El día 21 de marzo, el mundo conmemoró el Día Mundial del Síndrome de Down, que se hace cada vez más consciente y visible en la sociedad actual. Es muy probable que muchas personas ese día usaron calcetines intercambiados, se desarrollaron actos en las escuelas y muchas familias enseñaron a sus hijos que una alteración en los cromosomas es una cosa accidental y no fundamental.
Una persona con síndrome de Down es tan valiosa como cualquiera. Se manifiesta en su modo de ser la grandeza, la perfección y la excelencia humana; sin embargo, se debe ser claro en declarar que se carece de políticas públicas eficaces que promuevan la inserción adecuada a nivel escolar y laboral.
La riqueza de la persona no se agota en ciertas diferenciaciones, más bien la pluralidad muestra la grandeza en sus diversas expresiones. Por ello es posible que cuando entramos o vayamos a entrar en contacto con una persona con síndrome de Down, caigamos en la cuenta que somos iguales en la naturaleza y que porta una fuente de singularidad inigualable, que nadie más nos puede otorgar. ¡Sólo basta mirar a los niños!
Por una parte, nuestro país ha venido avanzando en políticas que permitan apreciar las diferencias y valorar a las personas; empero, desde el año pasado existe una ley criminal, en el Reino Unido, que permite a la mujer interrumpir el embarazo, en cualquier momento, cuando el feto posea síndrome de Down.
Aquí, vale la pena considerar la pregunta que se hizo la activista Heidi Crowter (persona con este síndrome): "¿Por qué estas vidas son menos valiosas?". Claramente, junto a Heidi, se puede decir que toda vida humana es grandiosa, encaminada a la perfección, misteriosa y desafiante en cualquier condición. Ciertamente, no por una alteración en los cromosomas esa persona tiene un valor menor; por el contrario, alcanza el mismo grado de perfección de todos los seres humanos.
El desafío de formar una sociedad mejor para las personas con síndrome de Down no es sólo una responsabilidad de sus familias, es un imperativo social al cual todos estamos llamados, ya sea a descubrir la belleza y la excelencia humana en ellos.
Mientras que estas personas están convocadas a aportar a una sociedad desde sus propias capacidades.
Juan Carlos Alvial, filósofo