Chile no sólo está sufriendo los efectos del temido coronavirus. Desde hace muchos meses, en algunos casos años, sufre de muchos otros virus que afectan a buena parte de su población. Uno de ellos es el violencia-virus, cuyos síntomas principales son el ánimo de destruirlo todo y arrasar con lo que costó tanto tiempo construir. Se suma a él la barricada virus, caracterizada por robar madera u otros elementos combustibles, aplicarles elementos acelerantes y prenderles fuego. Ataca calles, gobernaciones, municipalidades, comercio, transporte público y privado, automóviles y hasta a vehículos policiales.
No se puede dejar de mencionar el cultura-virus, que persigue arrasar con museos y centros culturales, como sucedió con el Centro Cultural Gabriela Mistral, el Museo Violeta Parra, dos bibliotecas de la comuna de Providencia y como ha ocurrido, en menor escala, en regiones. Sus principales síntomas son insensatez y la ignorancia. El odio al saber, a las tradiciones.
En este resumen también se incluye el héroe virus. Se "distingue" por el descabezamiento, pintura y rayados ofensivos en los monumentos levantados en honor y memoria de los principales héroes nacionales, los forjadores de la patria.
El virus de la agresividad también está circulando libremente y afecta a todos los sectores. La gente anda asustada y con miedo. Bien lo saben los violentistas, cuyo lema es "las calles son nuestras". Los médicos encargados de preocuparse de él, que son las autoridades, muestran una actitud pasiva y temerosa.
Todos los virus anteriores desembocaron en un deterioro grave de nuestra economía y de la calidad de vida de las personas. Sería necesario un hospital de crisis, para enfrentar la incertidumbre que hoy sufren los chilenos.
No dejemos fuera el virus del abuso comercial, financiero y de todo tipo contra los ciudadanos, de gran presencia y resistencia desde hace decenios.
Y propósito del coronavirus, circulan recomendaciones que son más antiguas que el hilo Cadena. ¿Recuerda el lector que nuestros padres y abuelos siempre ordenaban lavarse las manos ante de tomar el pan, almorzar o comer? ¿Olvidó que antes se tosía o estornudaba con uso del pañuelo? Lo demás era condenado socialmente.
Se dice hoy, como novedad, que tal vez el té con limón podría aliviar.síntomas. En 1957, cuando no existía vacuna contra la influenza, surgió un remedio a la chilena para combatirla: el vino navegado. Es decir, tinto hervido en una olla, con muchas naranjas, cáscara incluida. ¡Obró milagros!
A entender que los virus abundan. Las recetas contra ellos datan de hace muchos años, tanto en el plano social como en el sanitario.
Raúl Rojas
Periodista y Académico