El lavado de manos
La OMS reconoce y promueve al lavado de manos como una estrategia para prevenir las enfermedades infectocontagiosas. ¿Y cuándo debemos lavarnos las manos? Al despertar y antes de dormir, antes de preparar alimentos, después de ir al baño, etcétera.
El lavado de manos ha sido instalado como una medida aséptica necesaria e indiscutible desde hace siglos. El médico húngaro Ignaz Philipp Semmelweis, a mediados del siglo XIX en el Hospital General de Viena, propuso lavarse cuidadosamente las manos como una medida para disminuir la fiebre puerperal y evitar la mortalidad de las pacientes hospitalizadas obteniendo positivos resultados, asimismo, Florence Nightingale, la madre de la enfermería moderna, en la Guerra de Crimea del año 1853 fue la primera impulsora del proceso de higiene de las manos. A partir de esta simple medida el índice de mortalidad bajó rápidamente en los soldados heridos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) por su parte, también reconoce y promueve al lavado de manos como una estrategia para prevenir las enfermedades infectocontagiosas, incluyendo al reciente virus covid-19, describiendo que este simple acto reduce el riesgo de contraer enfermedades hasta en un 40%.
Beatriz Arteaga, directora de la Escuela Técnico de Nivel Superior en Enfermería Universidad de Las Américas, plantea que el acto de lavarse las manos previene que los microbios que provocan enfermedades ingresen por la boca, la nariz y los ojos, además evita que éstos puedan llegar a los alimentos o bebidas e ingresar al sistema digestivo, generando enfermedades diarreicas, por ejemplo. Asimismo, evita contaminar objetos, mesas, lápices y luego transferir enfermedades a otras personas.
Debe realizarse sin apuros, de forma consiente y correctamente.
El secado debe hacerse con una toalla limpia y seca o una toalla de papel.
¿Y cuándo debemos lavarnos las manos? Al despertar y antes de dormir, antes de preparar alimentos, después de ir al baño, después de estornudar o limpiar la nariz (sonarse), al llegar a casa después de haber estado en la calle y cada vez que sea necesario.
Debemos instalar este hábito saludable desde la niñez porque está comprobado que esta es una práctica simple, efectiva y económica que puede prevenir enfermedades infectocontagiosas y salvar vidas.