones democráticas, con candidatos idóneos, capaces y fortalecidos por una sólida formación, con valores universales como la solidaridad, el bien común, la transparencia, la probidad y la honestidad.

Este territorio necesita de inversionistas que rompan con los paradigmas de zonas de rezago, de patio trasero, de región semi abandonada en décadas anteriores, con éxodo rural, con alta deserción escolar, entre otras características e instalen industrias alimenticias y empresas que inviertan en bienes de turismo patrimonial y natural.

Ñuble necesita de autoridades que conozcan y valoren su historia y patrimonio material e inmaterial, para que desde esa premisa se ejecuten planes y programas de desarrollo regional.

Chillán, la histórica capital regional, requiere de un plan regulador que respete el patrimonio y tenga como ejes prioritarios conservar las cualidades de ciudad amable, para sus habitantes, incluyendo zonas de resguardo patrimonial, delimitadas.

En el ámbito cultural la región necesita destacar sus valores humanos, como modelos a seguir, a través de premios regionales en los ámbitos de la cultura, ciencia, agricultura, tecnología, etc. No postergar la inversión en cultura, lo que es nefasto para tantos cultores de esta tierra pródiga en creatividad.

En el ámbito histórico, la región necesita de un más decidido y claro apoyo a la investigación histórico-cultural, aparte de las publicaciones universitarias FNDR y FONDART, que son muy limitadas en publicaciones y difusión. Se necesita ampliar el radio de difusión, desde otras instancias como el mundo privado, dado que lo existente es insuficiente.

Existe un esfuerzo personal de algunos historiadores por investigar y publicar, pero con todas las limitantes conocidas. Falta, sin duda, que la empresa privada, vea en la difusión histórico - cultural una inversión que redundará en prestigio y vanguardia para su empresa y no en un gasto. Considero que, la responsabilidad social con un territorio que les otorga dividendos económicos, debe manifestarse en devolver a ese mismo territorio, conocimiento, historia, cultura y rescates patrimoniales para sus habitantes.

Alicia Romero Historiadora

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