Internado
Hace unos días cumplí 33 años internado en una clínica de lujo por coronavirus. Siempre usé mascarillas, me lavaba las manos a cada rato, siempre andaba con la botellita del alcohol gel. Pero me enfermé. Mi pareja también. Comenzó con un poco de fiebre, dolor muscular y de cabeza, pero una noche empeoré. Llegué a la urgencia y en menos de un día me pasaron a la UCI. Ya no podía respirar. Estuve 10 días con ventilación mecánica.
10 días para pensar en mi propia muerte, mientras las enfermeras, doctores y kinesiólogos se desvivían por salvarme la vida. Es paradójico, pero esa proximidad anunciada de la muerte, representó una posibilidad de pensarla, de trabajarla, a pesar del rechazo, del miedo, del terror. Pensar en la muerte permite reactivar la vida. No hablo de la vida como un hecho biológico, sino en pensar la vida como algo que yo decido, quiero y anhelo. La mía y la de los otros.
El problema se da en el contexto social actual, cuando "pensar en la muerte" pasa a ser un privilegio para algunos pocos. El que tiene deudas; el que si no trabaja, no come; el que perdió el empleo, aquel que está con oxígeno en el pasillo del hospital, siente que tiene que salir adelante no más. Filosofar es un lujo que no cabe en la miseria.
La gran mayoría de los cerca de 23 mil muertos que se han documentado en Chile no han podido pensar en su propia muerte; han tenido que pasar verdaderos viacrucis para obtener un lugar en un hospital sin recursos y superado en capacidades. Ahora que las UCIs se copan de gente joven, yo, un afortunado, apelo a la conciencia de ese grupo que no cree en la vacuna, que no se cuida, que solo busca cómo juntarse a carretear burlando las medidas sanitarias, sintiéndose invencibles… De ésta nadie se salva solo.
Matías Concha Periodista.
Transición energética
Tras haber asumido el compromiso de la total descarbonización de la matriz energética en 2040, nuestro país se encuentra en pleno proceso de transición energética. Esto significa reemplazar las fuentes de energía contaminantes, tales como las centrales a carbón, por fuentes limpias, como lo son las energías renovables no convencionales. El camino requiere una visión estratégica, que permita apreciar las oportunidades disponibles y proyectarlas en el largo plazo.
La accidentada geografía chilena, que siempre ofreció dificultades para llevar la electricidad desde la generadora hacia otras regiones, hoy se convierte en una oportunidad para la transición energética. Es así, porque ya es posible proveer electricidad de manera directa mediante Pequeños Medios de Generación Distribuida (PMGD); es decir, parques solares que, por su reducido tamaño, se instalan cerca de las localidades o industrias, entregando la electricidad que se necesita mediante una fuente inagotable, como lo es el sol. Esto permite aminorar el impacto ambiental que produce la instalación de líneas de transmisión de energía en nuestra complicada geografía.
Hoy se están instalando parques fotovoltaicos en regiones de la zona centro-sur de Chile. Esto contribuye a descentralizar la generación de energía.
En suma, lograr una transición energética exitosa significa no solo reemplazar el carbón por fuentes limpias, sino también considerar que la generación y distribución de la electricidad se realice de manera eficiente, descentralizada y amigable con el medio ambiente.
Víctor Opazo Carvallo CEO de Solek Chile
Bien esencial
Con la delimitación de lo que es un "bien esencial" y su posterior corrección, el Gobierno terminó por confirmar que el Estado, a la hora de reemplazar las preferencias de los ciudadanos, opera tal como lo haría un elefante en una cristalería. Son tan diversas las necesidades de los chilenos que ni el más perfecto de los burócratas habría sido capaz de cumplir esta misión de forma satisfactoria. Las fotos de cintas plásticas con la palabra "peligro" rodeando calcetines, juguetes o piluchos, fueron postales que nos deberían recordar el ridículo que pueden hacer las autoridades cuando se empeñan en regular hasta los detalles más mínimos de nuestras vidas.
Juan L. Lagos Fundación para el Progreso