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Carne, huevos y leche son nutrientes esenciales en una dieta sana, según FAO

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Carne, huevos y leche son fuente esencial de nutrientes, especialmente importantes durante etapas fundamentales de la vida como el embarazo y la lactancia, la infancia, la adolescencia y la tercera edad, y que no pueden obtenerse fácilmente de alimentos de origen vegetal, revela un informe de la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Los resultados del estudio "Contribución de los alimentos de origen animal terrestre a una dieta sana para mejorar la nutrición y la salud" llegan después del análisis más completo realizado hasta la fecha sobre los beneficios y riesgos del consumo de alimentos de origen animal, y se basa en datos y evidencias de más de 500 artículos científicos y 250 documentos normativos.

"La carne, los huevos y la leche aportan una serie de macronutrientes importantes -como proteínas, grasas, hidratos de carbono y micronutrientes- que no se obtienen fácilmente de alimentos de origen vegetal en la calidad y cantidad necesarias" pues los "de origen animal terrestre proporcionan proteínas de alta calidad, diversos ácidos grasos esenciales, hierro, calcio, zinc, selenio, vitamina B12, colina y compuestos bioactivos como carnitina, creatina y taurina", destaca el informe.

El estudio apunta además que "la falta de hierro y de vitamina A son dos de las carencias de micronutrientes más comunes en todo el mundo, sobre todo en niños y mujeres embarazadas" y "a nivel mundial, más de uno de cada dos niños en edad preescolar (372 millones) y 1.200 millones de mujeres en edad fértil carecen de al menos uno de estos tres micronutrientes: hierro, vitamina A o zinc".

"Si se consumen como parte de una dieta adecuada, los alimentos de origen animal pueden ayudar a alcanzar las metas de nutrición ODS relacionados con la reducción del retraso del crecimiento, la emaciación en niños menores de cinco años, el bajo peso al nacer, la anemia en mujeres en edad reproductiva, y la obesidad y las enfermedades no transmisibles en adultos".

El James Webb capta siete galaxias a solo 650 millones de años del Big Bang

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El mayor telescopio espacial de la historia, el James Webb, confirmó la existencia de siete galaxias que están a una distancia que los astrónomos denominan "redshift 7.9" o "desplazamiento al rojo", apenas 650 millones de años después del Big Bang.

Las siete galaxias se encuentran en un cúmulo en desarrollo y son, por tanto, objetos muy cercanos al Big Bang, cuando se formó el universo.

Se trata, además, de las primeras galaxias confirmadas mediante datos espectroscópicos, gracias a la tecnología del JWST, que está equipado con un espectrógrafo de infrarrojo cercano (NIRSpec) que fue clave para confirmar el descubrimiento, explica la NASA.

Los resultados de la investigación se han publicado en la revista The Astrophysical Journal Letters.

Estas galaxias muy lejanas, y de las que el telescopio difundió una imagen, fueron estudiadas inicialmente por el telescopio espacial Hubble (NASA/ESA), dentro del programa Frontier Fields.

Sin embargo, al no poder detectar la luz más allá del infrarrojo cercano, el Hubble no pudo ver más detalles.

El telescopio espacial James Webb retomó la investigación y recopiló datos espectroscópicos detallados además de imágenes.

Los astrónomos utilizaron el NIRSpec del Webb para medir con precisión la distancia colectiva de las galaxias y las altas velocidades a las que se mueven dentro de un halo de materia oscura: unos mil kilómetros por segundo.

Además, los datos espectrales permitieron a los astrónomos modelar y cartografiar el desarrollo futuro del grupo de reunión, hasta llegar a nuestros días en el universo moderno.

Según sus cálculos, este protocúmulo acabará pareciéndose al Cúmulo de Coma, lo que significa que podría llegar a ser una de las colecciones de galaxias más densas conocidas, con miles de galaxias en su interior.

Antes de Webb, los astrónomos no disponían de imágenes de alta resolución ni de datos espectrales infrarrojos para realizar este tipo de ciencia, pero el JWST fue desarrollado específicamente para observar lugares jamás estudiados y que están al principio de la historia del universo.

El consumo frecuente de frituras se relaciona con la ansiedad y el estrés

INVESTIGACIÓN. Especialmente las papas fritas son indicador. Riesgo aumenta hasta 12%.
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Agencias

El consumo frecuente de alimentos fritos, en especial las papas, está "fuertemente asociado" con un mayor riesgo de sufrir ansiedad y depresión, que es del 12 y el 7% respectivamente.

Esa asociación es "más pronunciada" entre hombres y consumidores más jóvenes, indica un estudio de investigadores chinos que publica Pnas.

La investigación cifra ese mayor riesgo a través de un estudio poblacional y además profundiza en las causas, para lo que se usó a peces cebra a los que se expuso a largo plazo a la acrilamida, que se produce con la fritura de los alimentos.

La acrilamida es una sustancia química que se crea de forma natural en productos alimenticios que contienen almidón durante procesos de cocinado cotidianos a altas temperaturas, como fritura, tostado, asado y también durante procesos industriales a 120 grados centígrados y a baja humedad.

"La exposición prolongada a la acrilamida induce ansiedad y comportamientos depresivos a través de la neuroinflamación mediada por el estrés oxidativo", escriben los científicos.

El conjunto de resultados "aportan pruebas sólidas para desentrañar el mecanismo de la ansiedad y la depresión desencadenadas por la acrilamida, y ponen de relieve la importancia de reducir el consumo de alimentos fritos para la salud mental".

La depresión y la ansiedad son dos de los desórdenes mentales más prevalentes a nivel global y la pandemia de covid-19 causó un aumento. El estudio recuerda que más de 5% de los adultos sufren depresión.

Coordinado por la Universidad de Zhejiang, el estudio usó datos de 140.728 personas procedentes del banco de datos biomédico Biobanco, del Reino Unido.

Para entender bien cómo funciona la exposición crónica a la acrilamida y su relación con la depresión y la enfermedad, el equipo usó un modelo del pez cebra al que puso en contacto con esa sustancia durante 180 días.

Esa exposición crónica deteriora la capacidad de exploración de nuevos tanques y objetos, así como la sociabilidad de los peces adultos, que mostraban comportamientos similares a la ansiedad y la depresión.

El equipo también observó que perturbaba notablemente sus perfiles de comportamiento y alteraba la preferencia por la luz/oscuridad (escototaxis).

También en los peces, la exposición crónica a ese producto induce alteraciones del metabolismo lipídico cerebral y neuroinflamación, así como desregula el metabolismo de dos tipos de lípidos (esfingolípidos y los fosfolípidos), que desempeña un papel importante en el desarrollo de los síntomas de ansiedad y depresión.