Escribir poemas de amor, es casi un anacronismo, algo cursi y pasado de moda, una oficio antiguo, un recuerdo de algo que solía hacerse hace años.
El libro de Edgardo es un poemario de amor, completamente de amor y de ausencias, recopilado en los años póstumos de su partida, escrito por la cercana compañera de vida y porque no decirlo, de muerte. Es en esa delgada línea donde se gesta esta poesía genuina, abarrotada de dolor transformador, nada duele más como la ausencia, y no existe cambio sino a través de él. El dolor es una maquina irremediable y transformadora, como también lo son la rabia y el miedo. Maritza Aburto, su compañera de viaje, ha dispuesto esta historia escrita en verso, en tiernos versos que se contraponen a la desgarradora presencia de Edgardo en los lugares comunes que habitaban juntos, como siameses espirituales "Le he dado vida / y me ha devuelto muerte".
Idea Vilariño, escribía poemas de amor, y tuvo la valentía de dedicarlos por completo a su dueño (Juan Carlos Onetti) la poesía debe ser universal, escrita desde el mismísimo universo personal, tiritando por dentro, cortando las vísceras, con la garganta apretada y en silencio, llorando por dentro sin el más mínimo sosiego, acabándose en la soledad, desmintiendo la belleza de ese sentimiento que propone cambiar el mundo y a los seres humanos en sus totalidades. El amor, sospechoso de todas las crueldades y testigo de aberraciones, vuelve a tomar su lugar en este libro, genuino por su naturaleza escritural, real y verdadero, sin artificios ni edulcorantes, con la sangre puesta en cada título por el mérito propio de amar sin pretender nada, en sus revelaciones y reclamos "Pero no sabe qué hacer conmigo/ y no hace nada".
Maritza Aburto, nos entrega en este libro sus largas estaciones y cuestionamientos en torno a la figura del bienamado Edgardo, sus inquietudes de viuda prematura en el tránsito de la vida. Existen escrituras que no pueden empolvarse en un cajón, hay versos que zumban en el oído del autor para ser libres. En buenahora, Maritza supo escucharlos y entregarnos a Edgardo redimido, sin miedo y más vivo que nunca.
Laura Daza Valenzuela
Gestora cultural, editora independiente