Crónica Chillán
Con casi 90 años de edad, Juan Lagos Figueroa ha vivido toda su vida en Chillán y es, actualmente, el único locatario del Mercado Techado que se dedica a la fabricación y venta de ojotas campesinas.
"He vivido toda mi vida en Chillán. Nací y me crie en el campo, pero nunca me gustó, así que me vine a la ciudad. Aprendí la talabartería, a hacer monturas para huaso y todo ese tipo de cosas, ese es mi oficio… luego estuve trabajando unos cuantos años en una fábrica, también aquí en Chillán, y ahora, estoy aquí", cuenta.
Local 175
En la generalidad, la mayoría de los locales del Mercado de Chillán son el fruto del esfuerzo de familias de Ñuble que han sabido conservar este trabajo de generación en generación.
Varios son los rincones escondidos de este lugar, donde infinitos son los productos típicos, sellos de la zona, se pueden encontrar como las famosas longanizas, quesos, embutidos, mote con huesillo, artesanía en cuero como zapatos, cinturones y billeteras; las chupallas de Ninhue y las artesanías en cuelchas de trigo, gredas de Quinchamalí, tejidos en lana, arreglos florares, etc. al igual que tradiciones que se habían visto prácticamente perdidas que convergen en algunas manos dedicadas a que no que se pierdan y se conozcan con el pasar del tiempo.
Hace más de 20 años que Juan Lagos ubica su mercadería en el local 175 del mercado. Llama la atención su mesón con ojotas de todos los tamaños: desde el recién nacido hasta el 47, aproximadamente.
Sobre cómo llegó a ocupar este lugar, don Juan relata que "mi cuñado, que es dueño de este local, y que él estuvo más de 50 años aquí, se enfermó un día y me pidió que me viniera para que lo ayudará. Él hoy ya no está y me dejó a mí, y aquí estoy".
El antecesor de don Juan, tal como él lo relató fue su cuñado, José Jara Pérez, quien estuvo al mando del local más de 55 años, conoció la tradición familiar de cortar con moldes los neumáticos para hacer las clásicas ojotas.
La vida con ojotas
"Uno desde niño vio las ojotas, las hacían en el campo y así uno aprendió, mirando prácticamente", dice.
"Antiguamente, no había mucha plata, así que todos en el campo ocupaban este tipo de zapato. Incluso, me acuerdo, que a los niños les hacían las ropas con los sacos de harina. Ahí las mamás le cortaban unas mangas y andaban con una especie de vestido, los niños y las niñas. Hoy en día las cosas ya no son así", recuerda.
Paso a paso
Todo comienza con la compra de neumáticos dados de baja en alguna vulcanización, materia prima que luego se convertirán en los típicos zapatos campesinos chilenos.
"En hacer un par de ojotas uno no se demora mucho, es bien rápido", dice.
"Se corta con una especie de cuchillo meticulosamente el caucho para extraer su interior, lo que después le dará la forma a lo que será la planta del pie y luego, las tiras que lo afirman, y así", dice.
"En lo que uno se demora más es en pegar, pero con la práctica eso ya no es así", expresa el artesano.
Clientes
Sin dudar ningún segundo que sus productos están repartidos por todo el país y el mundo, Juan cuenta que a su local siempre llegan extranjeros. "Lo ven como algo típico y bonito, así que yo diría que mi clientela más fiel son los turistas".
Con tono risueño, dice que "Dan gusto las gringas, ellas siempre se las llevan. Las ven, se las prueban y hasta se van caminando con ellas puestas. En cambio, la chilena está más pituca para sus cosas, es más complicado que ellas se decidan rápido", dice.
El Mercado de Chillán es, sin lugar a duda, uno de los lugares más tradicionales de la ciudad, por lo que la afluencia de turistas extranjeros es alta en cualquier época del año. Es por este motivo, que Don Juan dice que sus fabricaciones se las han llevado a Francia y otros lugares de Europa.
"Han venido de otros países con encargo de llevar las ojotas, porque en otros países no las encuentran, así que llegan aquí pidiéndolas".
"Para la época de las Fiestas Patrias la gente llega a comprar más, por las fiestas que se hacen y quieren andar vestidos como huasos de campo de verdad, ahí sí que se venden hartas", comentó.
Herederos
Si bien Juan Lagos Figueroa ha dedicado gran parte de su vida a este oficio, comenta que no tiene nadie cercano que vaya a heredar este trabajo.
"No les quise enseñar a hacer esto a mis hijos, yo siempre preferí que ellos estudiaran y tuvieran una buena vida, así que no sé qué pasará cuando ya no esté", señaló.
En otros países
La ojota, como es conocida en Chile, también es parte de la historia y vestimenta tradicional de algunos países vecinos como Argentina, donde se le llama chancleta, mismo nombre que utilizan en Bolivia, Colombia y Cuba. Las características son similares, una suela gruesa que se afirma con tiras de cuero o neumáticos, material con que las fabrican.