Ya lo aclaramos. Lo que es malo para uno, no es malo para otro. Todo ha de depender de las experiencias de vida de cada uno. Así, un individuo, una percepción, distinta. No todos somos iguales, somos distintos, percibimos, aprehendemos de modos diferentes.
Cada individuo es un ente, una persona, y somos poco más de ocho mil millones de habitantes en el planeta. ¡Qué tal el abanico! Y, todos y cada uno no pensamos igual, no sentimos igual, no aprendemos igual, no procedemos igual, no comprendemos igual.
Luego, no es lo mismo ser que estar. Ser es un estado permanente, y estar es un estado transitorio. Así, lo que para uno es malo, es malo según su percepción, y será difícil llevarlo a una idea distinta, mientras que, si algo está malo, es algo que transitoriamente se percibe así, y es probable que dos coincidan en esa apreciación, y que es algo perfectible, que se puede corregir.
¿Hasta aquí se comprende? Decía que somos poco más de ocho mil millones los que habitamos el planeta, y en esta parte del planeta, Chile, que está en el margen suroccidental de América del Sur, entre los 17º 30' y 56º 30' de latitud sur, y quienes lo habitamos, ya sumamos poco más de diecinueve millones. Y en esta comunidad de personas, pensamos, sentimos, aprendemos, procedemos, comprendemos, todos, de modo diferente, no porque lo queramos, porque lo provoquemos, sino porque es naturalmente así.
No todos los objetos de análisis, de escrutinio, de estudio son propios de disputas, de enfoques, de puntos de vista diferentes; lo propio de las ciencias exactas, de las ciencias naturales es de suyo, uno, su contenido es monosemántico, no depende de ideologías; en cambio, en las ciencias sociales, en las ciencias humanas, todo es relativo, todo es abstracción, todo, tanto desde el punto de vista de quien lo propone como de quien lo recepciona, lo aprehende, lo interpreta. La coincidencia solo es propia de un acto de consenso, de acuerdo.
En definitiva, eso es lo que necesitamos, a-cuer-do, acuerdos, consensos, anuencias, encuentro, sino pactos. En este tránsito, en este día a día, hoy, solo queremos sumas, sino multiplicaciones; ya no resistimos divisiones ni restas.
Aun así, una última pregunta, ¿para dónde estamos yendo?
Raúl Caamaño Matamala,
profesor Universidad Católica de Temuco